Entre abro mis ojos sintiendo que aún me pesan. Arrugo mi entrecejo al sentir el duro suelo. De pronto estoy extrañando el calor y la suavidad de su piel… Me froto los ojos y veo a mi alrededor, Mondrag no está por ningún lado. Salgo afuera y tampoco lo veo. El miedo me invade, y las inseguridades me atacan. «¿Si prefirió seguir sin mí y dejarme sola en medio del bosque? O peor aún, ¿estará en problemas?». Lo último hace que mi corazón se acelere, sin darme cuenta él ya se ha apoderado de mis pensamientos y aunque apenas y lo conozco, diría que el que mi mente recree algún escenario en dónde él salga lastimado hace que me angustie.
Me acomodo el cabello y decido que iré en su búsqueda, pero no sé qué camino tomar, decido al azar y camino un par de pasos, cuando su voz me hace girar.
—¿Dormiste bien? —pregunta mostrando una sonrisa de suficiencia.
—Sí —respondo tratando de ocultar el hecho que sé que me dormí sobre él.
Al pensar en eso siento un repentino calor en mis mejillas, así que trato de desviar la mirada.
—Decidí ir en busca de algo para alimentarte, anoche tu estómago no me dejó dormir —dice mientras me ofrece lo que parecen unos cerezos silvestres.
—Eres un exagerado, mi estómago no hace ese tipo de ruidos —respondo un tanto a la defensiva, y es que imaginar que él haya estado escuchando eso me da vergüenza.
Él solo me sonríe y yo no hago más que tomar lo que me ofrece. Sin perder tiempo me llevo uno de los frutos a la boca, en el instante en que lo saboreo hasta dejo escapar un leve gemido, es tan delicioso, o quizá es el hambre lo que me hace delirar, pero podría decir que sabe a manjar de dioses; ante la idea sonrío, ni siquiera he probado lo que los inmortales comen como para hacer la comparación.
—Veo que lo estás disfrutando. —Dirijo mi atención al guerrero, él está prestando demasiada atención en mí.
—Sí, sabe bien —respondo tratando de ocultar mis emociones ya que últimamente estoy pareciendo una chiquilla con juguete nuevo.
—Me gusta verte comer, se nota que disfrutas mucho lo que llega a tu boca —dice mirando mis labios.
Me aclaro la garganta e ignoro su comentario, por el rabillo del ojo puedo ver que aún me sigue observando con bastante interés. «¿Será que la fruta era para compartir», pienso al recordar que prácticamente tomé todo lo que traía de sus manos dejándolo sin nada.
—¿Quieres? —pregunto ofreciendo la última pieza de fruta que me queda a medio morder.
—Sí —responde al tiempo que toma la fruta con su boca de mis dedos.
Mi cuerpo se eriza y mi respiración se agita cuando su lengua lame mis dedos.
Su sonrisa se amplía al notar que incluso me he puesto roja por la vergüenza.
—Creo que es mejor que nos apresuremos —digo nerviosa.
Él asiente un tanto divertido y yo apresuro mis pasos.
***
Después de un par de horas, el paisaje cambia de forma drástica; frente a mí aparece un pequeño puente de madera, por debajo de él, un río serpentea mostrando su cristalina agua. Una cálida brisa remueve mi cabello llenando de nostalgia mi ser.
Miro hacia atrás, con añoranza, dentro de mí sé que esto es un nuevo comienzo, una nueva vida. Dejo salir un suspiro mientras de a poco voy avanzando por la superficie maderosa, el crujido de algunas tablas me hacen dudar.
—No mires hacia abajo —advierte—, te puedes marear.
Yo solo me limito a asentir, la verdad es que no solo es el miedo a caer lo que me tiene nerviosa.
»Dame tu mano y confía en mí. —Hago lo que me indica sin dudar.
Él me sujeta con suavidad y no me suelta hasta que llegamos a tierra firme.
—Gracias —le susurro.
Alzo mi vista para admirar los altos muros que rodean la ciudad. A lo lejos se pueden divisar los guerreros que custodian la ciudad que guarda esos muros de piedra.
La puerta principal es abierta dejando a su acto un crujido que se mezcla con las voces de aquellos que dan órdenes al tiempo que nos abren el paso.
La ciudad principal del reino es hermosa, mis ojos bailan de un extremo a otro, admirando cada pequeño detalle.
—Bienvenida a tu reino, princesa —me susurra Mondrag. Fijo mi atención en él. El guerrero hace una pequeña reverencia y me sonríe.
Él es la segunda persona que me llama princesa, pero es la primera vez que siento ese título demasiado pesado y hasta podría decir tortuoso.
Tomo aire y vuelvo mi atención al castillo que se alza majestuoso más allá de la ciudad principal. Sus torres son tan altas que dan la impresión de perderse entre las nubes grises.
—¡Eire! —escucho que alguien me grita.
Es Shani acompañada de Dragfor quiénes vienen en mi dirección. Corro hacia ella aliviada de verla. Ella es la única persona familiar de la cual necesito aferrarme en este momento para saber que esto es real.
Con todos los cambios de un momento a otro por momentos me cuesta diferenciar los sueños de la realidad.
—Que bueno es verte —digo mientras nos tomamos de la mano.
Editado: 29.07.2023