Ezra, aun lidiando con el malestar por las noticias familiares, se encontraba en su oficina intentando enfocarse en el trabajo cuando recibió una llamada de Rafael Delgado. Este había notado la creciente tensión entre Cataleya y su jefe, viendo una oportunidad para influir en la percepción que Ezra tenía de ella.
—Señor Ferrer, ¿puedo hablar con usted un momento? —preguntó Rafael al entrar en la oficina sin esperar respuesta.
Ezra levantó la vista, notando la mirada intensa de Rafael.
—Claro, Rafael. ¿Qué necesitas?
Rafael se acercó, cerrando la puerta detrás de él.
—He estado observando a Cataleya y tengo algunas preocupaciones. No estoy seguro de que sea la persona adecuada para el puesto que ocupa.
Ezra frunció el ceño, sintiendo una oleada de molestia.
—¿A qué te refieres?
—Es solo que… parece que su rendimiento no es consistente. Y me preocupa que su presencia aquí pueda generar problemas a largo plazo. Sabes que tenemos proyectos cruciales y no podemos arriesgarnos —dijo Rafael, su tono insinuante.
Ezra sabía que Rafael tenía un historial complicado con Cataleya, pero no podía ignorar lo que decía.
—¿Tienes ejemplos concretos de lo que estás diciendo?
Rafael asintió, sacando unos documentos de su portafolio.
—Aquí hay algunos informes que ella entregó tarde y con errores. No quería mencionarlo antes, pero creo que es importante que lo sepas.
Ezra tomó los documentos, revisándolos con atención. Aunque había algunos errores menores, sabía que Rafael estaba exagerando para hacer quedar mal a Cataleya.
—Gracias por traer esto a mi atención, Rafael. Lo revisaré con detalle.
—Solo quiero lo mejor para Ferrer Global —dijo Rafael, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Espero que podamos encontrar una solución adecuada.
Más tarde ese día, Ezra llamó a Cataleya a su oficina. Ella llegó rápidamente, notando la seriedad en su expresión.
—Señor Ferrer, ¿en qué puedo ayudarlo?
Ezra le mostró los documentos.
—Rafael me ha traído esto. ¿Tienes alguna explicación sobre los errores en estos informes?
Cataleya miró los documentos, sintiendo una mezcla de ira y tristeza. Reconoció los informes y recordó lo que pasó el día anterior revisándolos.
—Hubo un par de errores menores que ya corregí, pero estos informes se entregaron a tiempo. No entiendo por qué Rafael los habría traído ahora.
Ezra observó su reacción, notando la sinceridad y la frustración en sus ojos.
—Cataleya, confío en tu trabajo y sé qué eres capaz de hacer un excelente trabajo. No dejaré que un par de errores menores cambien eso.
Cataleya se sintió aliviada al escuchar las palabras de Ezra.
—Gracias, Señor Ferrer. Haré todo lo posible para evitar errores en el futuro.
Ezra asintió.
—Sé que Rafael puede ser difícil, pero confío en tu capacidad para manejar la situación. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo.
Cataleya agradeció el apoyo y salió de la oficina con una renovada sensación de confianza. Ezra, por su parte, observó a Cataleya salir y no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y preocupación.
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La tensión en la oficina de Ferrer Global se había vuelto una presencia constante. Cataleya se encontraba cada vez más en el punto de mira de Ezra, no solo por su desempeño, sino por la innegable atracción que había comenzado a surgir entre ellos.
Aunque ambos se esforzaban por mantener las cosas estrictamente profesionales, las chispas eran innegables.
Una tarde, Ezra convocó a Cataleya a su despacho para discutir un nuevo proyecto. Ella llegó puntual, vestida con un traje azul oscuro y el cabello recogido en un moño elegante. Al entrar, Ezra levantó la vista de sus documentos, sintiendo una mezcla de admiración y frustración.
—Buenos días, Señor Ferrer —dijo Cataleya, tomando asiento.
—Buenos días, señorita Ríos. Tenemos un nuevo proyecto en el que necesitaré su colaboración. Es una oportunidad importante para la empresa y no podemos permitirnos errores —dijo Ezra, con una mirada intensa.
Cataleya asintió, notando la tensión en el aire.
—Claro, Señor Ferrer. Estoy lista para asumir el desafío.
Ezra le entregó un dossier con la información del proyecto.
—Quiero que te encargues de la investigación preliminar y me presentes tus hallazgos al final de la semana.
Cataleya comenzó a revisar el material, pero no pudo evitar sentir la mirada de Ezra sobre ella. La presión era palpable, y aunque intentaba mantener la compostura, su mente no podía ignorar la atracción latente entre ellos.
—¿Algo más, Señor Ferrer? —preguntó Cataleya, levantando la vista de los documentos.
Ezra se reclinó en su silla, observándola con intensidad.
—Cataleya, sé qué eres capaz de hacer un excelente trabajo. Pero necesito que entiendas que este proyecto es crucial. Cualquier error podría tener consecuencias serias.
Cataleya asintió, pero no pudo evitar sentirse irritada por la constante presión.
—Lo entiendo, Señor Ferrer. Haré todo lo posible para que el proyecto sea un éxito.
Ezra se levantó de su silla y se acercó a la ventana, mirando la ciudad que se extendía a sus pies.
—Confío en tu capacidad, pero a veces me pregunto si entiendes la magnitud de lo que está en juego.
Cataleya se puso de pie, sintiendo cómo la tensión aumentaba.
—Señor Ferrer, he trabajado duro para llegar aquí y estoy comprometida con el éxito de esta empresa. Puede contar conmigo.
Ezra se volvió hacia ella, sus ojos verdes brillando con una mezcla de emociones.
—Eso espero, señorita Ríos. No podemos permitirnos fallar.
Mientras las palabras resonaban en el aire, ambos se dieron cuenta de la cercanía física y emocional que compartían. La tensión entre ellos no era solo profesional; era una corriente subterránea de deseo y complicidad que ninguno podía negar.
Cataleya, sintiendo el peso del momento, dio un paso atrás.