Ya es un nuevo día, y sinceramente aún me siento muy cansada, el viento sopla fuerte, haciendo que las cortinas de mi habitación se muevan cual danza, me dirijo con pesadez hacia el balcón y dejo que el aire refresque mi habitación. El día se ve un poco opaco, las nubes grises surcan los cielos, arrugo mi frente al pensar que tan solo ayer el clima era cálido, ¿cómo podía cambiar de un momento a otro?, pero al parecer en el mundo inmortal también les está afectando los cambios climáticos tan bruscos.
Me doy la vuelta y camino hacia el buró, me siento en una silla acolchada color dorada y tomo un cepillo para ordenar un poco mi cabello. Dejo salir un pequeño suspiro, mi vida ha cambiado tanto en tan pocos días que muchas veces siento que es un sueño.
Me levanto con la intención de terminar de alistarme y salir a entrenar. Aunque sinceramente no tengo energías ni ánimo de hacerlo. Abro el armario y justo enfrente encuentro una prenda que antes no estaba ahí. La tomo y al hacerlo, algo cae al suelo, lo levanto dándome cuenta que es una nota. La desdoblo admirando la hermosa caligrafía. Mi corazón empieza a latir mientras leo.
«Eire, me tomé el atrevimiento de obsequiarte este abrigo, estoy seguro, es de tu talla. Se avecinan unos días un poco fríos y sabiendo lo friolenta que eres seguro te será muy útil. Además, tengo la esperanza que cuando estés abrigada con él, te haga pensar en mí».
Guardo la nota en un cajón con llave y luego extiendo la prenda: es un abrigo de piel color café; me lo pongo y en efecto me queda muy bien. Huelo la prenda... Hay algo familiar en ese olor, pero es un olor sutil, por lo que no estoy segura a quién pertenece el aroma. «¿Quién lo habrá dejado?», pienso. De inmediato descarto a mi padre y a Shani; si hubiera sido alguno de ellos me lo habrían dado personalmente. Sólo me quedan dos opciones, y no estoy segura de quién ha sido…
Termino de vestirme y sin lugar a dudas me coloco mi nueva adquisición, además, así será fácil averiguar quién me la ha obsequiado.
Salgo de mi habitación encontrándome con mi padre justo antes de llegar al comedor.
—Hija, ¿Qué haces levantada? Debes cuidarte, Mondrag ya me puso al tanto de lo sucedido. —Su mirada denota preocupación—. No debes tomar a la ligera ese ataque.
—Me siento mejor, padre —le aseguro mostrando una pequeña sonrisa forzada mientras toco de manera instintiva mi cabello.
—No te ves como aseguras estar; todo lo contrario —responde mientras me evalúa con su mirada—. Además, no se te da, el mentir bien. Te delatan tus ojos. Tu actuar me recuerda a tu madre: ella tampoco podía mentir. —Su voz se torna ronca al decir esas últimas palabras. Se acerca a mí y acaricia dulcemente mis mejillas.
—Padre, ayer antes del ataque del cuervo un anciano se me apareció, bueno eso creo —confieso tratando de encontrar las palabras adecuadas para contarle lo sucedido—, él solo llegó de la nada y me dijo un tipo de poema, que no entendí.
—Vamos, toma asiento, y cuéntame cuáles fueron las palabras exactas.
Hago exactamente lo que me dice. Me aclaro la garganta sintiéndome un poco nerviosa, pero mi padre me transmite confianza y amor con su actitud pasiva. De pronto no me siento tan perdida, pues sé que estoy rodeada de personas que se preocupan por mí y sobre todo no debo olvidar que me hace mucha ilusión estar con mi padre, el amor que me ha demostrado hace que mi corazón no duela tanto.
—No recuerdo con exactitud, pero hablaba de… la felicidad que el viento traía, también mencionó una mirada color esmeralda que les daba nueva esperanza. —Trago saliva al recordar la parte final—. La última estrofa decía: su corazón será rasgado y de él brotará la sangre para pagar así su precio. ¿Qué crees que signifique?
Mi padre se levanta dándome la espalda sin contestar mi pregunta.
—¿Padre, he dicho algo malo?
—Claro que no hija mía. —Su voz se escucha temblorosa.
—¿Es algo grave? ¿Se trata sobre mí? —Tengo miedo de preguntar eso, pero sé que tarde o temprano debo enfrentar mis miedos y este es solo el primero.
Mi padre se gira, sus ojos están llenos de lágrimas.
—Eire, fue el Oráculo que se te presentó y el poema es una profecía; debes hacer el esfuerzo por recordar con exactitud cada palabra que te dijo.
—¿El oráculo? —cuestiono sorprendida—, si esa fue una profecía significa que de cualquier manera se cumplirá ¿No es así padre?
—Prometo que voy a descifrar el significado y juntos buscaremos una solución —dice acercándose a mí y envolviendome en un dulce abrazo.
—Padre, no soy una niña —digo saliendo de su espacio—, y por alguna razón, sé muy bien lo que algunas palabras de la profecía significan. No temas por mí, sabré aceptar mi destino.
Quiero parecer fuerte, aunque por dentro estoy sintiendo temor.
—Hija, perdóname, soy un mal padre, en mi juventud actúe de forma imprudente, la curiosidad me hizo cometer muchos errores, rompí muchas reglas que fueron hechas para ser inquebrantables. Si soy egoísta diría que no me arrepiento, pues conocí el significado del verdadero amor, pero el precio que se debe pagar es muy alto para soportar. No quiero que salgas lastimada mi pequeña, yo debería ser el que recibe el castigo. —La voz de mi padre se quiebra y ahora sus lágrimas ruedan por sus mejillas.
Editado: 29.07.2023