Justin Ayala.
Ir caminando sumido en mis pensamiento es mi pasión, bueno, me dirigía al patio de la prisión del momento llamada "secundaria", sólo llevo tres días aquí y puedo confirmar que la odio, no hay nada interesante, es exactamente la misma mierda de siempre, pero en diferente país y esta vez no es un internado.
Las niñas hormonales que desean hablarme solo para ver quien tiene la dicha de ganar mi atención, lo que no saben es que no tienen nada de especial, todas con tres kilos de maquillaje en la cara para tapar sus imperfecciones y verse "hermosas", haciéndoles arreglos a los uniformes para que se vean más ajustados, y la personalidad tan falsa, incluso pareciera que tomaron un curso en el mismo sitio.
Los niños pubertos que pelean en la salida de la secundaria para demostrar quién puede ser el mandamás de la escuela, tratando de acercarse a mí porque les soy visiblemente atractivo a las chicas y así ellos serán notados, o simplemente porque tengo el celular más caro. Todos iguales, excepto mi hermano de otra madre, lástima que sea más grande que yo. En fin, niños queriendo jugar a ser grandes en busca de atención.
Y sé que si mis abuelos escucharan estos pensamientos en algún momento me dirían; "No Justin, no todas las personas son iguales" y les creo, prometo por la luna que les creo, pero hasta ahora solo he conocido dos personas que me parecen diferentes al resto, y no las pienso perder de mi vida. De hay en adelante, cada una de las personas y amigos que tengo tienen varias similitudes entre sí, así que me aferrare a mi dictamen. Volviendo.
Mis padres enviándome a esta secundaria porque es la que queda más cerca de casa, y es una de las más prestigiadas, sin importarles cuantas veces me negué. Mi hermana recordándome el motivo de que hoy esté en esta prisión, demasiadas cosas que aceptar para tan poco tiempo.
Voy tan ensimismado pensando en la simpleza y falsedad de las personas de las que tiendo rodearme, el asco de secundaria a la que mis padres me están enviando, y en las horas que me quedan para poder salir de aquí, que no se ni en qué momento me detuve, tampoco sé que en momento llegaron este par de niños a pararse en frente de mí.
La chica es una cabeza más chica que yo, morena, regordeta, mejillas con un sonrojo que puedo apostar es natural, de cabello negro y brillante peinado en una trenza con flequillo, sin una gota de maquillaje en la cara, y un uniforme tallas más grande que el que estoy seguro requiere, tiene ojos café demasiado expresivos con un brillo tan particular que puedo jurar no haberlo visto jamás y una sonrisa confiada y preciosa, digo , demasiado confiada para estar frente a mí. Ou, y además usa unos vans con calcetas blancas y largas en lugar de zapatos. Pero aún así se ve linda
Él es aún más bajo que ella, escuálido, de tez blanca, una nariz muy rara y el cabello más largo de lo que el reglamento escolar se supone permite, viéndolo bien se parece a Danny Ocean, deberían de llevarlo a cortarse el cabello, parece un chaneque.
—Hola, nos dijeron que eres nuevo, así que pensamos que era de muy mala educación no presentarnos
Dijo la chica de ojos marrones y sonrisa demasiado confiada, acompañada del chaneque que hasta ahora sólo asiente y sonríe.
Se tardó demasiado el comité de bienvenida en notarme ¿no?
—Sí, recién ingresé, me llamo Justin— No puedo verme como un idiota amargado, así que le... Les sonreí.
—Hey no conocía a ningún Justin además de Bieber—OH. DIOS. MIO el chaneque habla, pero ¿Eh?, no dijo algo muy listo y la pequeña lo sabe porque lo volteo a ver con una ceja alzada al estilo Derek, Derek Hale de Teen Wolf, ¿nadie?, bueno.
—Sí, bueno. Yo me llamo María, y él es mi amigo Daniel— Dijo para luego mirar a su amigo con una sonrisa muy tierna.
Que linda sonrisa
—Bueno Justin, es un placer conocerte, pero nos tenemos que ir, y la verdad no sabíamos que había alguien nuevo así que solo te podemos regalar un chicle. ¿Podrías aceptarlo, por favor?
Hizo un puchero demasiado tierno para ir en secundaria y me tendió un chicle de menta, el cual tuve que aceptar. ¿Qué?, soy alguien demasiado cortés como para rechazar algo que ella, perdón, que alguien me dé. Mis padres trataron de educarme para ser un caballero amable, y recibir chicles de niñas tiernas y desconocidas va en el paquete de caballero.
—Grracias, hmmm no me habían regalado nada
Maldición, mi español es demasiado raro. Le sonreí y abrí la envoltura del chicle. Oh mira el chicle es azul, estoy a punto de mascar un pitufo. Mire a María y al chaneque. —Lindo, gracias
Me metí el chicle a la boca y al solo probarlo se me durmió la lengua. Voltee a ver a María y ella ya no estaba, se había puesto a correr y cuando estaba a punto de perderse en la multitud de personas que había en el patio, Volteo.
—¡Son chicles sabor México, Justin!— Fue lo único que gritó, para seguir corriendo y ahora más rápido. Mierda, mierda, mierda. Este chicle sabe a ajo. Escupí el chicle, y no me importo que varios reprocharan. Qué diablos les pasa a esa niña, y a su secuaz en cuerpo de chaneque.
Qué hija de puta tan mas bonita.