El Amor de Ariel

CAPÍTULO 23

FLORENCIA, ITALIA

ARIEL

 

Invité a Marena a cenar, solo nosotros, y ella aceptó, lo cual me emociona porque quiero tener unas horas solo con ella y podernos conocer más. Aunque estoy un poco nervioso, no lo voy a negar, hace mucho que no tengo una cita y no sé si esté un poco oxidado.

Un pantalón gris, la camisa borgoña y creo que estoy bien. Sonrío cuando papá se asoma a la puerta y me da una mirada.

—Tan guapo como tu padre. —comenta al entrar.

—¿Te parece? Siento que ha pasado mucho tiempo desde que tuve la primera cita con Dani. —suspiro y papá se acerca para palmear mi espalda.

—Solo sé tú mismo, hijo, ya a Marena le gustas, solo muéstrale lo maravilloso que eres, nada más. —sonrío a sus palabras.

—Creo que nunca te lo he preguntado, ¿cómo fue tu primera cita al salir del sacerdocio?

—En un cuarto de un club, no fue una cita, más bien perder mi celibato. —admite.

—¡Vaya! Saliste con todo, ¿no?

—Gian estaba orgulloso.

—Hasta yo. —aprieto su hombro—. Marena me gusta mucho y la deseo, pero entiendo que tiene su tiempo y no voy a presionarla a nada. No después de saber todo lo que pasó con el idiota de su ex. Una basura de lo peor.

—Te pareces tanto a mí, tenemos complejo de salvadores, pero eso no siempre es malo, hijo.

—Ya sé, también he estado pensando en vender el apartamento y comprar otro. No podría rehacer mi vida con alguien más en ese espacio que era de Dani, también tengo que hablarlo con Ale.

—Ale seguro lo va a entender, le hemos enseñado bien. Y me parece algo bueno que te sientas listo para avanzar, hijo.

—Eso creo, papá.

—Voy a darte algo, —se saca unas llaves del bolsillo y me las entrega—, úsalo.

—¿Qué es?

—Las llaves de mi viejo apartamento, está perfecto y puedes usarlo si Marena y tú quieren tener un momento a solas, no necesariamente para tener intimidad. —Aprieto las llaves en mi mano y abrazo a mi papá.

—Gracias, papá. ¿Estás seguro?, ¿mamá lo sabe? —Papá deja escapar una suave carcajada.

—No hay secretos con tu madre, hijo. De hecho, ella hizo la sugerencia.

—Espero que la junta con la tía Geo no la haga empezar a pedir más nietos.

—Ya sé, tu tía siempre anda olfateando a quien puede bendecir.

—Por eso somos tantos, ¡qué miedo! A mí no se me olvida ese abrazo a Dani y como supimos de Ale semanas después. —Sacudo la cabeza, pero recordar ese loco viaje se siente bien.

Dani y yo tuvimos años maravillosos y un fruto de nuestro amor que es nuestra Ale, la muestra de que ese amor siempre va a estar ahí, que una parte de Dani está en nuestra hija, pero es hora de avanzar y quiero hacerlo con Marena, quiero tener citas, intentarlo, ver dónde puede llevarnos todo esto.

—Ya ahora no es solo Geo, sino Manuela, Doménico y no dudo que Clarissa aparte de prender fuego, regale bendiciones también en algún momento.

Papá hace las veces de un escalofrío y ambos reímos.

»Pero bueno, ya vete, no quieres llegar tarde.

—Gracias, papá, disfruta tu noche con mamá.

—Por supuesto, ya se está arreglando.

Alessia tiene pijamada con Gina y Gaia, así que por ese lado estamos cubiertos y a ella le encanta estar en la mansión Esposito dónde se quedan hoy. Y sorprendentemente, Eileen es una tía muy buena. Es la tía del esposo de mi hermana.

Tomo los chocolates que compré para ella y llevo unos dulces para Bruna y Rafa también.

Salgo de la casa sintiéndome entusiasmado por esta noche. No tardo demasiado en llegar a casa de Bruna y antes de tocar el timbre, la puerta se abre y veo a Rafa junto a Pipo, que ya está perfecto como si nada le hubiera pasado.

—¡Noches, doto dojo! —saluda Rafa y me agacho frente a él.

—Buenas noches, Rafa, ¿cómo estás?

—Yo bien, mami neviosa, cambió vestido mucho, ¿van comé? —pregunta y mi sonrisa se ensancha.

—Sí, voy a llevar a tu mamá a cenar.

—Tía Buna dijo cita, no sé eso. —explica y acaricio su cabello.

—Una cita es cuando dos adultos salen a solas, conversan, comen, pueden ir a bailar también y con eso se conocen mejor.

—Ohhhhh mami es buena y dinda, yo amo mucho, ¿tú cuida?

—Sí, claro que la cuido mucho, campeón. Te traje dulces para que comas con tu tía Bruna.

—¡Dico, sí! —exclama antes de enroscar su bracito en mi cuello para abrazarme.

—¿Ya…? Hola, Ariel.

Marena aparece luciendo como una deidad y no puedo contener el jadeo de sorpresa y admiración que escapa de mí, ¡está bellísima! Lleva un vestido negro estampado con flores rojas, rosadas y blancas, es corto hasta un poco por encima de la rodilla, tiene finos tirantes negros que enmarcan perfecto su escote y el pañuelo en su cabeza es negro.

—¡Doto dojo babea como bebé! —exclama Rafa riendo y en ese momento me recompongo de la cara de idiota que seguro tengo.




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