El amor de la bestia

Capítulo 10

Unos toques insistentes en mi puerta hacen que me despierte. Con mucha dificultad me despego de las sábanas ya que anoche me costó conciliar el sueño pensando en todo lo que me dijeron. Me froto los ojos, los rayos del sol naciente traspasan por mi ventana, me levanto y camino sintiendo la pesadez en mi cuerpo por el sueño que aún tengo, llego hasta la puerta y abro.

Al otro lado me encuentro con Mondrag, quién me mira con asombro. Arrugo mi entrecejo, él trata de aclararse la garganta y entonces recuerdo que el diminuto camisón que llevo puesto es de una tela transparente, por instinto miro hacia abajo, mis pezones erectos se notan por debajo de la tela, me siento avergonzada y rápidamente me cruzo de brazos para ocultarme. Me giro rápidamente para colocándome detrás de la puerta, pero su voz me detiene.

—Buenos días, Eire —dice haciendo uso de su voz sexy y profunda—. Como vi que no te presentaste al comedor, te traje el desayuno.

Ni siquiera me di cuenta que traía sosteniendo algo entre sus manos.

 

—Gracias —respondo sin atreverme a voltear a verlo—. No te hubieras molestado, pero ya que estás aquí,  puedes hacer el favor de entrar y ponerlo sobre la mesa —pido sintiendo mis mejillas arder por vergüenza, no solo por lo que seguramente ya vio, si no también porque estoy segura que mi cabello luce como un nido de pájaros.

Lo veo colocar una bandeja que viene servida con huevos revueltos, tocino y un delicioso jugo de naranja. 

—No malinterpretes mis acciones —dice mostrando una pequeña sonrisa—, todo lo que hago es porque me interesa Arontanium y su gente. Apresúrate a desayunar, dentro de unos minutos empieza nuestro primer día de entrenamiento. Me he dado cuenta que no estás en buena forma, tu cuerpo necesita ganar músculo. —Al decir lo último me sonríe con suficiencia.

Mi cara está ardiendo de enojo. Tengo el impulso de tomar la bandeja y verter su contenido sobre su cabeza, el muy canalla acaba de juzgarme sin discreción, prácticamente me llamó débil.

—¡Eres un patán! Ahora vete de mi recámara —grito señalando la puerta, al ver que no se mueve, pierdo todo pudor y lo empujo fuera, luego le aviento la puerta en la cara.

Mi corazón late frenético, «Es un arrogante, el hecho que él sea perfecto no le da derecho a opinar sobre mí», pienso molesta. Tomo la bandeja y tiro el desayuno al basurero. No voy a comer nada que haya pasado por sus manos. Luego me voy directo al espejo para apreciar mi silueta; la verdad no tengo cuerpo de modelo, pero hasta éste momento me gustaba mi apariencia. 

«¿Y... por qué debe importarme lo que Mondrag piense?» murmuro para mis adentros.

Otros nuevos golpes me hacen desviar mi atención.

Me coloco un abrigo para no pasar la misma vergüenza y luego abro la puerta, dispuesta a arremeter en contra del imbécil ese, pero mis palabras se quedan ahogadas cuando veo que es mi padre. 

—Buenos días, hija mía.

—Buenos días, padre —respondo haciéndome a un lado para dejarlo pasar. 

—Sólo vine a desearte éxitos en tu primer día de entrenamiento, confío en que lo harás bien. Mondrag puede ser un poco exigente, pero te aseguro que estás en las mejores manos. No existe nadie en toda Eirlea a quien yo podría confiarle esta tarea.

—Confío en tu buen juicio —respondo sin atreverme a exteriorizar mi descontento.

—No te gustó el desayuno —pregunta al ver la bandeja metida en el cesto de basura.

Le dedico una sonrisa forzada sin saber que excusa poner.

»Sé paciente con Mondrag, él puede llegar a ser muy temperamental, pero es un buen guerrero y debes aprovechar a aprender las técnicas que te enseñe, él es muy poderoso y me interesa que aprendas a pelear como los de su especie.

—De acuerdo, prometo hacer mi mejor esfuerzo.

—Ponte ropa acorde para entrenar, Shani vendrá por ti.

Asiento en respuesta.

Mi padre se marcha dejándome con mis pensamientos. Dejo salir un suspiro mientras me quito las prendas de vestir; quedando solo en ropa interior. Las palabras del imbécil todavía hacen eco en mi mente. Me acerco nuevamente al espejo y me quedo absorta viendo mi reflejo.

—No importa lo que ese maldito diga, eres perfecta, Eire.

Un grito de asombro sale de mi garganta. Me doy la vuelta encontrándome con Breymont, quién está en el balcón mirándome fijamente. 

Me apresuro a cubrir mi desnudez.

—¿Qué haces aquí? ¡No tienes derecho a invadir mi privacidad! —exclamo furiosa.

—Perdón, amor mío, pero no es como si pudiera llegar por la puerta principal pidiendo a tu padre verte —responde dando un paso para acercarse a mí.

Su cercanía todavía me afecta, pero ahora ya no soy la misma niña tonta, ya no creo en sus palabras. Además, nunca voy a olvidar que por culpa de él, mi mundo se derrumbó.

—Quiero que te largues de mi habitación, de mi reino, de mi vida, te odio con la misma intensidad que Tirsha te amó. Como ves yo no soy ella, conozco tus verdaderas intenciones, y sé que tan solo eres un títere de tu madre. Y no olvides Breymont la promesa que te haré —digo dando un paso hacia él—: No importa el tiempo que me lleve, pero los destruiré. En mí, vas a tener tu peor pesadilla, me pagarán con sangre cada sufrimiento, y me deleitaré en el proceso. —Las ventanas empiezan a azotar con fuerza, mi ira está en aumento, pero él no retrocede, ni se inmuta, se mantiene sereno como si supiera que no le podré hacer daño. 



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, drama

Editado: 29.07.2023

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