El Amor Más Allá de la Memoria

Capítulo I: Preparativos

Amelia Jones

Me despierto con el hermoso sol entrando por la ventana y el dulce canto de los pajaritos. Noten el sarcasmo. La verdad es que me despertaron los golpes insistentes en la puerta y los gritos de mi madre llamándome.

En dos semanas me voy a la universidad, así que a mis padres les pareció una idea brillante organizar una fiesta de despedida. Mi madre está más nerviosa que nunca, como si el mundo fuera a acabarse si algo no sale perfecto. Yo no estoy tan convencida de que sea para tanto.

— ¡AMELIA ELIZABETH JONES SMITH, SI NO TE LEVANTAS EN ESTE INSTANTE, TE QUEDAS SIN DESAYUNAR! — «¿¡Qué!? Debe ser una broma, ¿no?»

— ¡Y HABLO MUY EN SERIO! — «¿Cómo puede hacerme esto? Es injusto»

Me levanto de la cama a duras penas, refunfuñando.

— Estoy despierta, madre, solo estaba pensando — me excuso mientras abro la puerta. Ella me observa con su calma habitual y una sonrisa.

— Buen día, hija — dice, entrando y abriendo las cortinas —. No deberías dormir tanto, te saldrán arrugas — agrega, haciendo que ruede los ojos.

— Buen día, madre. Como dije anteriormente, no dormía, estaba pensando... en el asunto de la universidad y la familia — al terminar la frase, noté cómo se tensaba. Siempre pasa lo mismo cuando menciono a la familia de mi padre.

— ¿Y qué pensabas? — pregunta en un susurro, mientras voy en busca de qué ponerme.

— En el hecho de que no recuerdo casi nadie. Se me hace raro, sobre todo porque papá dijo que todos querían volver a verme — .

Me parecía muy raro el asunto. «¿Cómo es posible que no recuerde nada?» Especialmente si estaban tan interesados en verme otra vez.

«¿Qué se supone que les diga? "Lo lamento, pero no recuerdo casi nada de cuando era pequeña."» Sería demasiado vergonzoso.

Lo cierto es que no tengo casi ningún recuerdo de mi infancia, y eso me molesta más de lo que me gustaría admitir. Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho a mi madre hablar:

— Es totalmente normal; después de todo, solo tenías doce años cuando nos mudamos — su voz era suave, pero parecía inquieta y había algo en su mirada... algo que no alcancé a descifrar.

— Sí, pero aun así se me hace extraño — comente, sin ocultar mi confusión. Ella se puso aún más tensa y parecía nerviosa.

— Debo seguir con los preparativos. Te dejo para que puedas alistarte — digo, mientras se dirigía a la puerta.

— Bien, iré a ducharme. — .

— Cuando termines, baja a desayunar — .

— Claro, madre — asentí con la cabeza sin mirarla, mientras ella iba hacia la puerta de la habitación.

Luego de escoger la ropa que iba a ponerme y comprobar que mi madre se había ido, fui al baño para ducharme.

Salí con solo mi ropa interior puesta como de costumbre, ya que siempre dejaba todo preparado sobre la cama para vestirme en mi habitación y no en el baño.

Aún recuerdo la última vez que me vestí en el baño: casi me voy directo con San Pedro por enredarme con el pantalón. Mi nana no paraba de reír ese día.

«Al menos algo bueno salió de todo eso» sonreí al recordarlo.

Tomé la ropa y comencé a vestirme: primero un jersey blanco, luego unas pantis negras, una falda del mismo color y, por último, mis Converse blancas. Me coloque protector solar, bálsamo y peiné mi cabello.

El conjunto combinaba bastante bien con mi cabello negro largo y el protector hacia brillar mi piel, lo que resaltaba aún más mis ojos color avellana.

Me observé una última vez en el espejo antes de comenzar a bajar a desayunar. Mientras descendía las escaleras, noté a varias personas corriendo de un lado a otro, claramente apuradas.

«Este día va a ser largo...», pensé, soltando un suspiro.

Más tarde, me encontraba en el jardín leyendo una de mis novelas favoritas, cuando escuché que me llamaban.

— Señorita Jones, su padre la solicita en el despacho — me avisó uno de los empleados. Le di las gracias y me dirigí hacia allí, donde encontré a mis padres esperándome.

— Hola, ¿me llamaban? — pregunté enseguida. Ambos se miraron, y fue mi padre quien habló primero.

— Queríamos recordarte que hoy es la fiesta, y no queremos inconvenientes — dijo con su habitual mirada seria. Me limité a asentir.

— ¿Algo más? —. Mi padre negó con la cabeza. Mi madre me observó unos segundos antes de decir:

— Quiero que vayas y te arregles; tenemos que darles la bienvenida a todos —. Asentí nuevamente y subí a mi habitación.

Esto era abrumador. Esperaba que, al llegar a la universidad, todo mejorara.

Después de pasar un rato acostada leyendo, soñando con ser Elizabeth y encontrar a mi Darcy, comencé a prepararme para la fiesta. Elegí un vestido largo rojo de tirantes, que se ajustaba bien a mis curvas y unos tacones negros.

Cuando bajé las escaleras, no había nadie a la vista, así que me dirigí a la cocina, donde encontré a todos corriendo de un lado a otro.

— Hola a todos — saludé. Todos me devolvieron el saludo, y caminé directo hacia donde estaba mi nana Lilian.

Mi nana es una mujer hermosa, bajita de cabello castaño y ojos marrones. Siempre a estado para mí y sabe cuándo algo me pasa. Por eso la quiero más que a nadie.

— Hola, nana — dije con una sonrisa.

— Hola, mi niña. ¡Qué hermosa estás! Te ves espectacular con ese vestido — me halagó, haciendo que me sonrojara. — Estoy segura de que más de uno se va a atragantar con su bebida o te va a invitar a bailar en cuanto te vea — añadió, provocando que me sonrojara aún más, si eso era posible.

— Exagerás, nana. Soy solo una chica común, y hoy habrá muchas chicas lindas — le recordé.

«No me gusta ser el centro de atención» hice una mueca al recordarlo.

Ella soltó una carcajada sonora.

— Oh, mi niña... hoy vas a despampanar a todos. Solo disfruta —. Me sonrió y asentí antes de irme.




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