El amor llega tiernamente.

Capítulo 3. Amor a prueba.

Dedicado a Saiya Sanchez ... Mil gracias por motivarme a publicar.

 

AMOR A PRUEBA.

 

Me apresuro a mirar por la ventana, ya pasan dos horas desde que Carlos salió de la gerencia de la corporación familiar; La farmacéutica Medited, ha estado en la punta tecnológica desde hace tres generaciones. Me extraña su tardanza, hoy en la mañana recordó con agrado nuestro séptimo aniversario.

Vuelvo a mirar a través de la ventana, estoy ansiosa, por fin llega, ya mi enamorado corazón puede apaciguar sus latidos, decido ir a su encuentro, deseo que vea lo linda que quedé, tal cual como a él le gusta.

Mientras más me acerco al vehículo más raro se me hace la escena que contemplo. Mi gran amor, Carlos Obreg, el hombre más imponente, fuerte e imperturbable, está aferrado al volante dejando caer lágrimas por sus mejillas. El alma se me quiebra en millones de pedazos, con manos temblorosas, abro en silencio la puerta, me hinco en cuclillas importándome muy poco dañar el ajustado vestido azul, su color preferido, mis brazos se mueven más rápido que mi mente tal cual como si tuvieran vida propia, mis labios besan las húmedas mejillas para aliviar su pena o dolor.

Miles de situaciones chocan una contra otra al tratar de imaginar qué puede hacer llorar a un hombre como Carlos. Ni siquiera cuando nos casamos él fue tan emotivo, o cuando descubrimos mi problema de infertilidad por falta de óvulos, ni cuando nuestro hermoso hijo nació de una madre subrogada hace ya cinco meses, o peor aún cuando su madrastra, mi clasista y racista suegra, me criticó con esmero en nuestra fiesta de compromiso por no ser de la misma clase social.

«Dios mío, ¿Qué pudo haberlo afectado tanto para hacerlo doblegar?», no logro imaginar. Pero aun así me toma varios minutos calmarlo y encaminarlo hacia nuestro cuarto, aunque me duplica en peso, logro llevarlo a la tina, allí sumerge su cansado y estresado cuerpo. Ruego a Dios que el agua cálida le entregue sosiego, pero, es allí, en medio de esas cuatro paredes llenas de vapor y aromas de velas, donde escucho, el porqué: la farmacéutica está en problemas financieros por malas decisiones tomadas por él.

Me hace sentir tan ridícula el no haberme dado cuenta antes, ¿cómo es posible que no noté nada, como un cambio en su personalidad, o comentarios referentes como el de trabajar en el presupuesto del hogar?, pero no, él, logró ocultármelo muy bien.

Vuelco mi mirada sobre el vestido lleno de lentejuelas azules, ahora mojado, observo mis joyas, sintiéndome aún más patética.

Al día siguiente decido entregarles mis preciados ahorros. Esos que desde mi primer trabajo como niñera y empleada en una famosa franquicia de comida rápida a mi corta edad de quince años fui acumulando. Ser fiel a mis votos matrimoniales no me es difícil, sobre todo luego de ver el apoyo de Carlos cuando me prometió que encontraríamos de alguna forma tener nuestra añorada familia. Así que entregarle el esfuerzo de mis años de trabajo no me parece un gran sacrificio, para eso están los esposos para apoyarse en las buenas y en las malas.

Un día después voy subiendo en el ascensor al último piso de la corporación. Rara vez vengo, solo en estrictos casos de emergencia, y creo que estamos en una de ellas. Evito venir: no me agrada coincidir con mi suegra.

—Hola, amor —saludo luego de anunciarme con Rita, su secretaria.

—Hola, cariño, qué hermosa sorpresa, ¿tú por aquí? —siento como sus varoniles y trabajados brazos arropan mi pequeño cuerpo.

Dudo un par de segundos, al imaginar golpear su ego de hombre al intentar ayudarlo con mis ahorros. Pero me lleno de valor e introduzco mi mano en mi cartera y extraigo un delgado sobre el cual contiene un cheque. Me siento orgullosa hasta cierto punto al saber que mi pequeña contribución le ayudará, aunque sea un poco.

Me mira extrañado, dubitativo y titubeante al ver el monto que se indica en el margen derecho. Mi orgullo crece al entregarle siete cifras, las cuales son el producto de doce años de arduo trabajo; algunos a medio tiempo realizados en mi país, aunque luego, de llegar a esta hermosa nación, logré culminar mis estudios en artes literarias, logrando trabajar como editora desde hace ya siete años. Continuar ahorrando es fácil, ya que Carlos es un acérrimo proveedor del hogar. Para mi felicidad y su tranquilidad, mi actual salario está muy bien cotizado aunado a las regalías de tres libros que he logrado publicar y que han tenido buena aceptación en el círculo de lectores.

Su reacción es de sorpresa, pero feliz al saberse apoyado, luego de una honesta y breve explicación, no tarda en tomar el cheque dándome las gracias en nombre de su personal, el cual gracias a Dios ya no será despedido.

Por varios días vuelve la paz y la tranquilidad a nuestro hogar. Lamentablemente, una semana después, un borracho Carlos irrumpe en nuestra cama balbuceando palabras incoherentes carentes de sentido. Necesito hacerle beber varias tazas de café bien cargado y un reconfortante caldo de pollo a las tres de la mañana para casi eliminar los residuos de alcohol en su torrente sanguíneo. Y al fin él admite que corre el riesgo de ser demandado por un estafador.

Mi alma y corazón se llenan de un dolor sofocante al verlo llorar como un niño en mi regazo.

Días después estoy viendo el frasco de somníferos, mis manos sudan, mi boca tiembla, mis pies no logran sostenerme, sé que es un pecado, pero a la vez es la única manera que se me ocurre para ayudarlo. Mi amor por él es tan grande, puro e incondicional que no permitiré que Carlos pase ni un solo segundo en la cárcel. «Primero muerta», sentencio para mis adentro.

Repaso el haber completado toda mi lista, no es muy larga; me enfrasco en confirmar que todo esté bien para el cobro de mi seguro de vida, escribo varias cartas a nuestro hijo esperando que le sirvan de guía mientras crece y se haga todo un hombrecito, filmo vídeos para mis familiares y un centenar de recuerdos entre canciones, cartas y poemas para quien juro es mi alma gemela. «Y, sí, en efecto, no me falta nada por hacer», todo está listo.




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