Narra Arabelle
Sonidos extraños y melodías anestésicas
Obviando tal episodio decidí explorar el lugar por mi cuenta, la propiedad es realmente extensa y con una vasta área verde. Iba caminando tan perdida en mis pensamientos que no me fijé que ya estaba bastante dentro del bosque que linda con el predio de la residencia y ya ni siquiera se la vislumbraba. Eso me asustó un poco, pero todavía se veía el camino pues la luz del día a pesar de ser escasa, iluminaba parte de la frondosidad del bosque.
Respiré hondo para tranquilizarme, no habré caminado tan lejos, de seguro ya me estuvieran buscando. Giré en mí misma pues no tenía idea de a dónde dirigirme hasta que un sonido estridente me paralizó por completo y, en ese instante me arrepentí de haberme alejado de la mansión.
Desde el instante en que pisamos este territorio sentí algo dentro de mí. Algo que no sé cómo explicar, no se lo dije a nadie, además, para qué lo haría. Mis padres están contentos por su nuevo trabajo, aunque sea en mitad de la nada. Bueno... dijeron que el pueblo está por aquí cerca y que nuestra casa está un poco retirada de este, pero no tanto, sin embargo, yo me siento extraña como si debiera alejarme de este lugar, como si el hecho de quedarme llegara a cambiar todo cuanto conozco, no sé qué pensar al respecto y menos en medio de un bosque inmenso, tenebroso, bueno, tenebroso en este momento para mí porque jamás estuve sola en un bosque, no obstante, solo a mí se me ocurre perderme en uno sin tener siquiera en funcionamiento mi sentido de orientación, algo que creo aquí tendré que aprender a utilizarlo. Sin embargo, contrario a mi reticencia a quedarme, una parte de mí siente que por fin está en su lugar, que al fin estoy donde hace tiempo debí haber estado.
Vuelvo a escuchar las ramas romperse y no tengo la certeza de si es alguien de la casa buscándome o si habrá algún animal por aquí queriendo devorarme. Dios, no quiero morir tan joven, ni siquiera he dado mi primer beso, y todo por estar esperando al idiota de Tom, el cual no me ha hecho caso en lo más mínimo. Tampoco es que yo me haya insinuado u ofrecido, de todos modos, debería haberse dado cuenta de que me gustaba, okey estoy siendo irracional, pero la circunstancia en que me encuentro lo justifica. Estoy sola, en medio de un bosque; desconocido, gigante, espantoso, con sonidos raros a punto de llover ahora que me doy cuenta y para colmo... sin mi teléfono, ahora que lo recuerdo lo dejé en mi bolso que también dejé. Dentro del coche. Excelente Arabelle, excelente. Te felicito.
Un aullido lastimero es la gota que me rebasa para literalmente perder mi voz y convertirme en una esfinge. Oigo como si un animal hubiese sido atrapado en una trampa y luchar sin éxito por escaparse, y por ese motivo soltara un quejido lastimero, el cual, siento me estuviese pasando a mí. La curiosidad me puede y el temor que anteriormente sentía se esfumó de la nada. Muevo mis pies hacia dónde me pareció escuchar el aullido, ahora que lo considero, ¿sería un cachorrito el que hubiera sido alcanzado por lo que sea que le esté causando dolor? No me sorprendería, es un bosque de magnitudes desmedidas y es muy lógico que hubiese: lobos, coyotes y más. Solo que desde pequeña he sentido una incomprensible fascinación por esos animales que la idea de encontrarme a uno no me mortifica en lo absoluto. Aunque debería hacerlo. Probablemente me coman en un bocado. Pero si fuesen esos animales, no sé por qué siento que no me molestaría.
Lo que en este momento escucho sí detiene mi corazón y provoca que me dé un mini infarto. Gritos, gritos de auxilio son los que oigo, ya no los quejidos de lamento ni el aullido lastimero, solo gritos, pero los gritos son humanos; masculinos hasta que se detienen y escucho otros gritos que esta vez pertenecen al género femenino. Me armo de valor y pregunto.
—¿Hay alguien ahí?
Las hojas esta vez se mueven levemente. Cómo si el sonido de mi voz los hubiera detenido.
Pero nada.
Silencio.
Esa fue toda la respuesta que obtuve... hasta que.
—¡Belle!
—¡Arabelle! ¿Dónde estás mi niña?
—¡Belle, cariño! ¿En dónde te has metido hija?
—¡Belle, hermana! Contéstanos.
Los gritos que estuve escuchando se detuvieron, la oscuridad se había cernido sobre mí y ni cuenta me di, la luna ya estaba en lo alto del cielo brillando en medio de las grandes y tempestuosas nubes, la brisa fresca erizaba mi piel. El griterío de mi familia llamándome, buscándome es lo que me saca de mi parálisis mental y les contesto.
—¡Aquí estoy! —grito a todo pulmón.
—¿Dónde mi niña? —pregunta mi madre.
—¡Aquí! —vuelvo a gritar pues todavía no los veo y por querer acercarme a los extraños sonidos me alejé aún más.
Ya en mi habitación, resulta que al volver toda la casa o al menos la mayor parte se encontraba en perfectas condiciones incluida mi habitación, —después de cenar y que me hicieran miles de preguntas y no les haya contestado ninguna, pues no sabía cómo hacerlo y no insistieron porque entendieron que lo habré pasado mal en el bosque en plena noche— pienso que fue surreal lo que viví hace unas horas e incluso más con lo que me dijo Joan antes de cenar.
—Sabes Belle, si Stefan; el portero, no nos hubiese dicho que no te encontrabas aquí, no habríamos ido a buscarte y, lo más raro es qué no nos dimos cuenta de nada.
Lo miré sin comprender.
—¿Por qué dices eso Joan? —inquirí curiosa.
—Porque parecía que estábamos en algún tipo de trance, ¿comprendes? —lo dice con una sonrisa en la cara.
—¿A qué te refieres?
—Al bajarnos del coche todos nos dirigimos junto a la fuente que se encuentra a un costado de la entrada y desprendía un sonido y aroma, cómo describirlo...
—Hipnótico. —completé por él.
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Editado: 10.10.2025