Mientras esperaban, Ezra no pudo evitar observar a Cataleya con preocupación. Aunque estaba disfrutando de la noche, no podía dejar de preguntarse si el alcohol había nublado su juicio.
—Eres muy guapo —dijo Cataleya mirándolo a los ojos.
Ezra solo sonrió, pero en su mente, las dudas persistían. ¿Estaba Cataleya consciente de lo que decía? ¿O el alcohol estaba influyendo en sus palabras y acciones? No quería aprovecharse de la situación, a pesar de que su mente y su corazón decían cosas diferentes.
Después de un rato, Bea se acercó tambaleándose ligeramente debido a los tragos. Sus ojos se iluminaron al ver a Ezra, aunque no lo reconoció.
—Cataleya, ¿quién es ese guapo hombre que está contigo? —preguntó Bea, su voz llena de curiosidad y deseo.
Cataleya, con una sonrisa irónica, respondió sin pensarlo mucho.
—Se parece a mi jefe, pero es tan serio, pero como un juez en un tribunal, que nunca iría a estos lugares. Debe ser su gemelo divertido.
Bea soltó una carcajada, claramente pasada de tragos.
—¡Vaya! Si tu jefe es tan guapo como este, deberías presentármelo.
Cataleya rio, disfrutando del momento.
—Sí, claro. Pero créeme, mi jefe es un hombre de negocios muy serio, pero demasiado nunca sonríe. No lo verías en una discoteca ni en un millón de años.
Ezra, que había escuchado toda la conversación, no sabía si reír o molestarse por los comentarios de Cataleya. Por un lado, le divertía la idea de ser visto como alguien tan serio y distante. Por otro lado, le molestaba que Cataleya no pudiera reconocerlo, aunque entendía que el alcohol sí estaba nublando su juicio.
—¿Qué están diciendo de mí? —preguntó Ezra, fingiendo estar ofendido, pero con una sonrisa en los labios.
Cataleya y Bea se giraron hacia él, pero la música y el ambiente seguían dificultando el reconocimiento.
—Que eres muy guapo —respondió Bea entre risas.
Cataleya, con la inhibición disminuida por el alcohol, lo tomó de la mano y lo llevó al centro de la pista.
—¡Baila conmigo!, dejemos a esa loca sola.
Ezra no pudo resistirse y aprovechó el momento para seguir bailando con Cataleya, disfrutando de la cercanía y la conexión que compartían.
Cataleya y Ezra seguían bailando, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la música. La cercanía entre ellos era innegable, y el ambiente de la discoteca solo intensificaba la conexión.
Cataleya, pasada de tragos, comenzó a hablar sin filtro, sus palabras fluyendo sin control.
—¿Sabes, guapo? —dijo Cataleya, su voz un poco arrastrada—. Eres tan… tan guapo. Como un… un príncipe de esos cuentos de hadas. Pero es más real, claro. Y… y más serio. Pero guapo. Muy guapo.
Ezra sonrió, divertido y conmovido por sus palabras, él envuelve a Cataleya con sus brazos mientras bailan, sintiendo el calor de sus cuerpos fundiéndose en uno solo. Sus movimientos son armoniosos, sensuales, como si estuvieran conectados en un nivel más profundo.
—Gracias, Cataleya. Tú también eres increíblemente hermosa.
Cataleya rio, su risa ligera y despreocupada.
—¿De verdad? ¿Lo dices en serio? Porque… porque a veces pienso que soy solo una chica sin belleza. Pero tú… tú eres como… como un sueño.
Ezra sintió una oleada de ternura hacia ella.
—Cataleya, eres mucho más que una chica normal. Eres especial.
Cataleya se detuvo por un momento, mirándolo a los ojos.
—¿De verdad lo crees?
Ezra asintió, su mirada sincera.
—Sí, lo creo.
Cataleya sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y alcohol. Sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia él y lo besó. Fue un beso suave, pero lleno de sentimiento. Ezra, aunque sorprendido, no pudo resistirse. Cerró los ojos y correspondió al beso, sintiendo cómo sus corazones latían al unísono.
El mundo a su alrededor pareció desvanecerse, dejando solo a ellos dos en ese momento íntimo. La música, las luces, la gente, todo se desvaneció mientras se perdían en el beso. Era como si el tiempo se hubiera detenido, permitiéndoles disfrutar de ese instante de conexión pura.
Ezra puede sentir el suave aroma al alcohol en su aliento, pero no puede evitar el deseo que lo consume. Sus labios se encuentran ahora en un beso apasionado, lleno de fuego y pasión.
Las manos de Ezra recorren el cuerpo de Cataleya, provocando sensaciones intensas y electricidad en el aire. Ella responde con la misma intensidad, desatando un deseo desenfrenado en ambos.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, sus corazones latiendo con fuerza. Ezra la miró, sus ojos llenos de emoción.
—Cataleya, no sabes cuánto he deseado esto.
Cataleya sonrió, sus mejillas sonrojadas.
—Besas muy bien, guapo.
La música retumbaba en la discoteca, envolviendo a Cataleya y Ezra en una atmósfera de sensualidad. Bailaban juntos, sus cuerpos se movían al ritmo de la música, pero ahora rozándose de manera provocativa y las miradas entre ellos eran cargadas de deseo y pasión.
De repente, Ezra tomó a Cataleya de la mano y la llevó hacia un rincón más apartado de la pista de baile. Sin decir una palabra, la atrajo hacia él y la besó con una intensidad arrolladora. Sus labios se fundieron en un beso apasionado, provocando chispas de deseo en lo más profundo de ellos.
Cataleya sintió cómo su cuerpo se encendía con el contacto de Ezra; la química entre ellos era innegable. Sin poder resistirse más, se dejó llevar por el momento y se entregó por completo a sus deseos más ocultos.
Sin decir una palabra, Ezra toma la mano de Cataleya y la guía fuera de la discoteca. Caminan juntos, con el corazón latiendo con fuerza en sus pechos. Llegan a la casa de Ezra, donde el deseo acumulado explota en una explosión de pasión desenfrenada.
Cataleya se despertó con una fuerte resaca, la luz del sol entraba por la ventana y le perforaba los ojos. Se llevó una mano a la cabeza y se incorporó lentamente en la cama.