SARA
Cuando la clase de física termina, puedo salir de mi clase, al fin. Diría que puedo respirar ya que no hay ningún chico fuera del aula esperando a... Ya se sabe quién, pero nunca se sabe. Podrían estar escondidos por ahí. En alguna parte.
Me dirijo hacia mi taquilla que para mi suerte –por favor, noten mi ironía- se encuentra en otro pasillo así que tengo que dar un mini paseíto. En un punto del camino, se me cae un libro al escuchar una música tan fuerte que se escucha en el pasillo de detrás de mí. Cuando me giro para ver qué pasa, veo a Poseidón con un grupo de tíos en camisetas de tirantes repartiendo folletos a todo el mundo. Poseidón baila al son de la música mientras reparte los papeles a todo el que se encuentra.
Cuando me divisa al final del pasillo, me saluda gritando mi nombre así que yo me apuro a recoger mi libro del suelo y retomar mi camino, pero solo bastan unas palabras de Poseidón para que todos esos chicos hagan una carrerilla por el pasillo.
— ¡NO SE CORRE POR LOS PASILLOS!... ¡Y NO SE PONE MÚSICA! —grita Lurdes, pero se echa a un lado cuando los chicos casi la atropellan.
Veo a la gente vitoreándoles mientras que ellos reparten los folletos a una velocidad récord.
— ¡Hacia la cafetería! —exclama el rubio a la cabeza del alboroto.
La cafetería está al final del pasillo. Para ir a mi taquilla tengo que girar a la derecha así que me pongo a correr. Voy a natación. No me es difícil nadar, tampoco correr. Tengo una velocidad normal y estoy orgullosa de ello.
Corro mientras que personas se quedan ahí esperando a que les pisoteen. Oigo la música más cerca, pero en el último instante tiro para la derecha y aunque ya no haga falta, corro hasta mi taquilla y cuando llego, la abro.
Me quedo un rato pensando en cómo coño me he puesto a hacer persecuciones desde que los Olimpo llegaron. Estoy bien con la natación y las dos malditas horas de E.F.
Cuando voy a cerrar la taquilla, una cara super sonriente me espera. Poseidón tiene la cabeza apoyada en la taquilla de al lado y me mira tendiéndome un folleto.
— No lo quiero.
— ¿Qué? No, venga, vamos —me coloca la hoja en la mano—. Mi hermana da una fiesta este viernes. Sé que no te gusta socializar, pero ven. Será divertido.
— Seguramente todos en la fiesta serán como tus amiguitos, los trogloditas, así que paso.
— ¿No te gustó como anunciamos la fiesta? —sonríe— Bailar hace que la gente se anime.
Chasqueó la lengua.
— Ahh, ¿estabas bailando? Pensé que te estaba dando un ataque epiléptico. No sé, te movías como un gusano —cargo mi mochila.
Ríe como si fuese la broma más graciosa del mundo mientras que yo frunzo el ceño al ver lo tonto que parece, aunque su risa suene medianamente bien.
— Me encanta cuando te metes conmigo —dice después de cinco segundos de risa. Me señala la hoja que me entrego hace unos momentos. Hoja de la que yo he hecho una bola—. Te invito porque me da pena ganarte siempre en cada carrera que hacemos. Yo te esperaré en la fiesta.
Suelto una risita irónica ante su cara de inocente. Hay que ser cerdo. No me hace falta ir a ninguna fiesta. Nunca me han invitado a una y me da igual. Me gusta estar sola, conmigo misma y mis pensamientos. La gente lo llama ser antisocial, yo lo llamo ser reservada.
— No voy a ir a la estúpida fiesta. Antes prefiero verme The Vampire Diaries que verme envuelta entre personas que no saben qué hacer con su vida aparte de malgastarla siendo subnormales por cinco horas completas.
— En eso te equivocas.
— Ah, ¿sí? —sonrío irónicamente.
— Seguramente serán más de cinco horas —me corrige.
Un corto silencio se instala entre ambos.
— Mira, déjame en paz —me propongo a irme.
— No, no —ríe parándome—. Es coña. O a lo mejor no. Pero insisto. Ven, ¿de acuerdo?
Me da un toquecito en la nariz con su dedo antes de darse la vuelta e irse en dirección a la cafetería. Respiro profundamente mientras me quedo ahí un rato parada, decidiendo si me apetece ir a la cafetería y seguir escuchando esa música tan horrorosa que se oye desde aquí o irme al gimnasio y asaltar el escondite de chuches de Carol, pero después pienso en mi dieta y comienzo a caminar hacia la cafetería.
— Samara Raquel —me llaman.
Reprimo el insultar a esa persona cuando veo que es la directora Gutiérrez con su típico estilo a lo Mary Poppins y el moño más apretado de la historia. Me da una mirada con significado “acompáñame” y la sigo hasta llegar a su pequeño pero apañado despacho donde también me encuentro con Raúl.
— Siéntate, por favor.
La hago caso mientras que Raúl no para de mirarme esperando alguna reacción de mi parte que todavía no llega. La directora procede a sentarse en su silla, al otro lado de la mesa, y carraspea antes de hablar.
— Dentro de dos meses, en nuestra institución, se celebrarán las competiciones de natación donde participarán representantes de otros institutos —empieza a explicar.
Lo sé. Sí, Mary Poppins, lo sé. Llevo sabiéndolo desde que empezó el curso. Así que si vas a decir lo que quiero que digas...
— Y queremos que tú seas nuestra representante.
Miro a Raúl quien sonríe, después a Gutiérrez, después a Raúl y así durante un rato bastante largo. Mi cara no expresa nada, pero mi cabeza está explotando.
— ¿En serio?
La directora asiente.
— Raúl te ha estado observando durante todo este curso y cree que eres la alumna más capacitada para competir.
Giro mi cabeza hacia Raúl. No sé si el tío se lo ha dicho porque no sabe una mierda y me vio como la mejor o porque en realidad sí que sabe y me ve potencial, pero, aun así, se merece que le choque los cinco después de todo esto.
— Aparte de que vendrán varios representantes de grupos de natación. Si lo haces bien, a lo mejor tendrás proyectos al salir de aquí —dice Raúl.