El Amor de Ariel

CAPÍTULO 42

FLORENCIA, ITALIA

ARIEL

 

—Definitivamente, me gusta mucho esta casa. —murmura Mare agitada después de hacer el amor y deslizo mi mano por su creciente abdomen, nuestro bebé patea con fuerza.

La convencí de quedarse esta noche con nosotros. Preparamos la cena los cuatro juntos, vimos una película en familia y los niños se durmieron casi al final. Se sintió tan bien y comprendí que es algo que deseo a diario en mi vida. A mi Mare. A nuestros hijos.

—A él le gusta.

—Todavía no, ni siquiera me acostumbro a que tu hermano está marcado por una niña mágica, no empieces tan temprano. —Se queja y sonrío.

—Ven a vivir con nosotros, Mare. —propongo y ella se incorpora al instante. No era así como lo planeé, pero las palabras solo salen por instinto.

Ale y yo escogimos por unanimidad la segunda casa que vimos, es de una sola planta con cinco cuartos, seis baños, un ambiente con la sala y la cocina, un gran jardín con arbustos, flores y una pequeña piscina que fue lo que convenció a Ale.

—¿Crees que sea buena idea?

—Es una gran idea y antes que preguntes por Ale, ella está de acuerdo, quiere el cuarto unido por una puerta porque dice que Rafa debe estar del otro lado. —Sonríe por mis palabras y se abalanza sobre mí, bueno, hasta donde su panza lo permite.

—Creo que al bebé le gusta.

Vuelve a su posición y apoyo el codo en la cama para mirarla reír, notando los ligeros movimientos a través de su piel de nuestro hijo. Nuestro hijo —para el que aún no decidimos nombre— está muy bien y Mare ha tenido lo que ella misma cataloga como un «embarazo de ensueño». Ahora que estamos en el casi en el séptimo mes, ha sido todo un viaje de aprendizaje para ambos.

—¿A su mami le gusta la idea? —insisto y deja escapar un suspiro.

—Me da algo de miedo, pero sí quiero estar cada día contigo y con nuestros hijos y será más práctico para nosotros con el bebé.

—Práctico, sí. —Alzo mis cejas y golpea mi pecho.

—No lo quise decir así, o sea, es que…

—Tranquila, lo tengo claro, mi Mare. Somos una pareja que seguimos conociéndonos y construyendo nuestra relación, la convivencia es un paso importante y puedes hablar conmigo si no te sientes cómoda con algo, podemos resolverlo, ¿está bien? Solo hablemos.

Busco su mano para entrelazar nuestros dedos y ella suspira otra vez.

—Eres demasiado perfecto.

—No lo soy, pero es lindo que tus ojos me vean así. —Le sonrío cómo sé que le gusta y se acomoda sobre su costado, mirando directo a mis ojos de esa forma que me desarma.

—Te amo, Ariel, gracias por aparecer en mi vida y mostrarme el camino más hermoso del mundo.

—Gracias a ti por hacerme sentir otra vez, mi Mare.

Es ella quién busca mis labios y empezamos todo de nuevo, amándonos una vez más y sellando un nuevo paso en nuestra relación. Llevo días pensando en lo mucho que deseaba tenerla en casa con nosotros, pero entiendo que el proceso para todos es diferente y si ella se hubiera negado, no habría pasado nada. Tengo paciencia y mi Mare vale muchísimo la pena.

Mi ego no es frágil como para que algo así cambiara nuestra relación, mucho menos teniendo hijos de por medio. Y hoy más que nunca agradezco a mis padres y todos mis tíos por mostrarme con ejemplos cómo se construye a diario una relación duradera. Ninguno es perfecto, pero es precisamente ahí donde se encuentra el equilibrio y las oportunidades de mejorar.

Soy un poco sobreprotector, sin embargo, todos en mi familia lo somos, pero con papá he aprendido a equilibrar eso porque más joven no fui así y tomó su tiempo cambiar esa perspectiva, incluso Dani me ayudó muchísimo a manejar mi impulsividad y ser más analítico ante las situaciones. Ella fue mi más grande maestra y me dejó a una pequeña maestra que es nuestra Ale.

La luz filtrándose por la ventana me despierta para notar que mi Mare ya no está en la cama, me tomé unos días libres para terminar de organizar detalles aquí en nuestra nueva casa. Voy al baño a asearme un poco y ponerme solo un pantalón deportivo.

Al salir del cuarto escucho las risas y me detengo en el pasillo para ver la escena en la cocina. Mare está batiendo algo y los niños se emocionan con las chispas de chocolate.

—¡Tanto no, Rafa! —señala mi hija.

—Es potito, así, ve.

Rafa toma una chispa entre su pulgar y su nuevo dedo y sonreír orgulloso es inevitable. Nuestro hijo avanza a pasos agigantados cada día.

—Lo que echaste con la otra mano no es ese poquito, eh. —Ale lo apunta con su dedo y él le muestra una sonrisa.

—Bueno, no le ponemos toppings y listo, así no se siente tan dulce. —dice mi Mare para mediar.

—Bueno, pero yo sí quiero unas fresitas con mis panqueques, Mare. —pide Ale.

Aquí en casa estamos a salvo con las harinas y la comida para Ale porque todo es apto para su consumo y no se sacrifica en absoluto nada del sabor al no tener gluten en la alimentación.




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