Hemos caminado por un largo rato sin detenernos a descansar. Mondrag va unos cuantos metros por delante de mí. Yo intenté igualar sus pasos, pero por más que me esfuerzo no logro darle alcance.
Dejo salir un suspiro, me siento cansada y ya falta poco para el anochecer. El bosque en el que nos encontramos es bastante húmedo, frío y tiene un aspecto lúgubre. Los árboles le dan un aspecto espeluznante con sus troncos enormes y erguidos, sus hojas se mecen al compás del viento y en la lejanía se escucha el crujido de las ramas que se rompen. Me abrazo a mí misma y elevo mi vista al cielo, los últimos rayos de sol se cuelan por las pequeñas grietas que la espesa vegetación le permite. Estoy demasiado cansada para continuar, mis pies se sienten más pesados con cada paso que doy, pero no puedo darme por vencida, estoy en un mundo desconocido y mi única opción es confiar y seguir al joven guerrero que va al frente.
De pronto se escuchan unos chillidos espeluznantes. Mondrag se detiene al instante, se da media vuelta y me observa arrugando su entrecejo al notar que voy un poco alejada de él.
—¡Debes apresurar tus pasos, niña! —ordena rompiendo el silencio que nos acompañó por largo tiempo—. Los Delgars están cerca y en este mundo son aún más poderosos. Aunque ellos para mí no son dignos oponentes, estoy cansado y no quiero perder tiempo en ello.
—Voy lo más rápido que puedo —respondo molesta—. Y mi nombre es Eire, no niña, así que es mejor que te lo aprendas.
En sus labios se dibuja una media sonrisa al escuchar mi queja.
—Muy bien, Eire —dice levantando una ceja—. ¿Crees poder seguirme el paso o me tocará cargarte?
«¡Es un engreído!» pienso, sin atreverme a decirlo. Camino manteniendo el mentón en alto, no voy a demostrar lo afectada que estoy, mi orgullo es primero antes que aceptar a qué me cargue o peor aún, no voy a quejarme pareciendo una chiquilla indefensa.
—Apresura tus pasos, joven guerrero —digo de forma burlona al pasar cerca de él— ¿O es que tus pies se han vuelto pesados? —Le guiño un ojo y continúo mi camino mostrándome fresca y relajada.
Lo escucho resoplar, pero yo lo ignoro.
—¿Segura que no quieres que te cargue? —insiste.
—¿Me ves invalida? —respondo.
—Se nota que estás haciendo un esfuerzo por mantenerte de pie —asegura manteniendo sus pasos al ritmo de los míos—, eso es por falta de entrenamiento.
Me detengo de golpe, no sé quién se cree que es, o más bien, quién cree que soy, pero por lo visto no sabe tratar a una dama. Lo miro molesta, aprieto mis labios. Él me ve expectante, esperando mi respuesta, pero entonces, unos fuertes graznidos de lo que pienso es un ave, me hace desviar mi atención.
—¿Qué es eso? —cuestiono mientras busco con mi vista al animal.
—No te muevas —sugiere Mondrag al tiempo que coloca su mano sobre mi hombro.
Pero yo me sacudo su toque ya que su tacto quema en mi piel. Doy un paso hacia adelante y localizo la rama en dónde el ave sigue graznando. Al instante me llevo la mano a la boca para ahogar mi grito de asombro. El animal se parece a un cuervo, pero sus garras son demasiado largas y afiladas, y sus ojos son de un rojo intenso, cómo si los tuviera bañados en sangre. Mi piel se eriza al ver a la extraña criatura.
Doy un paso atrás y choco con su cuerpo, me giro y lo veo a los ojos, él se lleva un dedo a su boca y me indica que haga silencio. Yo asiento mientras me pierdo en el pecado de sus carnosos labios. Mondrag se percata de mi mirada y me sonríe, aparto rápidamente mi mirada y me reprendo por ser tan obvia.
Al cabo de unos minutos, los graznidos del animal cesan, luego el sonido de un aleteo me indica que ya se ha ido.
—¿Qué clase de animal era ese? —cuestiono sin atreverme a alzar la voz.
—Son cuervos espías, pertenecen a la innombrable.
—Aja, ¿y quien se supone que es esa persona? —cuestiono mostrando incertidumbre.
—Haces demasiadas preguntas —responde negando.
Me cruzo de brazos y lo veo molesta, claro que tengo muchas preguntas.
—Si fuera adivina, no te preguntaría —digo entre dientes.
—Aquí no podemos hablar del tema, solo debes saber que se tratan de las criaturas que están al servicio de la reina de Chandria.
—¿Debemos temerle? —cuestiono al notar la forma tan cautelosa de expresarse.
—No diría temerle, pero si debes saber que no se puede confiar en ella ni en su descendiente. Son los que han sembrado terror y caos en su lucha por obtener el poder absoluto de Arontanium.
—Me doy cuenta que este mundo es muy... —digo buscando las palabras adecuadas.
—¿Inseguro? —responde arqueando sus cejas.
—¡Espeluznante! —aseguro.
Él me sonríe con empatía.
—Ahora lo ves así, pero te aseguro que con el tiempo aprenderás a amar a cada uno de los reinos de Arontanium.
—Me hubiera gustado llegar en otro tipo de circunstancias —respondo—, pero si soy sincera en este momento no sé qué es lo que hago aquí y tampoco sé si quiero estarlo.
Editado: 29.07.2023