El amor en los tiempos del internet

Capítulo 6: ¡Skype!

Al otro día, cuando volví del colegio, tenía mensajes de la maga en Facebook, disculpándose por haberme hablado ebria, decía que se sentía avergonzada, aunque estaba aliviada de no haberme mandado un audio en ese estado. Me preguntaba si necesitaba hablar por el tema del embarazo de mi madre, y se disculpaba por no haberme dado la contención adecuada. Yo me reí y le dije que no se preocupara, que había sido divertido y que me había hecho sentir mejor a su manera.

Le pregunté qué tal había estado la fiesta de anoche, cómo la había pasado y muy sutilmente le pregunté también si había podido besar a Gus, no es que me importara, pero me daba mucha curiosidad.

—Bueno, probablemente tú no me entiendas porque eres muy puro, curanderito, pero la verdad es... –hizo una pausa dramática, pues no escribió nada durante varios segundos.

—¿Qué? –Le tuve que preguntar.

—Que no me acuerdo –me confesó seguido de varias risas escritas.

—¿Qué? ¿Cómo podrías haberte olvidado de eso?

¡Era su primer beso! ¿Se lo tomaba tan a la ligera?

—¡Estaba ebria! ¿Ok? –me respondió—. Gran parte de lo que hablé contigo lo recuerdo porque está escrito.

—¿Te olvidaste de todo lo demás?

—No de todo, de algunas partes, y entonces no supe si lo besé al final o no. Aunque sé que bailé con él. ¡Pero no te preocupes! ¡Mañana es el cumpleaños de Paula, y hará otra fiesta! Probablemente Gus también vaya y ahí podré averiguar sutilmente si ya nos besamos antes o si mañana será nuestro primer beso. –Se volvió a reír.

—De acuerdo –le respondí—, suerte con eso.

—¿Quieres jugar al Magnus? –me cambió de tema entonces, por lo que internamente le agradecí—. Tengo unas horas que matar antes de irme a la peluquería.

—Claro que sí –acepté. Siempre iba a ser afirmativa mi respuesta a esa pregunta.

—¿Tienes skype? –me preguntó—. Podríamos jugar y hablarnos a la vez, sería más fácil coordinar.

¡Qué buena idea! ¡Por supuesto que quería! ¡Y además quería conocer su voz y su acento mexicano! Nos agregamos a skype y de inmediato me llegó su llamada, ¡qué emoción! Me di cuenta de que los nervios estaban tomando el control porque comencé a despeinarme involuntariamente, detalle que me delataba. De nuevo comenzaba a sentir esa sensación mu parecida al vértigo. Respiré hondo, intenté tranquilizarme y la atendí, pero esperé a que ella dijera la primera palabra.

—¿Bueno? –La escuché saludarme alargando la última vocal.

Ahogué un suspiro sin que ella me escuchara, su voz era suave y jovial, con un acento dulce, un sonido muy agradable de escuchar. ¿Qué me pasaba? Era solo una llamada, nada que no hubiera hecho antes en mi vida y jamás me había sentido de esta manera.

—Hola –le respondí, y mi voz me salió torpe y ronca, carraspeé—. Hola –repetí, ahora con una mejor entonación, más varonil.

Escuché su risa melódica por primera vez y me provocó una sonrisa.

—¿Estás bien? –me preguntó.

—Sí –le respondí, y sin saber qué más agregar, dije—, ¡vamos a matar a esos demonios!

—En realidad –me frenó—, estaba pensando que ya que subimos de nivel, ahora podríamos matar algo mejor: dragones, por ejemplo, están bien chidos, dan mucho oro.

—¡Wow! Pero esos bichos no son débiles a lo sagrado, no les podré hacer daño. ¡Y además vuelan!

—No tengas miedo, curanderito –se rió pícaramente—, tú cúbreme, yo puedo con ellos si tengo tus bendiciones y si curas mi vida en el peor de los casos.

Nunca antes nos habíamos aventurado a luchar contra esas criaturas y mucho menos siendo solo dos. Pero me gustaba su actitud osada, de modo que accedí a entrar en los tenebrosos calabozos de esas criaturas aladas.

Disfruté mucho jugando al Magnus con ella a la vez que escuchaba su voz. No solo asesinamos muchísimos dragones y ganamos mucho oro en el juego, sino que también charlamos y nos reímos mucho. Ella intentó imitar mi acento argentino y yo hice lo mismo con el suyo, a ninguno le salió bien y se prestó para reírnos aún más.

También aprendimos un poco de vocabulario argentino y mexicano respectivamente, por ejemplo, yo aprendí “ahorita”, que lejos de ser un ahora chiquito, es un tiempo indefinido, puede significar “enseguida, después, en diez minutos, mañana o quién sabe” o eso me dijo Lutina. Ella se rió mucho cuando se me escapó un “che”, y lo estuvo repitiendo varias veces. “Che” es la forma en como los argentinos podemos llamarnos sin decir el nombre de la persona, es casi como un “oye”.




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