Brooklyn. Sábado a la mañana. Más precisamente 10 de la mañana. Los autos debajo de mi ventana pasan, van y vienen, inundando las callea con el sonido de sus bocinas.
Y yo aún no junto el coraje suficiente para abandonar mi cama.
Cualquier persona que dijese que luego de la tormenta venia salía el arcoíris... Mentía.
Porque mi tormenta ha durado ya cinco meses y a duras penas he conseguido llevar mi vida de una manera... Decente.
Pero déjenme ponerlos un poco en contexto. Me llamo Addison Chanswick y mi esposo o ex, Nick Ikenseck rompió conmigo a tan solo una semana de haber celebrado nuestra unión. ¿El motivo por el cual hizo esto?
Según él no estaba listo para comenzar una vida conmigo, al menos no en ese sentido. No estaba preparado para comprometerse a ese nivel.
—No es que no te ame— dijo esa noche en un restaurante que se encontraba en el centro de la ciudad.
Uno bastante fino que no daba lugar a cometer exabruptos como el escándalo que armé al oír lo que me tenía para decir. Pero juro que lo que menos me importaba en aquel momento era tener consideración con la gente a mi alrededor o la que trabajaba allí o con la impecable reputación del veterinario "más respetable de Brooklyn"
—Simplemente siento que estamos en dos sintonías totalmente distintas y nada de esto será beneficioso para ninguno de los dos si lo ignoramos. Es solo que quiero enfocarme más en mi trabajo y no quiero atarte a él— suspiró aliviado al soltar aquello que parecía haber estado guardando durante un largo periodo de tiempo— Y bien, ¿qué opinas de estos espaguetis?— fue lo que preguntó a continuación con una gran sonrisa en su rostro, pretendiendo que todo estaba bien.
Y una apareció en mi rostro al recordar como terminó esa conversación. Me acuerdo que lo miré atónita por unos segundos y luego, casi de forma inmediata mis dedos se aferraron en el borde del plato y lo arrojaron con fuerza en su dirección.
Como resultado, su impoluta camisa blanca de diseñador, terminó manchada por la salsa de la pasta que aún no había tocado, porque no había tenido ni siquiera la decencia de darme la noticia luego del postre. No. Prefirió hacerlo al principio de la velada.
Típico del buen Nick, puse los ojos en blanco al pensar en ello, una vez más. Por millonésimas vez este mes. Algunas personas dicen que a medida que pasa tiempo el dolor se alivia, pero en mi caso era todo lo contrario. Es como si cada día que pasaba hiciera aún más angustiante mi situación.
Para hacer esto incluso aun peor, todavía debía vivir con él. Si como lo escucharon, por el próximo año y medio debía convivir bajo el mismo techo con mi ex ya que firmamos la ley así lo imponía y en nuestra sociedad esto se respetaba a rajatabla.
Si uno decidía abandonar el lugar antes de que se cumpliera ese plazo de tiempo, debería pagarle al otro la cuantiosa cantidad de un millón de dólares.
Dinero que yo no tenía, y el tampoco por lo que estábamos atrapados aquí... Por lo que parecería ser una eternidad.
En pocas palabras ando alrededor de casa de puntillas de pie y con sumo cuidado de no cruzarme con el hombre que rompió mi corazón y con el que la ley me ha obligado a convivir. Pero estaría siendo una tarea bastante difícil.
El sonido de unos nudillos que chocaban contra la puerta me hizo dar un brinco en el colchón.
—Addi, ¿usaras el baño?—preguntó del otro lado Nick—Necesito salir a una reunión dentro de media hora y voy tarde.
Baje la mirada hacia el espacio que había entre el piso y la puerta y observe como sus pies comenzaban un bailecito gracioso. Uno que solía hacer cada vez que estaba nervioso.
—No lo sé— respondí y puse mi mano en alto para tomarme todo el tiempo del mundo para examinar mi manicure.
Debo decir que a veces disfrutaba hacerlo sufrir de esta manera. Era mi manera de vengarme de él luego de todo por lo que me había hecho pasar.
—Vamos, Addy, no estoy para tus juegos. Sabes no me gusta llegar tarde.
Lo sabía. De hecho eso había sido uno de los tantos desencadenantes para las millones de peleas que tuvimos cuando empezamos a convivir. Según él yo me tomaba demasiado tiempo para hacer las cosas y según yo él iba siempre estaba demasiado acelerado y debía hacer todo en el menor tiempo posible.
Mi estómago se encogió al ver la alianza que aun llevaba en mi dedo. A diferencia de Nick, yo no había sido capaz de quitármela. Y eso me había molestado demasiado. Es como si él no pudiese esperar para demostrarle al mundo que era un hombre libre mientras que yo aún albergaba la esperanza de que cambiase de opinión.
— ¿Y ENTONCES?— gritó del otro lado de la puerta.
—Bien— bufé— Pero ni sueñes con que preparé tu desayuno. Tendrás que encargarte tú de eso.
—Como quieras— fue lo último que oí antes de que sus pies echaran a correr por el corredor hacia el baño.
Tiré mi cuerpo sobre la cama, satisfecha por lo que había hecho. En cualquier otra ocasión habría salido corriendo a preparar su comida, esperando que así viera lo que podía hacer por él. Pero eso ocurría cuando éramos marido y mujer y ahora solamente éramos dos personas forzadas a vivir juntos.
Mi móvil sonó en mi mesa de noche.
—Addi— respondí y pasé las manos por mis ojos en un intento por desperezarme.
— ¿Dónde estás? — pregunto Lissa y detrás de ella podía oír el murmullo de millones de personas.
Trabajar como consultora en una agencia de modas era una ardua tarea pero realmente la amaba. Y esa era una de las razones por las cuales me demoraba el triple en prepararme en las mañanas. No me podía permitir lucir como un estropajo, básicamente era la cara de la empresa.
—Las nuevas muestras ya llegaron y Cassidy está hecha todo un lío.
Suspiré y dejé a un lado de mi cuerpo el aparato mientras mi amiga continuaba hablando sola.
—Hola... ¿Hola? HOLA— gritó desde el otro lado.