El amor después de amar

Capitulo 5

"El peso en su pecho no había cedido en semanas, pero cuando sus ojos encontraron los de ella, algo diferente cruzó su mente por primera vez en mucho tiempo."

Liam

Habían sido meses de intensa búsqueda, de esperar y esperar y esperar y no cruzármela por ninguna parte, y no volverla a encontrar casualmente frente a aquel edificio. Cada mañana, mi rutina me llevaba de nuevo por aquella misma calle, con la esperanza ingenua de que, quizás, ella estuviera allí, como aquella primera vez. Pero cada día regresaba a mi vida sin su sombra, y con cada paso más me convencía de que tal vez la había idealizado, que no era más que un espejismo que mi mente, en su deseo, había construido.

Hasta que un día, sin aviso, ahí estaba. Atravesó las puertas de mi oficina con la misma calma con la que se había deslizado en mi memoria meses atrás. Mi corazón se detuvo. Era como si el tiempo se hubiera comprimido en un segundo eterno. Sentí el impulso de frotarme los ojos, como si temiera que fuera otra ilusión creada por mi anhelo. Pero no, estaba allí, de pie.

Fue en ese momento cuando algo en mi interior se reordenó. Todo el caos, la incertidumbre, las noches en vela preguntándome si la volvería a ver, desaparecieron al verla cruzar esa puerta. No pude evitar mirarla con la intensidad de alguien que ha buscado algo precioso durante demasiado tiempo. Ella no me vio de inmediato, ocupada con lo que parecía ser un breve escaneo de mí oficina, pero cada segundo que pasaba sentía cómo el aire se espesaba, como si el universo entero contuviera la respiración.

Finalmente, nuestros ojos se encontraron. No sé qué expresión tenía en el rostro, pero debió ser evidente lo que ella despertaba en mí. Mis pensamientos se atropellaron unos con otros, pero antes de que pudiera decir algo, ella habló, y su voz fue lo que terminó de destrozar mis defensas.

Su nombre no importaba en ese momento, porque su sola presencia lo llenaba todo. Sin embargo, cuando me dijo que era la hermana de la nueva encargada de seguridad, algo en mi cabeza encajó. Tenía una conexión directa conmigo, con mi entorno. No era una desconocida, era alguien que había estado, de alguna manera, más cerca de lo que yo pensaba todo este tiempo.

Le indiqué donde podría encontrar el baño, intentando ocultar la torpeza en mis gestos. Mientras hablaba, yo solo podía fijarme en los pequeños detalles de su rostro. La forma en que sus labios se curvaban ligeramente al hablar, el leve brillo en sus ojos que parecía iluminar todo lo demás. Y su voz... Dios, su voz. Era suave, casi como una caricia que me llegaba directo al alma. Cada palabra que pronunciaba me hacía caer más y más en ese abismo del que no estaba seguro de querer salir.

Le dije mi nombre, y note como se sorprendió, y al escucharla pronunciar mí apellido sentí que la distancia que había entre nosotros se desvanecía. Era como si al saber cómo se llamaba, y al escucharla decir mi nombre en voz alta, algo en mí se liberara. No era solo el sonido de su voz lo que me capturaba, sino la forma en que me hacía sentir, como si finalmente hubiera encontrado la pieza que faltaba en el rompecabezas de mi vida.

Hablamos poco, en realidad. Pero no importaba. Cada segundo con ella me hacía sentir más vivo de lo que me había sentido en meses. Todo lo que había estado buscando, lo que me había obsesionado, ahora estaba frente a mí, y lo único que podía hacer era escucharla, deleitarme con cada palabra que salía de su boca. Parecía que mi cerebro había dejado de funcionar correctamente, y mi corazón latía con una fuerza tan intensa que temía que ella pudiera escucharlo.

Finalmente, se despidió. Se fue con una gracia natural, y yo, paralizado, la vi caminar hacia la puerta. Me sonrió antes de salir, una sonrisa que hizo que mi estómago se revolviera y mi corazón latiera aún más rápido, si es que eso era posible. Cerró la puerta con suavidad, dejando tras de sí una estela de perfume y el eco de su voz en mi mente.

Y ahí me quedé, inmóvil en mi silla, con una sonrisa que no podía controlar en los labios y el corazón a punto de salirse del pecho. Lo había sabido desde el principio, desde aquella primera vez que la vi frente al edificio, pero ahora era diferente. Ahora lo sentía en cada fibra de mi ser: estaba cayendo rendido a sus pies, sin remedio, sin escapatoria. Y lo peor, o quizá lo mejor, era que no me importaba.

Me quedé así, sonriendo como un tonto, escuchando el latido de mi corazón que aún resonaba como si hubiera corrido una maratón. Sabía que estaba perdido. Sabía que, de alguna manera, ella había entrado en mi vida para quedarse.

Unos golpes en la puerta de mi habitación me sacaron de mis pensamientos.

- Liamsito, lamento interrumpir tu descanso, pero tu madre ha venido a visitarte. Anda, arriba-. Era mi nana, Lola, una presencia constante desde mi niñez, la única persona que realmente había conocido como abuela. Cuando me mudé para ir a la universidad, no pude resistirme a pedirle que viniera conmigo. Ella era mi refugio en momentos como este, cuando el caos de mis pensamientos no me dejaba en paz.

Me giré en la cama, atrapado entre el sueño y la vigilia, incapaz de sacudir la neblina de la noche anterior.

- Dame cinco minutos más, nana. No pude pegar ojo en toda la noche- , murmuré, apenas consciente de mis palabras.- Pregúntale a mi madre qué desea de desayuno y pide que lo preparen, por favor -.

Toda la madrugada, los ojos de Kate, aquellos ojos color tormenta que me habían atrapado desde el primer instante, se habían quedado conmigo, girando en mi mente como un eco que no podía ignorar. Era como si, con cada parpadeo, su imagen volviera a formarse con más nitidez, llenando el vacío de la habitación oscura.

- Se nota que no dormiste bien. ¿Qué fue esta vez? -, preguntó Lola con ese tono entre sabio y cariñoso que solo ella podía manejar. - Tu chica misteriosa ya dejó de serlo. Ahora puedes acercarte, conocerla. No debes dejar que nadie te quite el sueño. Si sientes que fue amor a primera vista, ve por ella, hijo- .




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