A primeras horas de la madrugada, la avioneta en la que viajaban Jennifer, sus padres Kimberly y Cristian, y los doctores, se estacionó en el techo del hospital.
El piloto abrió la puerta y los camilleros descendieron con cuidado, llevando a Jennifer en la camilla. Luego, la enfermera se bajó, seguida de los doctores. Kimberly y Cristian los siguieron; al llegar a la entrada, la enfermera abrió la puerta para que los camilleros ingresarán a la sala de emergencias con Jennifer. Después, los doctores entraron mientras Kimberly y Cristian se sentaron en la sala de espera..
Mientras estaba en la sala de emergencias, los camilleros acomodaron a Jennifer con cuidado y luego se retiraron. La enfermera le administró las vías para ponerle suero y un calmante para reducir la inflamación. Posteriormente, el médico realizó un chequeo para evaluar sus signos vitales y confirmar su estabilidad. Poco a poco, Jennifer comenzó a despertar y abrió los ojos con lentitud.
—¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde están mis padres? —preguntó, visiblemente desorientada.
—Buenos días, pequeña. Estás en el hospital. ¿Cómo te sientes? —inquirió el doctor.
—¿Por qué estoy en el hospital? No entiendo nada —respondió Jennifer, llena de confusión.
—Te trajeron al hospital porque sufriste un accidente —explicó el doctor.
—¿Qué accidente? —preguntó Jennifer, sintiéndose aún más desorientada.
—¿No recuerdas tu nombre o sabes cómo te llamas? —preguntó el doctor, haciendo las preguntas de rutina.
—Sí, me llamo Jennifer Campo. Soy hija de Kimberly y Cristian Campo, pero no recuerdo cómo ocurrió el accidente —respondió Jennifer.
—Entiendo que no puedes recordar lo del accidente. Te realizaré una tomografía para evaluar cuánto te afectó. No te preocupes, todo va a estar bien —dijo el doctor con amabilidad.
Poco después de que el doctor finalizó su conversación con Jennifer, salió de la habitación y se dirigió hacia la enfermera.
—Enfermera, lleve a Jennifer para que le hagan la tomografía —indicó el doctor mientras le entregaba la orden.
—Enseguida, doctor —respondió la enfermera mientras se retiraba.
La enfermera se dirigió a la habitación de Jennifer con la ayuda de los camilleros, quienes la llevaron para realizarle la tomografía. Mientras tanto, el doctor se encaminó hacia la sala de espera, donde estaban los padres de Jennifer.
—Buenos días, señora Kimberly; buenos días, señor Cristian. Tengo noticias que compartir, pero no son prometedoras —anunció el doctor.
—Buenos días, doctor. ¿Qué ocurre? —respondió Kimberly, visiblemente angustiada.
—Su hija Jennifer despertó, pero no recuerda cómo ocurrió el accidente. Ya le ordené a la enfermera que realizara la tomografía para evaluar el daño que le pudo haber causado —informó el doctor.
—Dios mío, no puede estar pasando esto —dijo Kimberly, entristecida.
—Es importante que mantenga la calma, señora Kimberly. Su hija necesita que usted sea fuerte. Tan pronto como reciba los resultados de la tomografía, regresaré —se despidió el doctor.
Pocos minutos después, Cristian llamó a su hermana Emilia desde su móvil para pedirle que lo recibiera en su casa.
—Buenos días, hermana. Disculpa la hora, pero ¿puedes recibirnos? Tuve una emergencia con mi esposa y estoy en el hospital con mi hija—le explicó.
—Buenos días, hermano. ¿Qué le pasó a mi sobrina? No te preocupes, puede quedarse aquí—respondió Emilia.
—Mi hija Sara estaba teniendo una fuerte discusión con su hermana Jennifer y la empujó por las escaleras—le relató Cristian.
—No te preocupes, hermano, todo estará bien. Nos vemos en casa—respondió Emilia.
—Gracias, hermana, y disculpa la molestia—se despidió Cristian.
Después de finalizar la llamada, Cristian se levantó de la silla y fue al cafetín del hospital a traer dos cafés. Una vez que se fue, llegó la enfermera, y los camilleros trajeron a Jennifer, acomodándola con cuidado en la cama. Se marcharon, y la enfermera le entregó los resultados de la tomografía al médico.
El doctor se reunió con su compañero Mariano para evaluar la tomografía, y el diagnóstico reveló que Jennifer sufría de amnesia retrógrada, lo que le impedía recordar lo sucedido durante el accidente.
Cristian concluyó de pagar los cafés, revisó su móvil y vio varias llamadas perdidas de Rosángela. Decidió devolverle la llamada.
—Buenos días, cariño, lamento no haber podido contestar. Debí salir de viaje porque la situación con mi hija se complicó—le explicó Cristian con ternura.
—Buenos días, amor. No te preocupes, espero que todo mejore pronto. Te extraño mucho—respondió Rosángela, triste.
—Yo también te extraño mucho, cariño—respondió Cristian dulcemente antes de despedirse.
Tras finalizar la llamada, Cristian se dirigió a la sala de espera donde estaba su esposa Kimberly y le entregó el café.
Cristian se sentó y le pasó el café a Kimberly.
—Debes tranquilizarte, nuestra hija es fuerte y saldrá bien —dijo, tratando de darle ánimos.
—¿Cómo puedo calmarme? Es nuestra hija —respondió Kimberly entre lágrimas.
—Por favor, intenta calmarte, estamos en el hospital —contestó Cristian, visiblemente molesto.
Kimberly tomó su café, se secó las lágrimas con el pañuelo y luchó por contener su rabia, ya que no podía entender cómo su esposo había cambiado. Ya no era el compañero amoroso y tierno que solía ser; ahora se mostraba mucho más cruel.
Ambos doctores salieron y se dirigieron a la sala de espera, donde estaban los padres de Jennifer.
—Señora Kimberly, señor Cristian, acompáñenme al consultorio—dijo el doctor con seriedad.
—¿Qué le sucedió a mi hija, doctor?—preguntaron preocupados Kimberly y Cristian.
—Es mejor tratarlo en el consultorio—respondió el doctor.
—Está bien, doctor—contestaron ambos.
Kimberly y Cristian lo siguieron al consultorio y tomaron asiento al entrar.
—Señora Kimberly, señor Cristian, ya están listos los resultados de la tomografía. Su hija Jennifer sufre de amnesia retrógrada, lo que significa que no podrá recordar lo que ocurrió durante el accidente. Este proceso de recuperación requerirá tiempo—informó el doctor.
—¿Cuánto tiempo podría durar la amnesia retrógrada?—preguntó Kimberly, visiblemente preocupada.
—La amnesia puede ser temporal y eventualmente desaparecer, o puede volverse permanente—agregó el doctor.
—Pobre de mi niña, solo tiene 10 años. Esto no puede estar pasando—dijo con la voz temblorosa. —Doctor, ¿puedo ver a mi hija?
—Señora Kimberly, intente mantener la calma. Debe ser fuerte por ella y apoyarla. Ella puede experimentar algunos episodios debido al trastorno post-accidente, pero puede ir a visitarla. Por favor, trate de no alterarla—sugirió el doctor.
—Gracias, doctor—respondió Kimberly más tranquila.
El doctor condujo a Kimberly y Cristian hasta la puerta del consultorio, mientras la enfermera llegó para llevarlo a la habitación donde estaba Jennifer.
Al entrar en la habitación, Kimberly y Cristian encontraron a su hija Jennifer con vendas en la cabeza y las piernas. Kimberly, al verla en ese estado, no pudo contener las lágrimas, mientras que Cristian se mantuvo firme ante la situación. La enfermera se retiró, dejándolos a solas. Kimberly se acercó con cautela a su pequeña y le dio un beso en la frente.
—Hola, mi niña, ¿cómo te encuentras?—preguntó Kimberly al entrar.
—Hola, mami, solo me duele la cabeza y las piernas—respondió Jennifer, sintiéndose adolorida.
Cristian se acercó a su hija, le dio un beso en la frente y le dijo:
—Hola, pequeña, ya estoy aquí contigo—saludó Cristian con ternura.
—Hola, papá—respondió Jennifer, sintiendo el dolor.
—Todo estará bien, pequeña. Eres muy fuerte y valiente. Yo estaré afuera; te dejo con tu mamá—le dijo Cristian al salir de la habitación.
—Está bien, papi—respondió Jennifer.
Cristian salió del cuarto de su hija, y Kimberly se quedó con ella.
Kimberly le leyó un cuento a su hija Jennifer, quien poco a poco se fue quedando dormida. Unos minutos después, Cristian entró en la habitación y se acostó al lado del mueble, también cayendo en un profundo sueño por el cansancio. Mientras tanto, Kimberly siguió atenta a su hija Jennifer.