El amor no conoce de géneros

10

Hoy regresa Rebe al bufete. Me esmere un poco más en mi arreglo, no es que quiera impresionarla, bueno... quizás.

El caso es que llevaba puesto una falda ceñida a mis caderas, creo que resalta mi trasero. Blusa corte en V que mostraba solo un poco de mi escote, nada vulgar. Y tacones; el indispensable, maquillaje ligero, solo que resalte mis ojos y mis labios.

Ahora si, al bufete para ver a mi guapa jefa.

Llegué. Lo primero que hice fue echar un ojo a la oficina de ella, pero aún no se la veía.

—Si buscas a la jefecita aún no llega— me asusté, por la voz que me habló y regrese a ver a Laura.

—Cielos, abogada, el susto que me da.

—Tranquila. Por cierto que guapa te ves. Así más rápido cae Becky— me sonroje por su comentario.

—Me arregle igual que siempre — mentí.

—Ay por favor, a mí no me trates de engañar. Jamás vi ese culito redondito que has tenido, menos esos pechos tan, tan...— no la dejé terminar.

—No es necesario que siga. Entendí. Tal vez me arregle un poquito demás, ya, lo confesé.

—Conmigo no debes tener pena, Sari, yo encantada que trates de conquistar a mi amiga.

—No, no haré nada de eso. Rebe acaba de casarse, cómo voy a pensar arruinar su matrimonio.

—Y por eso te arreglaste. Bueno olvídalo, hagamos como si no hubiéramos conversado sobre esto. — respondió sonriente.

—Si. Debo volver a mi oficina. Tenga buen día.

Pero que trasero

La escuché, pero no dije nada. Es demasiado morbosa.

Estaba en la computadora concentrada, ordenando archivos, cuando alguien me saludó.

Esa voz no podía ser más que de Rebe. Alcé mi mirada y la observé.

Sus ojos se posaron en los míos, sentía como si todo desapareciera. Qué bonita es, aquellos grises me hipnotizan.

Cuando por fin pude salir de mi ensimismamiento, contesté.

—Abogada, que gusto volver a verla. — saludé efusivamente.

—Lo mismo digo. Por favor, ven a mi oficina, debo enterarme de todo lo sucedido en mi ausencia.

—Pero solo fue un día— no pude evitar sonreír.

—Igual quiero saberlo.

Me levanté y pasé primero. Tenía la sensación de que me estaba mirando el trasero, pero eso jamás pasaría. Rebe es muy respetuosa.

Entramos, yo me senté frente a su escritorio.

—Y bien, cuales son las novedades.

—La abogada Laura se encargó de firmar los papeles, para aceptar el nuevo caso.

—Verdad. Este caso es el más importante que tendremos.

—Si. Por lo que leí por encima. Tratan de acusar de enriquecimiento ilícito al gerente de la empresa Petrogas— Esta era la empresa encargada en la exportación de petróleo y sus derivados más grandes de la ciudad.

Brian Bristol, gerente por más de 15 años acusado de este hecho por la fiscalía. Pero según su versión el culpable de todo es su hermano, Edward Bristol, el cual ya tenía su abogado para su defensa.

—Tendremos que revisar muy bien toda la información para su defensa. ¿Sabes cuál es el abogado del hermano?

—Claro. Bueno, es abogada. Se llama: Leonellys Stevens— mencioné aquel nombre y vi que Rebe se tensó, no entendí el porqué de aquella reacción.

— ¿Se siente bien?— pregunté

—Eh. s-sí. Por favor, déjame sola. — me sorprendió su respuesta, pero no podía recriminar.

Salí de su oficina un poco aludida por su comportamiento, no entendía porque había reaccionado así.

Rebecca Pov

Regresé entusiasmada porque volvería a ver a mis empleados... exactamente a Sara.

Cuando la vi, casi cae mi mandíbula, estaba más hermosa que nunca.

—Está como para darle... y no consejos— puse mis ojos en blanco, no había nadie en el mundo con comentarios tan desatinados como Laura.

La mire tratando de fulminarla.

—Ya. Es broma. Hoy está más bella que nunca, aquella doncella de cabellos castaños y ojos de ensueño que nublan tu mente y corazón. ¿Así está mejor?

Quise seguir molesta, pero me gano la risa, es una idiota completamente.

—Un poco más y me enamoras con tan hermosa declamación.

—Ni te atrevas. Ya fuiste besada por el diablo. No te quiero.

—Idiota. Respeta a mi esposa— recrimine.

—No mencioné a tu esposa — sonrió de costado, mierda caí. — Mejor cuéntame, que tal estuvo la noche de bodas, ojo, detalles, por favor.

—No te diré nada, es mi intimidad.

—Oye, yo si te cuento.

—Jamás te he pedido que me dijeras. Tú no puedes aguantarte callada y hablas demás.

—Está bien, está bien. Mejor voy a mi oficina, no vaya a ser que se me pegue la amargura.

Se fue y me dejó sola... Un momento. Me dijo ¿amargada?

Olvidé su idiotez. Me dirigí a ver a mi asistente.

La saludé, y por instantes, se sintió como si todo desaparecía alrededor; que fácil era perderse en sus ojos color cielo, estoy segura que podría estar acabándose el mundo y yo seguiría plantada en el mismo sitio; si voy a morir que sea viendo sus ojos.

Cuando por fin salí de mi ensoñamiento. Pedí que pasara a mi oficina.

Pasó primero y se me hizo inevitable no fijarme en su simetría, en la redondez de su trasero ¿que se sentirá tocarlo?

Me castigué por esos pensamientos fuera de lugar.

¡Estoy casada!

Me comenzó a informar de lo que teníamos en cuestión de casos. Este era un caso relevante, resolverlo significaría aumento de prestigio para el bufete, eso nunca esta demás.

Pero toda esa emoción se desvaneció cuando escuché el nombre de esa, esa maldita mujer.

Le pedí que saliera, necesitaba digerir este trago amargo.

Leonellys Stevens, ¿por qué justo ella?

¿Por qué, mi ex?

 



#3204 en Joven Adulto
#16943 en Novela romántica
#3066 en Chick lit

En el texto hay: romance, lesbico romantico, lgbt+

Editado: 06.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.