¡el amor es una mierda!

Capítulo 5 Bailando sobre fuego y margaritas

—¿Huirías conmigo?

Huir, desde que llegué aquí es lo único que quiero hacer, huir. Pero esa idea es impulsiva, algo que hubiera hecho sin pensarlo dos veces, pero en otro momento, no ahora. Huir y después, ¿qué va a pasar?, seríamos felices un mes y quizás hasta tres, pero después de eso tendríamos que volver a la realidad. Y somos dos extraños, él no me conoce y hay una pequeña parte de mí que siente que solo le gusto por esa razón, porque aún no me conoce y soy un misterio para Ian, algo que siente debe descifrar.

A pesar que yo me mostré casi tal y como soy con Derek, él prefirió a mi hermana, siempre la prefieren a ella, yo siempre termino siendo la segunda opción. Siempre ha sido así, cuando estábamos en el colegio y Sophie o Elizabeth rechazaban a alguien, después venían a mí. Deseo ser la primera opción de alguien alguna vez, por eso amé cuando me fui a Italia, irme fue como una bocanada de aire fresco. Allá no era la hermana de nadie, solo era yo.

—¿Por qué debería hacerlo? —le pregunto.

Él sonríe divertido.

—La pregunta correcta es, ¿por qué no hacerlo?

—Porque te vas a casar con mi hermana, no la amas, pero debes tener tus razones.

Él parece recordar algo y asiente pensativo. Algo en sus recuerdos le molesta.

Él le da un beso a la margarita que le acabo de dar y sale de mi habitación. Me siento en la cama y respiro hondo, porque estoy física y mentalmente exhausta. Me siento confundida y algo perdida, sentimientos totalmente extraños para mí.

¿Qué me estás haciendo Ian Basset?

Me recuesto en la cama y me doy cuenta que no puedo quedarme a la boda, no puedo verlo parado en el altar esperando a mí hermana, no puedo verlos casarse porque algo dentro de mí se revuelve y me provoca náuseas. Me paro de la cama y me cambio de ropa, tomo la maleta que está aún sin abrir en mi armario y salgo de mi habitación, camino hasta la habitación de Alex y toco tres veces hasta que él me dice que pase. Cuando me ve, su mirada va de la maleta a mí y sin decirme nada me abraza. Extrañado tanto estos abrazos donde me siento segura.

—Fue Sophie, ella se acostó con Derek.

Alex me mira un momento antes de volverme abrazar.

—No podemos esperar más de ella.

Alex está enfadado, pero me escucha sin interrumpir mientras yo le cuento como los encontré y lo que ella me dijo.

—Pobrecita pequeña, tenías que decirme lo que pasó. Me siento tan orgulloso de ti porque has manejado la situación con mucha madurez.

Claro, como cualquier persona madura fui y seduje al novio de mi hermana en su despedida de soltero para vengarme. Muy madura.

—Me quiero ir, por favor. Sólo será un mes, máximo dos, prometo que cuando regrese me quedaré, pero déjame ir, por favor. No quiero estar en la boda.

Como es de esperar Alex me entiende y él mismo me lleva hasta el aeropuerto, se queda conmigo un momento y después se marcha para llegar a la boda y me promete hablar con Sophie, yo sé que él va hablar con ella, pero ella no va a cambiar. 

Y en este momento ellos se deben estar casando, en este momento ya deben ser marido y mujer. Ahora tendré que ver cómo ellos se besan mientras yo permanezco sola en un rincón, deseando haberlo conocido antes, retroceder el tiempo y desear haber huido con él.

 

3 meses después

Las cosas cambian en un instante, en un momento vas por la calle y te encuentras con alguien que solo cinco segundos antes era un completo extraño, pero algo pasa, llámalo casualidad, destino o simples sucesos de la vida, puedes llamarlo como quieras, pero solo basta un instante para que ese extraño se vuelva alguien importante para ti. No hay forma exacta de explicarlo, solo que hay ciertas personas, muy pocas, que entran a nuestra vida y nos hacen sentir en poco tiempo, lo que otras personas no lograron hacernos sentir.

Dicen que a veces no es el tiempo, que es la persona, y tal vez en mi caso eso sea verdad.

Él esta ahí, me digo en mi mente.

Lo veo, es real, él está ahí sentado frente al piano tocando una hermosa y triste melodía. Tiene los ojos cerrados y esta tan sumido en sus pensamientos que no me escucha entrar, me quito los zapatos y los dejo junto a la puerta mientras la cierro despacio. Camino hasta él y pongo mis manos en sus ojos. Él se sobresalta e intenta quitar mis manos.

—¿Quién soy? —le preguntó con una sonrisa.

Él se queda quieto y baja las manos.

—Emma... —dice mi nombre en un suave susurro. Su voz, por fin estoy escuchando su voz en vivo y en directo.

Quito mis manos y él se gira para mirarme, me mira incrédulo y yo me lanzó a sus brazos. Respiro su aroma y siento que estoy en casa. Él es la razón por lo que decidí alargar mi viaje, él y los sentimientos hacia él, sentimientos que no me puedo permitir sentir. Y creí que tenía esos sentimientos bajo control, que era algo fugaz pero no. Al tenerlo frente a mí, al estar en sus brazos estos sentimientos hacia él se vuelven más reales y más fuertes.

—Emma, Emma, Emma—dice mi nombre tantas veces, y se aparta de mí para tocar mi rostro como si no creyera que estoy aquí y me sonríe.

Desde que me fui a Italia, ambos hemos he estado en contacto, hablamos todos los días y nos escribimos en todo momento hasta por la mínima cosa, incluso hacemos vídeo llamada, ni siquiera sé cómo sucedió o como logramos conseguir el número del otro. El sabio de David me dijo que no lo hiciera, que no aceptara ser su amiga, que ser su amiga solo haría que mis sentimientos aumenten y tenía razón. Él siempre tiene razón, tengo que empezar a escuchar sus consejos.

—Toma— le digo mientras le doy la margarita que tenía en mi cabello.

Ian toma la margarita y le da un casto beso. Me aparto un poco de él y me doy cuenta que la sala está llena de margaritas.

—¿Cómo sabías que venía hoy? —le pregunto mientras sonrió como una tonta.




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