¡el amor es una mierda!

Capítulo 22 ¿Cuánto durará esta calma?

Siento que el tiempo se detiene y no puedo pensar con claridad, solo quiero llegar al hospital y ver como esta David, solo quiero verlo. Si algo malo le llega a pasar no podría soportarlo. ¿Qué sería de mí sin David? No puedo ni siquiera imaginarlo.

—Tranquila, pequeña, todo va a estar bien —me tranquiliza Alex mientras me da un beso en la frente—. Es David, hierba mala nunca muere.

Trato de sonreír, pero no puedo, tengo miedo.

—Sé que no es el momento —me empieza a decir Alex—, pero me puedes explicar porque tienes un guardaespaldas.

Alex señala con el mentón a Jazper que insistió en manejar el auto de Alex hasta el hospital. Alex se lo permitió porque así podía estar pendiente de mí.

—Es una larga historia hermano, no quiero mentirte y no puedo contarte gran parte de lo que sucede, pero estoy bien. No te preocupes.

Sé que eso solo lo va a preocupar más, pero no sé cómo contarle una parte de la historia sin terminar diciendo que me acuesto o me acostaba con Ian. Alex no sé tomará muy bien eso, si le digo la verdad se sentirá decepcionado de mí. Tampoco puedo mentirle, le voy a contar todo, pero no ahora. Ahora no es el momento, ni el lugar.

Cuando llegamos al hospital corro hasta la recepción a pedir información. La enfermera es poco amable y se demora una eternidad en decirme en que habitación está David.

—139 —me dice al fin.

139, 139, 139 —repito mientras corro en busca de la habitación. Alguien me grita que no corra, pero en este momento no me importa. Cuando al fin llego a la habitación 139 mi mano tiembla y se queda quieta en el pomo de la puerta sin poder girarla. Alex pone una mano en mi hombro y me susurra que todo estará bien. Tomo aire y giro el pomo de la puerta. Cuando la puerta se abre cierro los ojos por miedo a ver a mi mejor amigo lleno de tubos.

—Pero que bonita —me grita David—, estas preocupada por mí. Ya veo que estar al borde de la muerte es la única manera que tengo que mi amiga se digne a visitarme.

Abro los ojos ante la sorpresa de escuchar su voz y lo veo sentado en la cama comiendo gelatina. Cuando lo miro él me sonríe y me saluda con la mano como si nada.

—Mierda David, estaba muy preocupada por ti —le grito— ¿Qué te pasó? Eres un dramático de lo peor, me desmayé del susto.

Camino hasta él y me siento en el filo de la cama.

—Qué bonita eres, en serio, te ves tan tierna en este momento —me dice—. Yo vivo con el Jesús en la boca contigo, por una vez que yo te asusto ya haces un drama.

Reprimo el impulso de pegarle en el brazo cuando veo que tiene enyesado el brazo izquierdo.

—Tuve un accidente —me empieza a contar David—. Iba a cruzar la calle cuando una bicicleta me derribó. Quedé tendido en la calle, fue horrible, las personas empezaron agruparse a mi alrededor y yo trataba de verme lo mejor posible en esa situación, antes muerto que sencillo. yo seguía tendido en el piso por la vergüenza, me rehusé a pararme hasta que la gente se aleje, pero empezaron a decir que tenía un golpe serio en la cabeza. Emma fue todo un drama, ya cuando quise pararme fue muy tarde porque llegó la ambulancia y me trajo aquí. Me dieron gelatina de fresa —me enseña la gelatina—. Y una paleta para que deje de llorar cuando me estaban curando el brazo.

Esa historia es tan David.

—Entonces estas aquí por idiota.

—Que mala eres, estoy aquí porque me lastimé el brazo —me señala su brazo roto—. Pudo ser algo serio. Imagínate que en lugar de una bicicleta hubiera sido un auto, ya no estaría aquí hablando contigo. ¿Qué sería de ti sin mí? ¿Qué sería de la humanidad sin mí?

No puedo evitar abrazarlo. Él al principio me empieza a molestar por lo preocupada que estoy, pero después simplemente me abraza. Alex se despide de nosotros y promete venir al salir de la oficina.

—David no sabes todo lo que ha pasado —le digo—, tengo tanto que contarte.

—Emma me sorprendería si no tuvieras algo que contarme. Ya te he dicho que tu vida es una telenovela turca. Tú eres mi novela en vivo y en directo.

Veo su dulce mirada y no puedo evitar sentir ganas de llorar al saber que lo pude perder.

—Eres tan blandita que me quiero morir —dice él con voz de Agnes, la niña de mi villano favorito—. Ya mujer, deja el drama que estoy bien, ahora mejor empieza a contarme  que ha pasado.

Suspiro y me siento más tranquila al saber que está bien. Le quito lo que queda de gelatina y empiezo a contar lo que ha pasado. Cuando termino de contar toda la historia David no puede hablar de la sorpresa.

—Creo que estamos en una dimensión desconocida, Emma, o en una especie de broma. ¿En serio Sophie te defendió? —le digo que sí con la cabeza— No lo puedo creer, la perra de hielo está mostrando sentimientos. ¿Crees que se va a morir? —lo miro confundida y él sigue hablando—. Ya sabes, cuando la gente está al borde de la muerte decide cambiar su forma de ser. O quizás ella simplemente enloqueció. Nunca creí que diría esto, pero Sophie hizo algo bueno. Ahora ya lo he visto todo.

Mientras converso con David tocan la puerta y Annie asoma su cabeza.

—¿Puedo pasar? —pregunta y tanto David como yo decimos que sí—. Vine a penas Ian me avisó.

Annie no pudo asistir a la ceremonia porque tenía junto con Ian una reunión de negocios muy importante. Annie es la encarga de las relaciones públicas de la constructora Basset.

—Ian está afuera —me dice—. Y por cierto que guapo que esta tu guardaespaldas. ¿Sabes si tiene novia? Porque yo no vi sortija de matrimonio.

Me rio ante la expresión de Annie.

—No lo sé, ya le voy a preguntar y te cuento.

Ella da pequeños brinquitos y me agradece por el favor.

—Pero que no sé enteré Ian, él es muy celoso y sobreprotector. En realidad todos mis hermanos lo son, es muy difícil ser la menor con tres hermanos hombres.

Annie hace un gesto dramático mientras se sienta en el sofá individual café que esta junto a una ventana con persianas.

—Ya regreso.

David y Annie me quedan mirando de forma pícara.

—Y ahí va Ícaro volando cerca del sol —me dice David.— Su historia de amor es muy romántica, imagínate cuando les pregunten como se conocieron: verán, él era el esposo de mi hermana y yo me acosté con él una noche antes de su boda y después seguimos teniendo sexo como conejos. ¡Qué romántico! Y debo agregar que me acosté con él para vengarme de mi hermana porque ella se acostó con mí, en ese entonces, novio. ¡Más romántico todavía!

Annie solo se ríe, no dice nada, pero puedo ver que está feliz por nosotros. Salgo de la habitación y camino por el pasillo hasta la sala de espera. Ian está de pie cerca de la máquina de café. Cuando me ve camina hasta mí y me abraza. Cierro los ojos y recuesto mi mejilla en su pecho, dejo que él me sostenga. No me doy cuenta que me siento mentalmente cansada.

—¿Cómo estás? —me pregunta Ian después de un momento.

—Podría estar mejor —me separó de él para mirarlo a los ojos—. ¿Podemos irnos? Me gustaría olvidarme de todo por un momento y necesito que tú me ayudes a olvidar.




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