Es inevitable en estos momentos no pensar en aquellos buenos tiempos, regresar hace solo unas horas antes cuando él estaba junto a mí. Quiero llorar, gritar y patalear, quiero gritarle a la vida por hacerme esto, pero no hago nada. Me quedo en shock de rodillas en el piso mirando mis manos. Las voces de todos se escuchan lejanas, escucho como dicen mi nombre, pero no puedo responder. Siento que si me muevo o digo algo todo eso se volverá real. No quiero que sea real, me aferro a un pequeño hilo de posibilidad que sea solo un sueño. Un mal sueño. Me rehúso a perder a ninguno de los dos, no es justo. Acabo de conocer a una Sophie que no sabía que existía, un lado de mi hermana que es realmente increíble, no puedo perderla ahora y tampoco puedo perder al amor de mi vida.
¿Por qué la vida es tan cruel? Porque todos los planes se desvanecen como si no significaran nada. ¿Dónde quedan las promesas? ¿A dónde va nuestros felices por siempre? ¿Qué será de nuestro amor? ¿Qué será de mí si lo pierdo? Tantas preguntas y no puedo contestar ninguna.
—Emma, ven cariño —Erick me mueve un poco para que yo reaccione—, necesitamos ir al hospital.
Yo no respondo, no quiero ir a ningún lado. Pero me paro con ayuda de Erick y siento como alguien me jala fuera de mi apartamento y me lleva hasta el ascensor. Todo pasó tan rápido, en menos de un parpadeo. ¿Quién de los dos es? No quiero saber, siento que no podré resistir saber quién es.
El trayecto hacia el hospital se hace eterno, realmente siento que voy camino al infierno. Mi corazón late deprisa mientras el auto se detiene frente al área de emergencias. No me quiero bajar del auto, pero Annie me abre la puerta y trata de sonreír, pero sé que al igual que yo no puede hacerlo. Las sonrisas se esfuman en estos momentos. Mis piernas tiemblan y el frío de la noche me hace temblar ligeramente. Subo el cierre de mi chaqueta y miro el cielo un momento. Está nublado, parece que en cualquier momento va a llover. Siempre me gustó la lluvia y en estos momentos pienso en aquellas gotas, pienso en las nubes y pienso en la luna que hoy no puedo ver. Trato de pensar en diferentes cosas para evitar pensar en lo único que realmente me importa.
Cuando nos acercamos a recepción por información la enfermera habla con Erick porque yo simplemente no puedo hablar. Ella le dice que tenemos que esperar al doctor por información pero que hay un cuerpo en la morgue que tenemos que ir a reconocer. Sus palabras son un fuerte golpe de realidad, una cachetada para que reaccione y me dé cuenta que así piense en un millón de cosas diferentes, así llore y grite tan fuerte como pueda, uno de los dos está muerto y no hay nada que yo pueda hacer.
—Me acaban de informar que la señorita Sophie, está consciente —dice la enfermera con una sonrisa mientras sostiene el teléfono en su oreja—, pueden pasar a verla si desean, solo familiares.
Es Ian, si Sophie está bien, es Ian. Ian está muerto, mi Ian, murió.
No, esto no puede estar pasando, no él, no ahora. No puedo recordar ni cuáles fueron sus últimas palabras hacía mí, ni siquiera me pude despedir, no le dije cuanto lo amaba. No puedo aceptarlo. Al parecer no podemos encontrar la luz, las sombras siempre nos arrastran a la oscuridad. Y todos los sueños y promesas desaparecen, se evaporan frente a mí y escucho al destino reírse en mi cara y gritarme que quizás él y yo no estábamos destinados a estar juntos por siempre, que éramos algo pasajero. Un amor efímero. ¿Qué voy hacer sin él? ¿Qué voy hacer sin su amor? Me estoy muriendo en este momento, aquí de pie y en silencio. Siento que me acaban de apuñalar, la realidad se clava en mí como mil puñales de fuego. Me está quemando por dentro y los recuerdos, todos aquellos buenos momentos, me están destruyendo.
—Ian —digo su nombre sin pensarlo, como si decir su nombre fuera a cambiar lo que ha sucedido—. Ian, dios santo. Esto no puede ser real.
Por favor, no me dejes —digo en mi mente.
Escucho a Annie llorar en el hombro de Erick y siento a David poner una mano en mi hombro y como acaricia suavemente mi espalda.
—No, no es Ian —les digo—. Lo sé, lo siento dentro de mí. Él no me dejaría, lo prometió. Él no está muerto.
No sé porque digo todo eso, pero en el fondo de mi corazón lo siento así. No puede ser él o puede que yo simplemente me rehúso a ver la verdad. Pero es que simplemente no puedo aceptar que él ya no está.
Me acerco a la enfermera que está en recepción y antes que le pregunte algo el doctor se acerca a Erick. Es un hombre de estatura baja y regordete, tiene una barba que cubre toda su cara y una mirada que trasmite calma.
—¿Ustedes son los familiares del señor Basset?
—Yo soy hermano de Ian y ella es hermana de Sophie —le responde Erick.
El doctor revisa unos documentos y nos mira algo confundido y se gira hacia la enfermera que está recepción.
—¿No han llegado los familiares de la chica que está en la morgue?
Todos nos miramos sin saber de qué está hablando.
—Espere —le digo al doctor—, ¿había alguien más en el auto?
El doctor asiente con la cabeza.
—Una mujer más, lamentable falleció y no hemos podido reconocerla porque no posee ningún documento.
¿Quién es? Un nombre viene a mi mente, pero no creo o tal vez si es ella.
—¿Ian está bien? —pregunto.
—En este momento lo están operando porque tiene varias fracturas y una fuerte contusión en la cabeza. Las fracturas no son tan graves a excepción de la fractura en su pierna izquierda.
Él está vivo, sigue luchando. Sabía que él no se daría por vencido tan fácil.
Erick habla con el doctor y dice que irá a ver el cuerpo de aquella mujer para ver si la puede reconocer. Los demás vamos a ver a Sophie. Cuando llegamos a su habitación ella está sentada sobre la camilla discutiendo con el enfermero.
—Quítame eso, pedazo de estúpido o te juro que te mato en este mismo instante —le dice Sophie al enfermero que le está acomodando una intravenosa en su mano derecha.
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Editado: 12.07.2022