El Amor de Ariel

CAPÍTULO 39

FLORENCIA, ITALIA

BRUNA

 

¡Es mi cumpleaños! Y feliz no alcanza a describir como me siento hoy, porque tengo conmigo al mejor regalo de cumpleaños que es mi hermoso bebé risueño, mi Yahir, mi hijo. Un maravilloso ser de luz, de risas, de amor, es el bebé más bello del mundo y mi corazón explota de absoluta felicidad de poder ser su mami, de poder darle amor y verlo crecer, de enseñarle lo importante de la vida y que crezca como yo no pude hacerlo, siendo amado, respetado, valorado, cuidado, que sepa que siempre va a poder contar conmigo y que ser su madre es el orgullo más grande de mi vida.

Se me salen las lágrimas y me arrimo hasta él que toma su biberón para darle un sonoro beso en la frente que lo hace reír con la tetina en su boca, es mi ángel de la vida y lo amo demasiado. Pipo alza su cabeza, mira entre nosotros y se recuesta de nuevo, es el mejor guardián de todos y ha aceptado amorosamente a Yahir. Mi sueño de ser madre se está materializando justo ahora con mi hermoso Yahir, era un deseo enterrado en lo más profundo de mí, no me sentía capaz, pero los años de trabajo en mí me han enseñado de lo que soy capaz, soy capaz de dar vida, de dar amor, de dar luz. Y es lo que quiero ser para mi hijo, porque es lo que él representa para mí: amor y luz.

—Te amo muchísimo, mi vida. —le murmuro y se saca el biberón para darme una sonrisa que me derrite por completo.

—Mamaaaa. —balbucea y me acerco más a él que me ofrece su biberón.

—Gracias, cielo, pero es tuyo, terminemos de comer para celebrar el cumpleaños de mami, ¿bueno? —Le acomodo de nuevo su biberón y él sigue comiendo.

Me incorporo y aliso mi vestido que fue un regalo adelantado de cumpleaños de Domenico, es de un brillante magenta con escote redondo y cae ajustado hasta las rodillas, él ha sido un ángel en la tierra para mí y le estaré eternamente agradecida por todo lo que ha hecho. No tuvo que decir mucho aquel día para saber que había desaparecido a quiénes me lastimaron y ese día sentí paz, una sensación desconocida hasta ese momento y que se mantiene hasta hoy.

No hay monstruos, no hay fantasmas que quieran regresar a lastimarme, estoy segura y no solo en mi integridad física, así me siento hoy más que nunca. Yahir suelta su biberón y se gira en la cama, lo tomo para que no se vaya a vomitar al presionar su pancita, él me sonríe y yo me lo como a besitos que lo hacen reír.

Miro alrededor y sonrío en nuestro nuevo espacio, hace un par de días trajimos las cosas a esta casa y aunque sé que Mare estará aquí temporalmente porque seguro Ariel querrá que vivan juntos, estoy contenta de que podamos compartir en familia, ella es mi hermana de la vida, Rafa es mi sobrino al igual que ese bebé que crece en ella, ahora Ariel es mi cuñado y su hija es mi sobrina también. Al final, todo encaja en su lugar y a su tiempo.

Unos pequeños toquidos antes que se abra la puerta me hacen sonreír y es Rafa quién aparece junto a Alessia que tiene un fular enrollado en su cuerpo, ambos me miran sonrientes y Yahir se agita porque le encanta jugar con ellos. Pipo se baja de la cama y corre afuera porque sabe que hay un ejército de niños con quiénes jugar.

—Guaaauuuu tía hemosísima. —jadea Rafa y me agacho con mi hijo en brazos para recibir su beso—. Feliz cumpeaños, tía Buna.

—Gracias, mi niño.

—¡Está bellísima, Bruna, feliz cumpleaños! —Ale deja un beso en mi otra mejilla.

—Gracias, corazón, ustedes también están muy bellos los dos.

—Ya hay mucha gente en la festa, tía, el tío… —se queda pensando y mueve sus labios gesticulando las sílabas—. Lu.ci.a.no, ¿lo dije?

—¡Bien Rafa, felicidades, eres el mejor! —Aplaude Alessia y Yahir la imita.

—Muy bien, mi niño. —le reitero y me sonríe. Es el niño más bondadoso y dulce, Mare ha hecho un trabajo hermoso con él.

—Mira, tengo mi fular, ¿me dejas carga a Yahir? Tengo que practicar para mi hermanito o hermanita. —Pide Ale con una sonrisa.

—Claro que sí, vamos a ver, con cuidado que acaba de comer.

Soy cuidadosa al acomodar a Yahir en el fular, mirando a Ale que le sonríe y le hace muecas graciosas, tenso un poco más el agarre y le llevo las manos a Ale a la espalda del bebé para que balancee mejor su peso, mi hijo enseguida empuña una de las trenzas rojas de Ale, pero no la jala ni la lastima, solo aprieta el cabello en su manito.

—¡Es grande, pero yo soy grande y puedo! —afirma.

—¿Cómo sente eso? —pregunta Rafa.

—Bebé pesa un poquito, pero se siente lindo. Vamos a mostrale a papi.

Sonrío al ver como Ale camina despacio y Rafa camina a su lado, brincando y haciéndole caras a mi bebé que se ríe, mi corazón se llena de felicidad porque este presente es uno muy bueno y es un presente que merezco finalmente.

Avanzo hasta la sala donde todos aplauden al verme y paseo la mirada entre todos que han sido parte de mi vida desde que llegué a Florencia, dejando sus huellas en mí de alguna u otra forma, mis ojos se detienen en Luciano que me sonríe y avanza hasta mí con paso firme, su regreso marcó que mi ilusión regresara también, no pudimos olvidarnos y en aquel entonces no era nuestro tiempo, pero ahora sí lo es. Ahora podemos ser un nosotros y tener un comienzo limpio.




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