Merlina
— ¿cómo te fue? — Henry acaricia su estómago y sonríe.
— Muy bien — se sienta frente a mí y me observa detenidamente — ¿has dormido? ¿Te sientes bien?
— claro que lo estoy ¿por qué preguntas?
— no sueles dormir en la tarde, siempre estas limpiando o cocinando — subo mis piernas y las abrazo, muerdo mi labio inferior y recuerdo el sueño que tuve con Isael, fue tan vivo, sentir sus besos en mi cuello, mis hombros, sus caricias y cuando desee sentir sus labios en mi boca, no supe que más paso. Me sentía avergonzada por el sueño y también extrañada porque justamente soñar con él precisamente el día que lo conocí, y me había caído súper mal.
— Me sentía cansada, hoy fue un día muy duro, ¿comiste? — bajo las piernas para ponerme de pie pero Henry me detiene.
— estoy lleno Merlina, la Srta. Regina me ha dado de comer todo lo que he pedido, quiero aprender a hacer eso, solo imaginar la comida y que esta aparezca en la mesa. No gastarías dinero en llenar la alacena mensual y cuidando de no comer de más para que nos alcance.
— ¿qué cosas dices Henry? eso es imposible — me pongo de pie — si estas lleno, iré a dormir, me siento cansada aun.
— descansa Merlina.
— te quiero en tu habitación ahora Henry, mira televisión, no sé qué harás pero no sales de esta casa.
— no te preocupes Merlina, iré a mi habitación. Pondré los videos de los actos de magia de Isael.
No respondí me acerque a la puerta para poner la cadena y todos los seguros que le había instalado a la casa, me acerque a la ventana para asegurarme que estaba bien cerrada.
Cuando me gire Henry ya no estaba en la sala, suspire y me dirijo a apagar la luz, por el rabillo del ojo pude ver un movimiento, volví a ver y no había nadie, negué y apague la luz para dirigirme a mi habitación.
No podía sacar de mi mente a Isael y no entendía la razón, me dirigí a mi closet y en medio de mi ropa saque aquella caja que tenía prohibida abrir hasta que cumpliera veinte años.
La volví a guardar y suspire.
No entendía que revelación tendría al cumplir los veinte años, quizás iba a llegar alguien a casa a mostrarme algún secreto oscuro de mi familia, sacudo la cabeza y me recuesto en mi cama, me sentía cansada.
Cerré los ojos y medio los abrí, junto a mi cama estaba una sombra grande e imponente pero no pude reaccionar porque me sumí en un profundo sueño.
El sueño fue el mismo que he tenido desde que recuerdo, está la habitación con muebles antiguos, muy bonita pero en la habitación hay muchas personas solo que sus rostros están llenos de tristezas, trato de avanzar al centro pero no puedo las personas ahí presentes no dan lugar para que uno se mueva, resoplo molesta y sé que escuchare aquella voz.
— es nuestro deber custodiarlo — todos responden un «si» miro a mi alrededor y todos están concentrados en la persona que habla — en nuestra familia nacerá una guardiana, no sabremos la época pero es nuestro deber poner su nombre cada cuarenta años que nazca una niña — el «si» se volvió a escuchar — ella lo protegerá y librara al mundo de ellos — su tono despectivo se hizo retumbar en todo el salón, sonó como un latigazo en la estancia.
— ¿cuál será su nombre? — pregunto alguien, espere que esta vez si pudiera escuchar el nombre de la dichosa guardiana pero siempre pasaba lo mismo, la sala se llenaba de un silencio descomunal y luego todo se desvanecía.
Me muevo inquieta en la cama y abro los ojos y suelto un jadeo al ver unos ojos verdes que me están contemplando.
— Suficiente he soñado con usted hoy — murmuro, el tuerce sus labios en algo que parece una sonrisa.
— ¿me extrañabas? — niego y paso una mano por mi cabello.
— ¿no tiene otro lugar donde aparecer? — el niega y acerca su mano a mi rostro.
— Estoy cómodo en tus sueños Merlina — cierro los ojos al sentir esa sensación en mi cuerpo con su toque.
— Necesito descansar, me siento muy cansada — acerca su rostro y pone sus labios en mi mejilla provocando miles de sensaciones.
— creo me pase con la orden de enviarte a dormir —siento sus labios curvarse en una sonrisa en mi mejilla — cuando despiertes en la mañana estarás muy descansada y relajada, claro pensando siempre en mí.