El amor del jefe. ¡ella es su mujer!

Campo minado.

Los días en Ferrer Global se sucedían con un ritmo frenético. Cataleya se había ganado la confianza y el respeto de muchos de sus colegas, pero su relación con Ezra era un campo minado de tensión. La atracción entre ellos era innegable, aunque ambos se esforzaban por mantener las cosas profesionales.

Una mañana, mientras Cataleya trabajaba en su oficina, recibió un correo de Ezra convocándola a una reunión urgente. Se ajustó el traje beige y se dirigió al despacho del CEO. Al entrar, encontró a Ezra revisando unos documentos, su expresión grave y concentrada.

—Buenos días, Señor Ferrer —saludó Cataleya, tratando de mantener la calma.

—Buenos días, señorita Ríos. Necesito que revises estos informes y prepares una presentación para la junta directiva. La reunión es en dos días —dijo Ezra, entregándole una carpeta gruesa.

Cataleya tomó los documentos, sintiendo la presión aumentar.

—Entendido. Me pondré a trabajar de inmediato.

Ezra la observó por un momento, notando la tensión en su rostro.

—Sé que es mucho trabajo, pero confío en que puedes manejarlo.

—Lo haré lo mejor posible, Señor Ferrer —respondió Cataleya con determinación.

Los siguientes días fueron agotadores. Cataleya pasó largas horas en su oficina, revisando cada detalle y preparando su presentación. Sentía la presión de impresionar no solo a Ezra, sino también a la junta directiva. En esos momentos de estrés, no podía evitar pensar en la atracción latente que sentía por él, una chispa que trataba de ignorar, pero que seguía allí.

La noche antes de la reunión, Cataleya trabajaba en su oficina cuando Ezra entró sin previo aviso.

—¿Cómo va la presentación? —preguntó, su tono más suave de lo habitual.

—Estoy terminando los últimos detalles. Quiero asegurarme de que todo esté perfecto —dijo Cataleya, sin levantar la vista de su pantalla.

Ezra se acercó, mirando los gráficos y datos en los que trabajaba.

—Estás haciendo un gran trabajo. Tómate un momento para descansar, no puedes dar lo mejor de ti si estás exhausta.

Cataleya finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos verdes de Ezra.

—Gracias, Señor Ferrer. Pero necesito terminar esto.

Ezra sonrió, admirando su dedicación, de todas las secretarías que había tenido, Cataleya era la más entregada al trabajo.

—Bien, pero recuerda que también es importante cuidarse a uno mismo.

Cataleya asintió, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y frustración. Sabía que Ezra tenía razón, pero también que el peso de sus expectativas era inmenso. Mientras él se marchaba, Cataleya se permitió un momento para respirar profundamente, tratando de calmar sus nervios.

La mañana de la reunión llegó y Cataleya se presentó en la sala de juntas, perfectamente vestida y con su presentación lista. La tensión en el aire era palpable mientras los miembros de la junta se acomodaban en sus asientos.

Ezra abrió la reunión con unas palabras, luego cedió la palabra a Cataleya. Ella comenzó a presentar sus informes con confianza, cada palabra medida y precisa. A medida que avanzaba, podía sentir la aprobación en las miradas de los directivos y, lo más importante, en la de Ezra.

Cuando terminó, hubo un momento de silencio antes de que los aplausos rompieran el aire. Cataleya dejó escapar un suspiro de alivio, sabiendo que había superado otro gran desafío. Ezra se levantó y se acercó a ella, extendiendo la mano.

—Excelente trabajo, Cataleya. Sabía que podrías hacerlo —dijo, su voz llena de orgullo.

Cataleya tomó su mano, sintiendo una conexión que iba más allá de lo profesional.

—Gracias, Señor Ferrer.

Mientras se miraban, el mundo parecía detenerse por un instante. La tensión y la atracción entre ellos eran innegables, pero ambos sabían que mantener las cosas profesionales era crucial. A pesar de todo, en esos breves momentos, algo profundo e inexplorado resonaba en sus corazones.

●◉◎◈◎◉●

Un mes después.

Ezra Ferrer se levantó esa mañana con una sensación de inquietud. Había recibido una llamada temprano de su madre, Mariana, informándole que su padre, con quien siempre había tenido una relación tensa, estaba gravemente enfermo. La noticia había removido viejas heridas y resentimientos, y Ezra no pudo evitar que su humor se deteriorara a lo largo del día.

Cuando llegó a la oficina, los empleados notaron la tensión en su rostro. Ezra, conocido por su control y compostura, ahora parecía una tormenta a punto de estallar. Cataleya, absorta en su trabajo, no tardó en darse cuenta del cambio en su jefe.

Cataleya estaba revisando unos documentos cuando Ezra irrumpió en su oficina.

—Cataleya, necesito que revises estos informes de inmediato. No pueden esperar —dijo, arrojando una pila de papeles sobre su escritorio.

Cataleya levantó la mirada, sorprendida por su brusquedad.

—Claro, Señor Ferrer. Estaba trabajando en el proyecto para la reunión de la tarde, pero puedo hacer esto primero.

Ezra frunció el ceño.

—No, quiero que termines esto ahora. La reunión puede esperar.

Cataleya asintió, tratando de mantener la calma.

—Está bien, me encargaré de esto.

Ezra salió de la oficina sin decir nada más, dejando a Cataleya con una sensación de incomodidad. Mientras revisaba los informes, no pudo evitar sentirse frustrada por la actitud de Ezra. Había trabajado duro para estar al día con todas sus tareas y ahora sentía que sus esfuerzos no eran valorados.

Más tarde, mientras Cataleya revisaba los documentos en la sala de conferencias, Ezra entró de nuevo, visiblemente agitado.

—¿Qué está tardando tanto, Cataleya? Necesito esos informes ahora.

Cataleya, sintiendo la presión, levantó la vista con un brillo de desafío en los ojos.

—Estoy terminando, Señor Ferrer. Pero me gustaría que entienda que también tengo otras responsabilidades que atender.

Ezra la miró, sorprendido por su respuesta directa. La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de enojo y atracción que parecía difícil de contener.




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