La mano que arropa la mía.
La calidez de sus fuertes y robustas manos rodeando casi la totalidad de mi pequeño, tembloroso y recién formado cuerpo me trae una sensación de paz y seguridad que había experimentado minutos antes, cuando una oscuridad llena de un cálido ambiente húmedo me permitía vivir. Mientras que una voz varonil con un agradable olor a no sé qué invaden mis oídos —Bienvenida al mundo, estoy feliz de que formes parte de mi familia.
La confianza que me dan esas manos cuando me acompañan a dar mis primeros pasos para luego soltarme en el momento justo de dar unos pininos que duran cada vez más por sus vitoreos; me dan la certeza que podré caminar con seguridad en varias etapas de mi vida. —Tus pasos firmes o tambaleantes te llevarán por infinitos senderos, unos más felices que otros, solo mantente en el camino correcto y estarás bien.
La valentía que trasmite esa inmensa mano que arropa la mía, es suficiente para afrontar mi primer día de escuela, ver como mis futuros amigos están tan asustados como yo me permite perderme como uno más del montón. Algunos lloran, otros se aferran a los cuerpos de sus padres, más, muy pocos somos los que caminamos seguros por la protección que brinda una mano que sujeta la nuestra. —No importa lo que pase, siempre estaré para ti.
Escuchar los animosos aplausos que brotan de esas palmas para trasmitirme orgullo y admiración por haber ganado el torneo de ajedrez en mi pequeña escuela, me llena de alegría, pues es una forma de demostrarle lo agradecida que estoy por todo el tiempo que me dedica. —El tiempo que le dediques a tu cuerpo debe ser el mismo que le dediques a tu mente.
Reconocer el característico silbido que sale del doblez de sus tres dedos con el roce de sus labios, esos que han empezado a envejecer, es el golpe de adrenalina que necesito para impulsar a mi cansado cuerpo al límite donde los que tenemos alma de campeones podemos llegar. Colocarle en su pecho esa medalla de oro que hemos ganado juntos es mi más satisfactorio gesto luego que fue su mano firme quien me mantuvo encarrilado en los entrenamientos. —El sudor, trae gloria, el esfuerzo recompensas, y el trabajo duro; el cansancio necesario para dejar reposar la cabeza sobre una almohada con triunfos por llegar.
Las manos aferradas al volante y el pedal del acelerador presionado hasta alcanzar la velocidad adecuada son mis puntos de referencias en las incipientes clases de manejo, pues por sus propias palabras; el manejar es una necesidad que me dará independencia y varios lujos disfrazados de viajes. —Aférrate al volante de tu vida y viaja hacia el éxito.
Una consoladora mano llena de consejos en el campo del amor, pues aún lo está viviendo, acaricia mi cabellera mientras me permite bañar mis mejillas con las primeras lágrimas del desamor. —El amor no lastima, no duele… no lo olvides; solo busca el amor que te haga ser feliz y una mejor persona.
Los aplausos emitidos por el choque repetitivo de esas palmas penetran tan profundo en mis oídos que tallan en mi corazón; que no hay nada en la vida que no pueda lograr. Voltear a verlo mientras que bajo los escasos escalones con mi título universitario en manos me da la confianza de saber que mi futuro es bueno, justo como lo hemos planificado entre los dos durante tantos años; cuando él se sentaba al borde de mi cama antes de dormirme. —No desfallezcas, trabaja duro y todo estará bien.
Es mi mano quien arropa la de él, son mis manos las que retiran las pesadas lágrimas de su rostro lleno de arrugas que son las huellas de sus años de vida. Es mi cuerpo, mucho más pequeño que el de él, el que intenta trasmitirle todo el amor y calor que necesita en este triste momento cuando el cuerpo de su medianaranja lo acaba de dejar después de décadas de haber caminado tomados de las manos con sus corazones latiendo al mismo compás. Cómo decirle a este buen hombre que fue su amor fiel e incondicional el que la llenó de una vida colmada de placeres, cariño, y una familia hermosa. Cómo hacerle entender a este hombre que yo siempre estaré para él. Sin embargo, aún en momentos como estos es él el que tiene un consejo que dar —Encuentra el amor, abrázalo, valóralo y cultívalo como si fuera el primer y último día con él.
Caminar a su lado por el largo y delgado pasillo, mientras que centenares de pares de ojos se clavan en mi blanco vestido, a la par que aprieto fuerte su brazo buscando la estabilidad que él siempre ha sabido transmitirme; es una necesidad tan imperiosa como la de querer dar el sí al otro hombre que me espera en el altar. Voltearme a buscar esos conocidos ojos detrás de esos lentes de pasta gruesa, es la señal que él tiene para que dé su voz ronca, ya por la edad avanzada salga otro oportuno consejo. —Hoy, junto con el hombre enamorado que te espera impaciente, nervioso y feliz al final de este pasillo, iniciarán una nueva familia, haz que el amor de ambos caliente más que los rayos del sol, permite que sus proyectos sean los tuyos también, jueguen con los azares de la vida para hacerlos mejor, sigan caminando tomados de las manos y bailen la misma tonada en las buenas y en las malas, yo sé que serán felices.
Una mano completamente envejecida firma hoy varios documentos que me facilitará en algún momento económicamente la vida, pero como daría para que ese momento no llegue. De que me sirve recibir tarde o temprano una herencia producto de su esfuerzo y trabajo cuando lo que quiero es que sea él quien abrace a mi hijo por nacer, que le enseñe a caminar y a levantarse cada vez que caiga, quiero que sea esa voz pausada que lo oriente por el camino del éxito como lo ha hecho a lo largo de mi vida, espero aprenda que la muerte de un rey en el tablero solo le entrega la oportunidad de otro juego, necesito que le demuestre que una licencia de manejar no solo le permitirá llegar a tiempo a cualquier lado, sino que también lo llevará a lugares que le traerán paz, alegrías y sosiegos. Suplico que sea sus fuertes y firmes manos las que sostenga a mi hijo que nacerá hoy, y el cual llevará su nombre. Gracias abuelo por ser mi pilar, mi piso y mi techo. Gracias por prolongar tu vida solamente por aferrarte a la idea de conocer a tu bisnieto, en lugar de encontrarte con mi abuela que yo sé que te espera con los brazos abiertos en el cielo.