El amor es para idiotas

Capítulo 4 La esperanza crece bajo la lluvia

 

Había sido un largo viaje hasta llegar a esa zona de Nueva York, una donde la gente no andaba con pistolas o armas blancas asomando de sus bolsillos. Sabía de sobra que tenía la gran suerte de haber conocido otros lugares y otras cosas a lo largo de mi vida, había tenido la suerte de tener una buena familia, llena de amor y de compresión, en lugar de un padre en prisión y una madre alcohólica que trabajara de noche con diversos hombres para poder mantener a sus hijos y sus gustos, ya que su marido se hallaba en prisión por narcotráfico, robo o asesinato.

Sí, yo había nacido en una cuna de oro, pero siempre preferí el amor de mi madre al dinero y la vacía mansión de mi padre, quien siempre estaba de viaje por sus múltiples negocios. Sabía que había corrido con la suerte de estudiar y era consciente de que la gran mayoría de niños que vivían en mi barrio jamás habían tocado un libro, por eso me molestaba de sobremanera que mi hermano menor, teniendo la posibilidad que yo le daba de estudiar, la rechazara por irse con sus "amigos" para hacer quien sabe que cosas, en lo más peligroso de esa zona de Nueva York en la que vivíamos. Por eso, cada vez que salía de ese oscuro lugar daba gracias por las amplias oportunidades que la vida me había dado, pero que también me había quitado, porque sí, ahora ya no tenía nada. Nada de lo que antes siempre disfruté.

Sí, había trabajado a partir de mis quince años, nunca me gustó que me dieran dinero solo por "mi cara bonita", por lo que hice múltiples trabajos en las empresas de mi padre hasta llegar a ser su asistente personal y así pude pasar más tiempo con él, fue difícil compaginar mis estudios con el trabajo, sobretodo siendo tan joven, lo que más quieren los chicos es divertirse, por lo que fue duro, pero lo logré y ahora estoy preparada para la vida que me espera, no como mi hermano, quien nació en cuna de oro y jamás salió de ella, ni para ir al baño prácticamente. Iba a pasarlo mal, de eso estaba segura. Por mi parte yo tenía que seguir mi vida, para mantener a mi hijo, ayudar a mi madre con sus gastos y por supuesto mantenerme a mí misma. Me gustaría poder seguir con mis estudios y ser una gran doctora como mi padre algún día, pero tenía prioridades y las conocía demasiado bien, por lo que primero ayudaría a mi familia y luego vería como seguir con mis estudios. Lo primero que debía hacer era encontrar un trabajo, cosa que no sería muy difícil en aquella basta ciudad, sobre todo con mi inteligencia y belleza. No es por ser egocéntrica, pero es la verdad. Cualquier hombre me daría un trabajo sin dudar, aunque fuese algo inútil, pero me serviría para obtener algo con lo que alimentar a mi hijo. Par mí eso era suficiente.

Como ya dije, había salido de ese lugar para buscar una mejor vida para mí y para mi familia, el problema era que no tenía ni la menor idea de por donde comenzar. Me había sobrado el dinero justo para el primer mes de alquiler de uno de los minúsculos apartamentos que había visto en los anuncios del último periódico de la semana, pero no sabía si alguien ya se me había adelantado, tampoco sabía dónde estaban esas calles en las que se encontraban los apartamentos, no conocía tan bien Manhattan como para llegar sola, por lo que tuve que preguntarle a varias personas como llegar hasta allí. Después de conseguir un lugar donde quedarme tendría que ponerme a buscar inmediatamente un trabajo o no tendría ni para comer.

—No me puedo creer que esté en esta situación. Todo es culpa de esa zorra, pero me las va a pagar... Más le vale que no me la encuentre en la calle o va a desear no haber nacido. —Dije entre dientes mientras apretaba con fuerza el mango de mi maleta de ruedas. Había muchas personas en las calles, por lo que tenía que ir con cuidado de que nadie se lastimara con mi maleta o de que la empujaran haciéndome caer de bruces contra el suelo.

Suspiré con pesadez y tomé mi teléfono para llamar a mi madre y preguntar por Gavin. No llevaba mucho tiempo junto a mi bebé, apenas era un recién nacido y ya estaba separada de él, pero no me quedaba de otra si quería que tuviese un mejor futuro. —Solo tengo que trabajar duro para progresar lo antes posible y así traer a Gavin conmigo. —En eso iba pensando cuando una gota de agua cayó sobre la pantalla de mi móvil.
 

—¿Qué? Oh, vamos...  No puede ser verdad, tienes  que estar jugando. — Le dije al cielo enfurecida y sorprendida. Él me respondió con otra gota de agua, una seguida de otra más, y otra y otra y cientos de ellas. Todas bajaban a una gran velocidad para estrellarse sobre mí y el resto de los neoyorkinos. Solté un leve quejido mientras observaba a toda la gente sacar paraguas de sus bolsos o maletines y abrirlos para cubrirse de esa inesperada lluvia, bueno al menos para mí era inesperada.

Guardé mi teléfono en el bolsillo de mi chaqueta y tras agarrar con fuerza mi maleta de ruedas comencé a correr por las calles de la bella Nueva York en busca de un lugar donde poder resguardarme de la lluvia.

Corrí por varios minutos, me habría detenido en una parada de autobús, pero todas estaban ocupadas por más gente que trataba de resguardarse del agua. Cuando ya no pude más me detuve en una pequeña esquina que era cubierta por un pedacito de techo, allí tomé algo de aire y me tomé unos minutos para poder centrarme y saber donde estaba. Obviamente desconocía el lugar, pero para mi suerte el pedacito de techo que me cubría pertenecía a una bonita cafetería, por lo que había logrado encontrar un lugar en el cual poder descasar un rato, tomar algo caliente para el frío y donde poder pedir unas buenas indicaciones.



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En el texto hay: amor, drama y romance

Editado: 15.08.2018

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