Cristian, después de tomar una ducha caliente y cambiarse de ropa, se puso su perfume y bajó a desayunar con su hermana. Al llegar, la Nana sirvió el desayuno y luego se retiró. Cristian, entonces, utilizó su móvil para hacer una reserva en un hotel, con la intención de sorprender a Rosángela.
—Buenas tardes, soy Cristian Campos Más y deseo reservar una noche en su hotel. Me gustaría solicitar que decoren la habitación con flores y que me traigan champaña—dijo Cristian.
—Buenas tardes, es un placer atenderle. ¿Está celebrando algo especial?—preguntó la secretaria con amabilidad.
—Sí, señorita, es una celebración importante. Le agradecería que todo salga perfecto, ya que es una sorpresa para mi novia, Rosángela—respondió Cristian.
—No se preocupe, señor, van a querer pedir algo más además de la champaña y la decoración—comentó la secretaria.
—Me gustaría una cena especial—dijo Cristian.
—Perfecto señor Cristian—se despidió la secretaria.
Cristian terminó de hablar por teléfono y no se percató de que su hermana Emilia ya había bajado de la biblioteca y estaba sentada en el comedor.
—¿Vas a salir, hermano? —preguntó Emilia con curiosidad.
—Disculpa, hermana, no te había visto. Sí, voy a salir; tengo una cita especial con Rosángela —respondió Cristian.
—Hermano, recuerda lo que hablamos; por favor, habla con Kimberly sobre Rosángela—le recordó Emilia con un tono serio.
—No te preocupes, se lo diré cuando mi hija salga del hospital—respondió Cristian, algo nervioso.
Después de terminar el desayuno, Cristian se despidió de su hermana y de la Nana, y salió de casa en dirección a la joyería para comprar un detalle especial para Rosángela.
La joyería estaba a solo unas pocas cuadras de su casa, así que decidió caminar. Mientras lo hacía, tomó su móvil y llamó a Rosángela.
—Hola, buenas tardes, cariño. ¿Cómo te sientes? Te llamo para darte una sorpresa—dijo Cristian con cariño.
—Hola, buenas tardes, amorcito. Estoy bien, te extraño mucho. ¿Qué sorpresa será?—respondió Rosángela, con un tono de tristeza.
—Quiero que te arregles y te pongas muy hermosa, te llevaré a un lugar especial—dijo Cristian, intentando levantarle el ánimo.
—Está bien, cariño, gracias por la sorpresa—respondió Rosángela antes de colgar la llamada.
Cristian entró a la joyería y, al observar las diversas piezas, una en particular llamó su atención. Se acercó a la vendedora.
—Buenas tardes, señorita. Estoy buscando una joya para mi novia —comentó Cristian.
—Buenas tardes, señor Cristian. Es un placer atenderle en nuestra joyería. ¿Qué tipo de joya tiene en mente? —respondió la vendedora con amabilidad.
—Me gustaría un juego de collares y un anillo especial que tenga la inicial de mi novia —dijo Cristian, señalando el mostrador.
—Has elegido una hermosa joya, excelente elección, señor Cristian. ¿Le gustaría una tarjeta para la dedicatoria de la joya? —preguntó la vendedora.
—Sí, por favor, quiero incluir una dedicatoria en la joya —respondió Cristian con emoción.
Mientras la vendedora se retiraba a buscar la joya, Cristian tomó un bolígrafo y escribió la dedicatoria:
*"Mi querida Rosángela, eres muy importante para mí. Gracias por escucharme y estar siempre a mi lado. Espero que te guste mi regalo. Atentamente, tu enamorado, Cristian."*
Cuando la vendedora regresó con la joya en una caja de regalo, colocó la dedicatoria dentro. Cristian pagó por el regalo y le agradeció por su atención antes de marcharse para prepararse.
Cristian llegó a casa de su hermana, subió a su cuarto y disfrutó de una ducha caliente. Después, se cambió y eligió un atuendo más elegante para la ocasión, se aplicó perfume y se puso su reloj. Luego, llamó a un taxi para que recogiera a Rosángela y la llevara al hotel donde se encontrarían.
—Buenas tardes, necesito un servicio especial de taxi—dijo Cristian amablemente.
—Buenas tardes, señor Cristian. ¿A dónde debo llevar a la señorita?—preguntó el chofer.
—Al hotel Wilton, por favor. Cuando la deje en la entrada, me avisa—le indicó Cristian.
—No se preocupe, señor Cristian—respondió el chofer antes de despedirse.
Mientras tanto, en casa de Rosángela, ella buscaba su mejor lencería para combinarla con el vestido que había elegido para sorprender a Cristian. Se alisó el cabello y se maquilló, luego se puso las zapatillas antes de salir de su habitación para hablar con su empleada.
Cristian envió un mensaje a Rosángela:
"Querida Rosángela, he mandado un taxi para que te recoja y te lleve al lugar donde nos veremos."
Con el regalo que le había comprado para ella en la mano, Cristian bajó de la habitación, tomó prestado el carro de su hermana Emilia y se dirigió al hotel.
Al salir, Rosángela revisó su móvil y vio un mensaje de Cristian. Le respondió: "Gracias, cariño. Nos vemos en un momento".
La empleada se acercó y le dijo:
—Buenas noches, mi niña. ¡Qué hermosa te ves!
—Gracias, Lucrecia. Hoy no regresaré a casa, así que ve a descansar temprano. Me llevo la llave—respondió Rosángela antes de despedirse.
Minutos después, llegó el taxi a su casa. Rosángela salió y el chófer le abrió la puerta. Ella subió al vehículo, él también se acomodó y se dirigieron al hotel.
Cristian llegó al hotel, aparcó su auto en la entrada y bajó. Al entrar, se dirigió a la recepción.
—Buenas noches, señorita. Tengo una reservación en el hotel. ¿Está lista la habitación que prepararon para mi novia?—preguntó Cristian, un poco nervioso.
—Buenas noches, señor Cristian. La habitación está lista y quedó hermosa; espero que su novia disfrute de la decoración. Aquí tiene la llave—respondió la recepcionista.
—Muchas gracias, señorita—contestó Cristian.
Unos minutos después, Rosángela llegó en taxi. El chófer le abrió la puerta, ella pagó y se bajó del auto. Luego, entró al hotel. Cristian quedó maravillado al ver a Rosángela con su hermoso vestido.
Cristian se acercó a Rosángela y le dio un dulce beso en la mejilla. Juntos subieron las escaleras hacia la habitación. Al llegar, Cristian abrió la puerta y, con un pañuelo, le vendó los ojos a Rosángela para que no viera la sorpresa que había preparado para ella.
Cristian cerró la puerta de la habitación y le quitó la venda de los ojos a Rosángela. Al ver la sorpresa, ella no pudo evitar llorar de emoción. La habitación estaba adornada con pétalos de rosa por todas partes, y en la cama, los pétalos formaban un corazón.
—Gracias por la sorpresa, cariño, está hermosa. ¿Qué estamos celebrando? —preguntó Rosángela con una enorme sonrisa.
—Mi amor, he preparado una reservación especial para nosotros. Quiero agradecerte por todo este tiempo juntos y pedirte que seas mi novia—dijo Cristian, enamorado, mientras sacaba un anillo de su bolsillo y se arrodillaba.
—Haces que me sienta la mujer más feliz del mundo, cariño. Gracias por esta sorpresa. Acepto ser tu esposa, pero primero debes divorciarte de tu antigua esposa—dijo Rosángela.
—No te angusties por eso en este momento, simplemente disfruta de tu sorpresa—dijo Cristian, mientras la abrazaba por la cintura y la besaba.
Rosángela correspondió al beso de Cristian, entregándole un beso aún más apasionado e intenso.
Cristian tomó su móvil, lo apagó para no recibir llamadas y lo dejó a un lado de la cama. Luego, llevó a Rosángela a la mesa, donde había preparado una cena encantadora, y le ayudó a sentarse antes de tomar su lugar. Sirvió champán en las copas y le entregó una a Rosángela. Hicieron un brindis.
—Brindemos por nosotros y por esta noche tan especial —dijo Cristian, levantando su copa.
—¡Salud! —exclamó Rosángela con gran alegría.
Tras la cena, Cristian tomó la mano de Rosángela y la llevó con cariño hacia la cama. Sus pasos eran pausados, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. Al llegar, la miró a los ojos con ternura, acariciando su mejilla antes de besarla suavemente. Luego, con mucho cuidado, la ayudó a recostarse.
—Eres hermosa—susurró, sin apartar la mirada de su rostro.
Elevó lentamente su mano hacia el cierre del vestido y lo bajó con delicadeza. Al soltar la tela, quedó expuesta la elegante lencería que Rosángela había escogido con cuidado. Su rostro se iluminó con un suave sonrojo, lo que hizo que Cristian sonriera. Conmovido por su inocencia y belleza, le dio un cálido beso en los labios. Ella respondió con más intensidad, dejando entrever el deseo reprimido y la confianza que le entregaba.
—Cristian, recuerda que es mi primera vez—susurró apenas.
—Tranquila, mi amor.
Cristian la trató con ternura, acariciándola con cariño y respeto, como si cada gesto representara una promesa silenciosa. Comprendía que para Rosángela sería su primera vez, así que se aseguró de que cada instante fuera especial, guiándola sin apuros y permitiéndole marcar el ritmo.
Rosángela, con el corazón latiendo con fuerza, se entregó por completo, consciente de que estaba con alguien que la cuidaba y la valoraba. Esa noche no solo fue un encuentro físico, sino el inicio de una conexión más profunda entre ambos.
Mientras Cristian pasaba una noche romántica con su amante Rosángela en el hotel, su esposa Kimberly permanecía en el hospital cuidando de su hija Jennifer, Ajena por lo que estaba ocurriendo.