FLORENCIA, ITALIA
MARENA
—¡Vaya! —exclamo agitada al dejarme caer sobre el pecho de Ariel que ríe suavemente y desliza sus manos por mi espalda.
—Sí, ¡cuádruple vaya! —replica.
¡Ha sido intenso! Por decir lo mínimo, vinimos a este bello apartamento en el centro y la ropa salió volando, hasta mi pañuelo en la cabeza. Ariel me ha mirado como si fuera una especie de aparición divina y eso se siente muy bien, realmente se nota que le gusto, que le gusta mi cuerpo, que me desea y quiere hacerme disfrutar. ¡Y vaya que lo ha hecho!
Me sentía un poco nerviosa, pero Ariel se tomó su tiempo en besarme, tocarme, acariciarme y hacerme sentir la mujer más especial del mundo antes de tan siquiera acercarse a mi intimidad. Jamás me habían hecho sentir tanto como Ariel, ¡y nunca había tenido tantos orgasmos! ¡Dios, qué locura! ¡Pero locura de la más buena!
—¿Estás bien? —su pregunta me regresa al momento y me incorporo para mirar sus ojos. Ariel es apasionado, dulce, generoso y sabe muy bien lo que hace con su gran herramienta.
—¡Nunca había estado tan bien! ¡Eres increíble!
—Tú eres maravillosa, Mare, una diosa exquisita que deseo con locura. Quiero besarte, tocarte y hacerte mía hasta que ya no pueda más. —admite y todo mi cuerpo reacciona ante sus palabras.
—¡Dios, eres demasiado bello! Demasiado sensual, demasiado grande, demasiado todo. ¿Estoy soñando?
—No estás soñando, Mare.
—¡Oye! —chillo al sentir su palmada en mi muslo.
—¿Ves? No es un sueño.
Dejo escapar una carcajada y beso su pecho, es raro ver el nombre de su difunta prometida, pero nadie le está faltando a su memoria, ¿cierto?
—Igual, no quiero despertar.
—Ven y bésame, Mare.
Sonrío por su petición y me inclino para besarlo, disfrutando de tocarlo y sentirlo a mi antojo, porque Ariel no mentía al decir que podía hacer con él lo que yo quisiera. La primera vez estaba algo tímida, ya la segunda pude soltarme y esta última fue sublime.
—Podría besarte mucho, mucho. —murmuro sobre sus labios.
—Yo también, mi Mare, yo también.
«“Mi Mare” eso se escucha tan bien. Y así me he sentido», mi mente celebra esa sensación y es una primera vez para mí.
La experiencia de mostrarme sin ropa y sin pañuelo ante un hombre no creí que podía ser placentera o cómoda, Ariel me ha demostrado todo lo contrario. Nunca me había sentido tan hermosa como hoy.
—Gracias, Ariel.
—El placer ha sido todo mío, créeme.
—No lo dudo, mío también. —Uno mi frente a la suya y ambos suspiramos.
—Es lindo este apartamento.
—Es de mi papá, al mío no he entrado desde que Dani no está y precisamente le dije a mi papá que pensaba venderlo y conseguir otro espacio propio, porque si bien he amado vivir con mis padres, es hora de seguir avanzando con Ale.
—Tienes una familia hermosa y es bueno que quieras avanzar, me da gusto por ti y por Ale. —Me incorporo y entrelazamos nuestras manos con una sonrisa.
—Debo hablarlo con Ale también.
—Han criado una niña grandiosa, estoy segura lo tomará bien.
—¿Quieres quedarte y dormimos juntos? Te llevo muy temprano de regreso a tu casa, pero quiero quedarme más tiempo contigo.
—¡Sí quiero! Claro que quiero, ¿cómo no voy a querer quedarme entre tus fuertes y sexis brazos? —afirmo sin filtro y Ariel ríe.
—Pues venga para que mis sexis y fuertes brazos la envuelvan. Me encanta sentir tu cuerpo pegado al mío, Mare.
Suspiro por esas palabras y me recuesto sobre él una vez más, sintiéndome en una exquisita nube, cierro los ojos mientras Ariel me envuelve entre sus brazos y la sensación de seguridad es abrumadora, trato de apartar esos pensamientos y me dedico a disfrutar lo que está sucediendo.
No sé en qué momento me quedo dormida, pero al abrir los ojos sigo entre los brazos de Ariel y me siento lo suficientemente atrevida de empezar a estimularlo para que despierte. Cuando sus ojos se abren, nos comemos a besos y algo más, dejando fluir el deseo de nuestros cuerpos.
Me sorprende una vez más cuando Ariel me carga sin dificultad para darnos un baño juntos con una recién estrenada complicidad que encuentro me gusta mucho. Ariel me encanta y está más que comprobado que puede volverme loca, bueno, mejor dicho, ya me tiene así.
Ni todo el yoga del mundo me pudo preparar para toda esta actividad, pero no me puedo quejar.
—No quiero salir de esta burbuja. —murmuro cuando vamos de salida y Ariel se detiene para dejar un beso en mi frente.
—Yo tampoco, pero te prometo que tendremos muchos más momentos.
—¿Sí?
—Sí, y soy un hombre de palabra.
—Te creo, Ariel.
Me abrazo a él y nos quedamos así un rato más antes de salir. Vamos en el auto tomados de la mano hasta llegar a la casa de Bruna.
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Editado: 07.01.2024