El Amor de Ariel

CAPÍTULO 34

FLORENCIA, ITALIA

ARIEL

 

Confieso que ver a Rafa en esta mesa de operaciones ha sacado muchos miedos en mí como padre, mi instinto de protección está más fuerte que nunca. Cómo papá quisiera que nada dañe a mis hijos, pero situaciones así escapan de mi control y solo resta tener fe, confiar y estar presente. Cuando salga de aquí tendrá sus heladitos, muchos mimos y cuidados para que su recuperación sea buena. Rafa es maravilloso y merece solo lo mejor, un alma tan noble y pura como la suya merece que el mundo le sonría.

—Bueno, todo salió bien y ahora a recuperarse.

Suspiro aliviado cuando la cirugía de Rafa termina sin contratiempos, la tensión en mi cuerpo no es normal, pero le prometí estar con él y es algo que estoy cumpliendo, además de que no podría quedarme quieto solo esperando. No intervine para nada en la cirugía, solo me mantuve sosteniendo su otra mano y observando todo, admirando al doctor, a mi madre y mi hermana porque son brillantes e hicieron un trabajo fantástico. Será una sola cirugía para Rafa y luego sus sesiones de fisioterapia.

—Hora de ir despertando, Rafa. —anuncia el anestesiólogo al pasarle el medicamento después que han hecho el vendaje y me mantengo en su campo de visión.

—Todo salió bien, hijo, papá está aquí contigo, al salir de aquí vamos a descansar, a recibir los mimos de todos y…

La puerta se abre de repente y un grupo de hombres con uniformes médicos y mascarillas cubriendo la mitad de sus rostros aparecen sosteniendo armas largas y cortas. Me tenso, pero trato de mantenerme compuesto para Rafa porque no quiero se asuste al despertar y ver todo esto.

—¿Papi? —Rafa parpadea varias veces y con cuidado giro su rostro hacia mí, trato de sonreírle.

—El niño es nuestro. —anuncia uno de los hombres y cuando se quita la mascarilla, lo reconozco. Es Marco.

«¡Hijo de…! ¿Cómo diablos entró?».

—No vas a tocarlo, Marco, la familia de Rafa somos nosotros. —Mi hermana se interpone al igual que mamá.

—Apártense porque no me va a pesar matarlas y que el gran Ariel Mancini sufra la pérdida de su madre y su hermana, puedes quedarte con la gorda, quiero al niño y me lo voy a llevar.

Sus despreciables palabras me enfurecen y trato de no demostrarlo porque Rafa está tratando de enfocar su mirada en mí, ¿por qué tiene que pasar esto precisamente ahora? ¡Joder!

—¡Afuera todos o disparamos! —exclama otro apuntando a los puntos donde están las tuberías de oxígeno.

—De cualquier forma, van a morir si no salen pronto, hay explosivos en todo el hospital. —El tono de burla de Marco no me pasa desapercibido.

—¡Salgan todos! —exclamo.

—Papi, ¿qué pasa? —pregunta Rafa confundido—. Duele dedito.

—Ya sé, campeón, pero todo salió bien, ¿bueno? Tranquilo.

—¡Aléjate de mi hijo, ahora!

—NOOOO.

Mi hermana empuja a mamá y todo parece pasar en cámara lenta, el sonido del disparo y mi hermana desplomándose al piso, mamá me mira y se agacha a ayudarla. Yo no puedo moverme sin dejar desprotegido a Rafa.

—¡Te lo dije, el niño es mío! ¡Me lo das si no quieres morir también! —Ahora todas las armas apuntan a nosotros.

—Papi, no dejes a yo, el malo, el malo no, no, no, el malo no, papi. No dejes a yo. —Rafa empieza a llorar y se me parte el alma con su miedo. Mi hijo no tiene la culpa que le tocara un donante tan despreciable.

—¿A dónde vas, vieja? —Apuntan a mamá que se levanta.

—Le disparaste a mi hija y no voy a dejarla morir para tu satisfacción, ¿a dónde voy? ¡A buscar algo para detener la hemorragia! ¿Me vas a matar a mí también? ¡Hazlo de una maldita vez, pero no voy a quedarme a ver a mi hija morir! —Lo enfrenta mamá, Marco gruñe ofuscado y hace una señal para que la dejen moverse dentro del quirófano.

—¿Qué diablos quieres? Jamás te interesó Rafa, nunca lo has querido, ¿para qué vienes ahora? —cuestiono, observando a mamá ser rápida en tomar gasas y varias cosas más para ayudar a mi hermana.

Quiero gritar y matarlo por lo que ha hecho, pero debo confiar en que mamá tiene a Valentina y yo debo proteger a Rafa.

«Por favor, Dios, ayúdanos a salir de esto».

—¡No es tu maldito problema! ¡Apártate! —me exige.

—Donde vaya Rafa, voy yo, ¡acaba de salir de una cirugía delicada! ¿Acaso quieres que se muera sin atención? Porque asumo que si viniste a buscarlo, muerto no te sirve, ¿o sí? —rebato—. Mamá, háblame de Valentina.

—Necesita atención.

—La tendrá. Rafa, hijo, vamos a ir con los señores y te prometo que todo va a estar bien, pero necesitamos salir de aquí, ¿bueno? Confía en mí, hijo, te amo.

—¡No es tu maldito hijo! —Disparan al piso cerca de mí y Rafa llora con más fuerza.

—¡Papi no!

—Tranquilo, campeón, vas a estar bien. Vamos con cuidado.

Lo tomo entre mis brazos, tratando de acomodar su manito de forma que no se lastime con nada ni empiece a sangrar. Rafa llora asustado y yo quiero llorar también, pero es la única forma de asegurarme de que no le hagan daño y de que mi hermana reciba atención. Trato de susurrarle solo a él que esté tranquilo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.