El Amor de Ariel

CAPÍTULO 35

FLORENCIA, ITALIA

MARENA

 

—¡Mi hijo! ¡Rafaaaaa! —exclamo sobresaltada y miro alrededor que estoy en una cama de hospital. Me siento confundida.

—Tranquila, amiga, respira. —Bruna se acerca para tomarme la mano.

—Mi bebé, ¿qué pasó?, ¿por qué estoy aquí?

—Respira, Mare, te explico, pero toma un poco de aire, por favor. —Me pide y tomo una bocanada de aire.

—¿Qué pasó con Rafa?, ¿qué fue todo eso de las armas y las bombas? ¿Dónde está mi hijo, Bruna? —cuestiono con insistencia al incorporarme en la cama.

—Rafa está bien, está dormido con Ale y Clarissa. Tú te desmayaste, amiga, se te bajó mucho la presión y nos asustamos.

Hasta ese momento que siento un tirón en mi brazo es que noto la vía y el suero que me están colocando.

—¿Qué paso, Bruna?, ¿dónde está Ariel?

—Vino hace rato para ver si habías despertado, pero están operando a Valentina, fue Marco quién hizo todo y le disparó cuando intentó proteger a Rafa. —jadeo horrorizada y se me salen las lágrimas. ¿Cómo fue capaz de hacer algo así?

—¿Qué? ¡Dios mío! ¿Ella está grave? Debo ver a Rafa, ver a Ariel, necesito levantarme. ¡¿Por qué Marco hizo semejante atrocidad?! No lo entiendo, Bruna. —balbuceo y lloro con más fuerza, mi amiga me abraza enseguida.

—Porque es un desgraciado, Mare, él estaba confabulado con la Pila de Cacas y las razones aún no las sé, puede que Ariel lo sepa y lo hablará contigo, pero ya no deben preocuparse por ese tipo nunca más. —masculla y me separo para mirar a sus ojos.

—¿Está…?

—Asumo que o lo está o va a estarlo, él y todos los que se atrevieron a meterse con un Mancini marcado por una D’Angelo Cavalcanti, amiga, sin contar que hirió a una Esposito y eso es como meterse con el diablo. Nadie vive para contarlo. —declara y cierro los ojos un instante para tomar aire de nuevo y tratar de calmarme.

—Llévame a ver a Rafa, me siento bien, por favor. —le suplico.

—Déjame llamar a una enfermera para que te retire eso, espera un momento y no salgas corriendo o tendremos problemas. —me advierte al ponerse de pie.

—Espero, pero ve rápido, por favor. —pido ansiosa y la veo salir veloz.

Sigo sorprendida de que Marco haya sido capaz de armar semejante plan para lastimar a mi hijo y que fuera capaz de herir a Valentina me llena de una rabia contenida que no sabía podía albergar, ella es la tía de mi hijo y solo estaba protegiéndolo, no debió salir lastimada y le ruego al cielo para que esté bien. No merece nada de esto y no quiero ni imaginar como debe estar Ariel.

Bruna vuelve enseguida con la enfermera que se detiene a revisar mis vitales y me desconecta el suero, más no me quita la vía y me advierte que debo regresar porque aún sigo en observación, pero hay una excepción por órdenes médicas. Asumo Ariel está detrás de todo esto.

Vamos primero al cuarto de mi Rafa donde está dormido con Clari abrazada a su costado y Alessia abrazando a Clari, ambas cuidadosamente posicionadas mientras del otro lado su brazo envuelto en vendajes reposa sobre una almohada.

Me acerco con cuidado para dejar un beso en su frente que lo hace abrir sus ojitos y sonreírme, trayéndole sosiego a mi agitado corazón preocupado.

—Mami hemosa, toy bien, papi cuidó mucho y calmó a yo y me abazó hasta domí y el hombe malo ya se fue y no va volvé y eso pone feliz a Dafita poque vamó a sé felices y yo quecé y sé feliz con mi niña achul y no duele mi manito ya. Y mi niña achul dijo que voy a tené un hemanito y niña doja está feliz tambén poque dice que ama sé hemana mayó y yo la amo así y pometo sé un buen hemano mayó, niña doja va enseñá todo a yo, mami. Te amo mucho.

El verborreíco y dulce discurso de mi hijo me hace llorar y abrazarlo —con cuidado— de tal forma que las niñas se despiertan, pero en este momento no importa. Mi hijo está bien y yo soy una mamá gallina que necesitaba verlo y sentirlo para tranquilizarme.

—Te amo, hijo, eres lo más maravilloso y hermoso, te amo infinito.

—¡Todo está bien, Mare! —exclama Clarissa—. No te peocupes, yo cuidé y sempre voy a cuidá a mi Rafita.

—¿Cuándo veremos a mi hermanito? —pregunta Alessia.

—¿Cuál hermanito?

Corro hasta Ariel que viene entrando al cuarto, lo abrazo y le doy un sentido beso que me nace del alma y que él corresponde con la misma intensidad.

—Te amo, Ariel, te amo, te amo, te amo. —Lo beso una vez más y cuando me aprieta entre sus brazos siento que todo realmente está bien.

—Esos son los besitos de grandes que ustedes no pueden darse.

La voz de Alessia nos hace separar y sonreír.

—Se ve lengua, gucalá. —se queja mi hijo y reír es inevitable.

—Eso dices ahora y…

—¡Bruna! —Me giro para reclamarle y ella se encoge de hombros.

—¿Cómo está Valentina? ¿Está bien? Tengo que agradecerle, Bruna me contó lo sucedido, gracias por cuidar de Rafa, lamento que todo esto haya sucedido y…




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