Una luz extremadamente brillante me impedía ver, hasta que, de la nada, aparecí en una nave. Observé los alrededores y era moderna, tenía olor a metal, las paredes limpias de cobre, una mesa con los controles de la nave, el piso alfombrado en algunas partes para evitar sentir el frío metal, objetos raros como placas doradas con signos extraños, pinturas del espacio… por la ventana podía ver nuestro hogar: el planeta Tierra. Me acerqué al cristal, podía ver más que la tierra, era capaz de ver las estrellas, los meteoritos y otros cuántos planetas de nuestro sistema solar. Mientras seguía mirando maravillado, oí un sonido de tacones acercándose, me di la vuelta y era una chica que se acercaba. Era baja, como de 1.64 m de altura. Llevaba un vestido corto de color azul que acentuaba sus curvas, con guantes blancos y tacones de por lo menos 3 cm de altura. Ella sonrió al verme y dijo:
—Así que ya despertaste.
Yo la miré fijamente… No podía negar que era muy bella. Sacudí la cabeza, intentando disipar esos pensamientos, y pregunté:
—¿Dónde estoy y cómo llegué aquí?
Ella me explicó que estaba en una nave espacial, y que había llegado de una manera extraña, una luz brillante me trajo y me dejó aquí, decía. Quedé atónito.
—¿Cómo que llegué por una luz brillante? —pregunté incrédulo.
Pero ella insistió en que simplemente aparecí por la luz que me dejó tirado en el suelo, inconsciente.
Luego de charlar y conocernos mejor, me contó sobre la vida en el espacio, y sobre cómo era feliz sabiendo que hay tanto por explorar en este universo. También me habló de cómo los humanos han avanzado tecnológicamente, progresando con la exploración espacial, encontrando nuevos planetas, estrellas, nebulosas y muchas maravillas.
Mientras seguía hablando del espacio, yo no podía dejar de mirarla. Era hermosa… pero no físicamente. Era hermosa emocionalmente. Sabía cómo expresarse y lo hacía de una forma tan dulce, honesta y amable, su voz era dulce, sus ojos marrones brillaban de emoción… sus expresiones eran suaves, su toque ligero como una pluma y mientras se movía, parecía como si estuviera flotando, a pesar de que haya gravedad en la nave, su cabello castaño se balanceaba al caminar. Si no entendías algo, te lo explicaba con paciencia, de la manera más simple posible. Me hacía sentir seguro, tranquilo y relajado.
Después de una larga explicación del espacio y de la exploración, empezó a hablarme de la Voyager 1, esa nave que ha vagado por el espacio por más de 40 años con la única misión de enviar información. A pesar de que está en sus últimos momentos, sigue adelante, cumpliendo su propósito: vagar por el frío y vacío espacio interestelar, llevando consigo un pedazo de nosotros. El Disco de Oro.
Un disco que contiene saludos en 55 idiomas, música de Bach y Chuck Berry, sonidos de la Tierra… Una cápsula de esperanza, por si algún día alguien allá afuera la encuentra. Para que así, dentro de miles o millones de años, cuando ya no existamos, al menos sepan que alguna vez estuvimos aquí… que alguna vez existimos. Que alguna vez amamos tanto al universo que dejamos una huella. Esa es la Voyager 1.
Y así, ella seguía hablándome del espacio, de cómo le encantaría explorarlo todo. Tenía una sonrisa grande, encantadora y contagiosa. No pude evitar sonreír con ella. Mi corazón latía con fuerza… Era encantadora, y lo diré miles y millones de veces: era tan… Dios, ya no sé cómo explicarlo con simples palabras.
Pero esa felicidad no duraría para siempre.
Ella sonreía, pero me fijé que sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas mientras me miraba. Se acercó con pasos ligeros, sus tacones resonaban con un ruido bajo, extendió una mano temblorosa, tomó mi mano entre las suyas con fuerza, su mano era caliente a pesar de sus guantes. Su expresión pasó de felicidad a tristeza, las lágrimas caían a borbotones por sus mejillas. Su voz temblaba, no por miedo, sino por tristeza, … era hora de despertar me dijo.
La miré sorprendido y confundido, sin entender a qué se refería… hasta que mi cuerpo comenzó a desvanecerse como si pequeñas partículas de mí desprendieran lentamente. Ella me abrazó con fuerza, sentí su cuerpo temblar contra el mío, como si tuviera frío. Yo hice lo mismo, la envolví con mis brazos y la abracé con fuerza, sentí sus lágrimas mojar mi camisa. Su voz dulce sonaba quebrada, los jadeos de tristeza eran inevitables en ella.
—Nunca me olvides —dijo, con la voz quebrada de dolor, con lágrimas cayendo como cascadas por sus mejillas, su abrazo era más fuerte, como si no quisiera que me vaya.
—No lo haré… Nunca lo haré. Jamás me olvidaré de ti —respondí, mientras también lloraba y con la voz quebrada, mis lágrimas caían sobre su cabello pero eso no importaba, solo importaba… ese momento .
El abrazo era una última despedida, sabía que cuando esto acabe, mi corazón ya no será el mismo, cuando mi cuerpo terminó de desvanecerse, y otra luz brillante volvió a cubrir mi visión. Después de unos minutos, abrí los ojos lentamente, miré el techo de madera no tenía forma, ni magia, ni estrellas … Me levanté y me senté, empecé a mirar los alrededores, observando lo deprimente que era todo, estaba en mi habitación, en mi cama, una sonrisa se formó en mi cara, mis ojos traicionaban esa felicidad. Las lágrimas comenzaban a caer en borbotones al recordar ese hermoso sueño, parecía tan real, no podía aceptar que era un simple sueño, pero el golpe de realidad era inevitable. Desde entonces, sentí una gran admiración por el espacio, las estrellas, los planetas… sentí un gran amor por los cosmos.
-Fruto D.R (Seudónimo: MrDam)