El Amor de Ariel

CAPÍTULO 27

FLORENCIA, ITALIA

MARENA

 

—Le pedí a Dome que llevara a Rafa a jugar con sus hijos un rato mientras nosotras hablamos porque necesito decirte algo, Mare. —empieza Bruna esa tarde que salimos juntas del trabajo y hace unos minutos Domenico apareció con sus hijos para llevar al mío al parque.

—No pasa nada por eso, amiga, pero tu semblante no me gusta, ¿qué pasa? —le cuestiono mientras vamos caminando.

—En una salida con Luciano vi a Marco, no me contuve de ir hasta él y golpearlo e insultarlo, quiso devolverme el golpe, pero Luciano intervino y creo le fracturó la nariz, poco me importa, ojalá lo hubiera matado. —farfulla con visible molestia.

—¡Bruna!

—¿Qué? A mí sí no me da miedo decirte que lo mejor que te va a pasar es que él y todos los que te lastimaron terminen muertos, así no tendrás ningún fantasma que regrese a atormentarte. —declara con un tono tan sombrío que me asusta.

—Bruna, ¿qué pasó con tu familia? Más bien pensé que estaban aquí después de que desaparecieron hace años todos, en el pueblo se dice que se fueron, ¿están todos muertos? —trago grueso ante la posibilidad que me responda que sí.

—Por supuesto, todos están en el lugar donde siempre debieron estar: en el infierno. —sentencia con una seguridad que me deja pasmada.

—Pero Bruna…

—No, Mare, no me pesa ni un poco porque ellos me destruyeron, hicieron de mi vida un infierno y me quitaron la posibilidad de concebir. —confiesa y jadeo horrorizada, deteniendo el paso para mirar sus ojos llenos de lágrimas.

—Amiga…

—Mi padre me convirtió en su mujer después que mamá murió, fui abusada durante años y nadie hizo nada nunca, nadie me ayudó, nadie me defendió. —suspira.

—Lo siento tanto, ¡qué horror! Eras una niña todavía, Bruna. —sacudo la cabeza en negación ante ese horror.

—Sí, bueno, eso a nadie le importó porque había orificios para llenar. —recita amargamente—. ¿Recuerdas lo de mi apendicitis?

—Sí, ¿era…? ¡Dios mío! —me llevo las manos a la boca al atar los cabos.

—Quedé embarazada y eso sería una vergüenza para la familia, así que me sometieron al aborto más doloroso y cruento del mundo, laceraron todo mi útero y no quedó más remedio que sacarlo o yo moriría desangrada. Me destrozaron, Mare, de formas que jamás le desearía a nadie.

—¡Dios, qué barbarie, amiga! Lo siento, no sé qué más decirte.

—Y lo agradecí después, ¿sabes? Porque él luego me tenía asco, pero ya no me tocó.

Las lágrimas resbalan por sus mejillas y mi corazón se rompe ante el dolor que tuvo que soportar de las personas que se supone debían protegerla. Hay hombres y mujeres que no deberían ser llamados padres y madres nunca.

—¡Dios, Bruna, lo siento tanto! —la abrazo con fuerza y ella llora con más intensidad—. No tenía ni idea, nunca dijiste nada y…

—No podía decir nada porque mi padre le tenía un préstamo al tuyo y me amenazaban con dejarlos en la calle si te decía algo. —confiesa y siento que me falta el aire.

—No lo puedo creer. —Se me salen las lágrimas a mí también—. Lo siento, Bruna, lo siento tanto.

—No tienes nada qué sentir, Mare, tú no tenías ni idea, pero en cuanto tuve la mayoría de edad salí de ese infierno y no miré atrás hasta que llegué aquí, poco después que empecé a trabajar en el orfanato aparecieron para decirme que ese maldito estaba muriendo, no quise ceder y fue donde Domenico me ayudó y sucedió todo el drama con su esposa.

—¿Ellos te ayudaron a…?

—Me ayudaron a que todos pagaran por sus crímenes y se aseguraron de que nadie volviera a molestarme ni que a otra persona le sucediera lo que a mí.

—Entiendo.

—Que no te pese hacer a un lado a quiénes jamás se preocuparon de verdad por ti, a quiénes te mintieron, te humillaron y te utilizaron de la manera más vil. No merecen consideración de tu parte cuando nunca la tuvieron contigo, Marco te destrozó y pudo hacerlo con Rafa si tú no reaccionabas, tu familia nunca te ayudó, ¿y los consideras? Si es así, eres mucho mejor persona que yo, amiga, yo solo sentí el más grande alivio del mundo, ni pena ni tristeza. —admite y exhalo con pesar, tratando de digerir todo esto.

—¿Luciano sabe de…?

—Sí, claro que lo sabe y no le importa, así como no le importa que yo adopte a Yahir con mi apellido y cuando esté segura de que todo puede avanzar a más entre nosotros, hacer algo más con él.

—Ese hombre realmente te gusta, ¿no? —Bruna suspira.

—Me estoy enamorando, Mare, no lo puedo negar. —admite, esbozando una pequeña sonrisa—. Con él me siento segura y por primera vez siento que puedo confiar en alguien como mi pareja, ¿sabes? Su mamá dirige el refugio con Lucía, su papá está retirado y dedicado a su esposa y consentir a su nieta. No hay un pasado bonito en esa familia, pero eso no define quién es Luciano ahora ni como todo ha cambiado para mejor en su entorno.

—Eso siempre es bueno y creo la esperanza que muchos como familia queremos, el cambio, pero…




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