El Amor de Ariel

CAPÍTULO 20

FLORENCIA, ITALIA

MARENA

 

Se me salen las lágrimas cuando mi hijo se acuesta en el piso al lado de Pipo y le sostiene la patita, pensé que estaba muerto, pero su quejido delata que no. No tengo idea de lo que le pasó, pero la escena cuando llegamos ha sido horrible, verlo en un charco de sangre en la entrada creo que nos ha dado un trauma y una cita al psicólogo. Tanto para Rafa como para mí.

Mi primer instinto fue llamar a Bruna porque no sabía qué hacer y cuando ella no respondió, llamé a Ariel que me contestó y pidió esperarlo, no supe que más hacer. Así que ahora le hago presión a su herida en el abdomen, esperando por un milagro. Pipo tiene que estar bien, es un buen perro y lo amamos, ha sido el compañero de Bruna por varios años y ahora es el nuestro.

—¿Qué pasó?

Ariel entra logrando sobresaltarme, viene con Manuela, Domenico, Ale, Dante, Clarissa, sus hermanitos y sus primos, pero el pequeño niño Dante corre enseguida hacia Pipo y se pone de rodillas, colocando sus manitos sobre su abdomen. Los otros niños lo rodean mientras Clari y Ale sujetan las manos de mi hijo.

—¡Pipo está malito! —exclama Rafa.

—Vamos a poné bien a Pipo, ¿sí? Tú tanquilito. —le pide Clarissa a mi hijo mientras le acaricia el cabello con tanta dulzura que quiero llorar o tal vez sea la emocionalidad de todo esto.

—No sé, llegamos y lo encontramos así, no sé qué pasó. No sé quién pudo hacerle eso a Pipo sí es el perro más dulce del mundo.

—No voy a saber explicarte lo que va a suceder ahora, tú solo confía, ¿sí? Por favor. —Me pide Ariel, arrodillándose a mi lado.

Sujeto su mano con fuerza y él me atrae a su costado, observo al pequeño Dante empezar a brillar en blanco, los otros niños son una mezcla de violeta, blanco, azul y dorado y yo no sé qué pasa, pero no siento miedo, tampoco puedo dejar de observar a Pipo.

Los niños no hablan durante largos minutos que me parecen horas y el silencio solo se rompe por la voz de Clarissa y sus primos cantando, todos tocan a Pipo, pero las voces me hacen recordar a la película cuando las sirenas cantan, ya sé que no son sirenas, pero el canto es tan melodioso y está en una frecuencia poco común, eso lo aprendí a reconocer cuando estudiaba yoga y no tengo idea de cómo estos niños en pleno crecimiento pueden alcanzar esa frecuencia con sus vocecitas.

Doy un respingo cuando Pipo mueve su cola y suelta un ladrido que me hace jadear de sorpresa y alivio.

—Shhhh bebé, hay que descansar. Ya estás bien, ya estás bien, no tengas miedo, estás protegido con nosotros, Pipo. —recita el pequeño Dante, logrando que Pipo vuelva a quedarse quieto.

—Hay que limpialo. Tollas y agua y comida de Pipito. —dice el pequeño Pepe antes de salir corriendo, solo hasta ese momento vuelvo a percatarme de la presencia de Manuela y Domenico que son quiénes se van con él a la cocina.

Yo estoy pasmada y creo que entumecida, sorprendida y un montón de cosas más que no puedo poner en palabras.

—No miedo, mami de Dafa, todo bien, todo bien. —me asegura la hermosa Agnes con esos ojos que parecen dos esferas de oro, brillantes y dorados.

—¿Pipo ta bueno ota vez? —pregunta mi hijo.

—Pipo ta bien, Dante sabe curá animales sempre. —explica Clarissa.

—Tas bien, bebé, no miedo, tú Pipo fuete y valiente sempe. —murmura Agnes acariciando la cabeza de Pipo y se me salen las lágrimas, por instinto me abrazo a Ariel que me aprieta muy fuerte entre sus brazos.

—¿De verdad está bien? —balbuceo.

—Pipo es fuerte y está bien, tiene que comer y dormir y como nuevo. —expresa el pequeño Dante con una gran sonrisa.

Manuela y Domenico vienen con todo para limpiar y limpiar a Pipo, es Ariel quien me alza sin mucho esfuerzo y casi me lleva a rastras para sentarme en el sofá, hace lo mismo con Rafa y Alessia. No sé dónde consigue toallas húmedas para limpiar mis manos y las de Rafa con tanta paciencia y dulzura que quiero llorar otra vez.

—Adegladon a Pipo, mami, ¡guaaaauuuuu! —jadea mi hijo.

—¿Cómo? —cuestiono sin saber qué más decir.

—Dante con sus manitos adegló a Pipo, mami, ¿no viste? Dante sabe, mami. —explica mi hijo que parece haberlo entendido y asimilado mejor que yo.

«¿Cuándo como adultos perdemos esa capacidad?» suspiro.

—¡Gandes queen que saben todo y no queen en magia de bebés! —exclama Agnes a lo lejos y doy un brinco en mi asiento.

—Agua para el susto mientras se calienta el agua para el café. —Manuela aparece con agua para todos nosotros y me tomo el vaso de un solo golpe.

—Pipo está bien. —exhalo.

—Sí, lo está. —asegura Ariel—. Respira, tranquila, todo está bien. Si quieres ve a darte un baño, te relajas un poco y nosotros nos encargamos, ¿bueno?

—Sí, Mare, un bañito te caerá bien, nosotros estamos aquí y Pipo está bien. —Domenico aparece para apoyar su mano en mi hombro y siento una cálida energía dentro de mi cuerpo.




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