El amor llega tiernamente.

Relato 2. Mi amor esmeralda.

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 Mi amor esmeralda.

Libero el lazo morado con rayas verde que sujeta mi rizada melena: mi color preferido y el suyo encajan la perfección, acaricio la piel de mi cartera. Luego de diez extenuantes horas laborales llenas de litigios, demandas y esperanzas rotas, las que sean vuelto rutinas aun sin darme cuenta.

Miro sobre mis descotados hombros llenos de millones de pecas con las cuales pueden llenar una constelación, sonrío al ver la pantalla negra de mi computadora como aquellos ojos azabaches que me entregan tranquilidad. Camino casi inerte hacia el ascensor, rogando no compartirlo; esa es la razón por la cual siempre espero que el atardecer roce el ventanal que me brinda una vista panorámica de mi sofocante ciudad.

El deseado tintineo con toque metalizado anuncia que estoy a punto de entrar en relajación, en efecto, avanzo solo dos pasos para autoenclaustrarme entre estas cuatro paredes de vidrio mientras baja los veinte pisos que me separa de quien forma parte de mi alma.

Cierro los ojos y activo mis sentidos; empieza mi conteo mental.

 «Piso veinte»; mi corazón brinca descontrolado cuando un centenar de dragones multicolor expulsan mariposas que revolotean en mi interior. Sabiendo que mi amor Esmeralda espera por mí. 

«Piso quince»; recuesto mi espalda, dejando que el frío espejo sea quien intente cambiar mi temperatura corporal, pero es inútil, pues, mi calor es la antesala de mi entrega. 

«Piso diez»; peino mi rebelde cabellera, aun sabiendo que a mi amor le gusta así: libre sin atadura. Una amarga sonrisa se esconde en mi interior cuando recuerdo que confundí bigote, espalda ancha y brazos fuertes con algo llamado amor. 

«Piso cinco»; contemplo mi anillo de casada y suspiro al entender que el verdadero amor tiene que ver con respetar, valorar y apoyar al ser amado. Reminiscencias de su increíble entrega sanan mi roto corazón. 

«Planta baja»; corro sin importar quien me vea, para abrazar a la mujer que me ama solamente por ser quien soy. Robarle besos es una de mis actividades más añoradas del día.

—Hola, mi preciosa esposa —muestra su alegría mientras me ayuda con mi cartera. Ella cree que no lo sé, pero le encanta aliviar cualquiera sea mi carga. La dejo ser porque así quiero ser.

—¡Amore! —Su sonrisa cubre todo el universo. Mi felicidad es completa no le sobra, nada ni le falta algo. Somos cóncavo y convexo, llenamos todas y cada una de nuestras carencias. Porque nuestro amor sobrepasa nuestras esperanzas.

Caminamos tomadas de la mano, entre risas y abrazos nos contamos el día a día. Mis oídos vibran tan sólo escuchar su apacible y melodiosa voz, mis brazos arropan su delgado cuerpo haciendo que mi corazón se crece con cada gesto que tiene para mí.

Fueron esas manos las que me sostuvieron, su voz la que me orientó, con sus piernas anduve segura para ser lo que hoy soy; una mujer con una gran capacidad de amar y la certera convicción de ser digna de ser amada. 

 




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