Senti aquel cosquilleo en mi interior al ver la casa a la distancia, se veia majestuosa, su piedra se veia casi negra por el tiempo que habia pasado sobre ella. Sus torres eran imponentes, el auto se estaciono frente a aquel portón alto, Lucio se bajó y lo abrió, el chico aún no habia notado que estabamos en otro sitio, Lucio subió al auto y se dirigió por el camino de piedra, la gran fuente que estaba frente a la casa, era una de mis favoritas, un ángel con las alas abiertas, tambien la piedra estaba negra.
Baje del auto y sobre mi hombro mire al chico, que levantó el rostro hasta ese momento.
— ¿Dónde estamos? — Henry sale del auto.
— en mi casa, obviando las gargolas y los murciélagos — subo los escalones y entró a la casa. Muchos recuerdos de mi niñes vienen a mi. Fui feliz los primeros once años de mi vida, no lo podia negar.
— oh — el chico sigue mis pasos con cara de tristeza.
— ¿Te decepciona que no hayan gargolas?
— un poco, imaginé que la vida de un mago era un mundo místico. No aburrida como la que vive uno.
No respondí, mi mirada recorrio la casa.
— puedes sentarte, haré algo y luego nos vamos, por favor no toques nada. Todo es antiguo aquí, sigue en tu red social.
El chico se sentó y sus ojos recorrian las paredes desprovista de cuadros, luego en los muebles, estantes.
— no hay fotos — murmura.
— hay una galería de pinturas de mi familia, debo subir.
Lo dejo sentado en el sillón y subo las escaleras, recorro el pasillo,mis pasos no se escuchan por la pesada alfombra que cubre el suelo.
Entro a aquella habitación que tiene las cortinas corridas, la luz del sol iluminando la habitación, el olor a lavanda no faltaba.
— Isael — su mirada gris me observa, me acercó y tomo su mano entre las mias para besarla.
— ¿Cómo estas Regina? — ella sonrie y desvia la mirada hacia el gran ventanal que la vista daba al jardin y mas allá, a la entrada del bosque.
— un poco cansada — sus piernas estan cubiertas con una pesada colcha.
— ¿No crees que ya has pagado lo suficiente? — me siento frente a ella.
— Isael... —ella bajó la mirada hacia sus manos.
— Azriel está en la ciudad — Regina abrió los ojos como plato — ¡Deja de castigarte! ¡Puedes morir si dejas que tu cuerpo siga envejeciendo, pareces de noventa años! en cualquier momento puedes morir.
Regina deja escapar las lágrimas, pasa su mano arrugada por su rostro.
— él tendria está edad Isael, pero no pudo llegar hasta aqui por mi culpa — me acercó a ella y me inclinó para mirarla a los ojos surcados de arrugas.
— no es tu culpa, ya te lo dije... humanamente se puede morir hasta por un refriado mal curado —sujetó su mano entre las mías — te necesito Regina.
— Isael — ella pasa su mano por mi mejilla — sólo tú, sin mi ayuda puedes derrotar a Azriel y lo sabes.
— he perdido práctica — me pongo de pie, me acerco a la ventana pero mi mirada está fija en ells.— Regina, vuelve a mi
Las lágrimas fluyen por su rostro ajado por las arrugas.
— por mi ya no está — ruedo los ojos.
— han pasado treinta años.
Regina sujeta entre sus manos un bastón, cierra los ojos.
— si deseas puedes volver a envejecer una vez destruyamos a Azriel y puedes renunciar a tu inmortalidad de una vez por todas.
Ella quita las mantas de sus piernas, con mucho cuidado se pone de pie, su cuerpo un poco encorvado por la edad camina despacio hacia mi, apoyado por el bastón.
— te ayudaré Isael, luego veré lo que pasa.
— si recuperó el reloj puedes ... — ella soltó un gemido de dolor, me acerqué a Regina y la tomé entre mis brazos, ella se aferró a mi cuerpo y lloró inconsolablemente.
Cuando su cuerpo dejó de sacudirse por las lágrimas, se apartó.
— en una hora estaré lista, Isael — me incliné y bese su frente.
— me alegra tener a mi hermana de vuelta.
— ¿dejaremos la casa? — Sonreí y acaricie su mejilla.
— por unos días, necesitó me enseñes a usar bien la tecnología, sabes que no soy muy buena con las computadoras y estoy seguro que Azriel no perderá tiempo.
— también lo creo Isael — levantó el rostro y aspiro el aire — ¿quién está en casa?
— mi nuevo ayudante, es un chico de trece años y él puede ayudarme a encontrar el reloj.
Regina me mira.
— ¿está protegido? — niego — sabes que si tú diste con él, Azriel también puede dar con el chico.