- Yo no quería que pasara de ese modo, pero las consecuencias de tus actos labraron tu destino - Diana, quien siempre había sido mi amor, me reiteraba que nuestra relación hacía mucho terminó.
Se me hizo un nudo en la garganta. La miré fijamente, tuve que parpadear varias veces para aclarar la vista, las lágrimas me hacían verla como un vitral, aun así es bella y angelical.
Hace dos meses nuestra relación de más de tres años terminó. Fui el artífice, no valoré mi tesoro más preciado, tiré por la borda toda mi felicidad y mi amor. Creí que en mi relación el primero en ser feliz era yo y que la alegría de Diana dependía de mí.
No me fijé en su sonrisa, en su mirada, en su voz cantarina, en el reflejo de la luz del sol en su cabello. No admiré su bondad, sus modales, su carisma, sus talentos. No comprendí los mensajes que me escribió en incontables ocasiones. Me convencí de que ella estaba conmigo por probar el néctar del deseo, en nuestros momentos así lo sentí.
Cada lunes pasaba por el apartamento de una compañera de trabajo después de terminar mis tutorías en la universidad. La última vez me despedí como de costumbre en la puerta de recepción con un abrazo y un beso.
Al aproximarme a mi apartamento noté que las luces no estaban encendidas, Diana debería estar esperándome con una deliciosa cena.
Estacioné mi automóvil, saludé al recepcionista y subí las escaleras, mi apartamento está a unos cuantos peldaños. Al ingresar todo estaba en silencio, pero escuché unos sollozos ahogados, encendí la luz de la sala de espera y me dirigí a la habitación principal, Diana estaba acostada abrazando su almohada y llorando desconsoladamente.
- ¿Te sucede algo? - pregunté con preocupación, era la primera vez que la veía así.
No respondió, seguía sollozando.
Me senté a su lado, Diana trataba de sofocar su llanto.
- Mi amor, ¿Qué te sucedió? - insistí.
- Te vi con una mujer - con la voz quebrada sus palabras fueron contundentes. Antes de que yo dijera algo continuó - vi cuando te despediste, vi cuando la besaste y la abrazaste.
No supe qué responder, quedé absorto.
- Entregué todo mi ser a ti. Todo lo que yo soy te lo dí, mi felicidad, mis pensamientos, mis palabras, mi amor - aclaró la garganta, había dejado de llorar, el tono de su voz cambió - el amor no es un pasatiempo, con los sentimientos del alma no se juega - yo no era capaz de decir nada, la culpabilidad me estaba comprimiendo el cuello, me costaba respirar - me enamoré de ti porque me atrajiste, no por tu físico, por tu intelecto - yo pensaba diferente, Diana continuó - pude estar presente en algunas conferencias tuyas y tus puntos de vista coincidían con los míos. Cuando tuve la oportunidad de hablar contigo después de la rueda de prensa de la conferencia "El amor y el alma" quedamos en salir a cenar para tratar el tema de manera más privada. Después de ese momento vi en tus ojos que yo te gustaba, al tenerte cerca y escucharte sabía que estaba enamorada. Luego de un par de citas decidimos tener una relación, a partir de ahí todo cambió - yo la escuchaba, ella estaba removiendo mis recuerdos, momentos que creí no eran importantes y que pensé había olvidado - durante estos tres años has estado más alejado de lo que llegué a soñar a tu lado, eres distante e introvertido - suspiró hondo - a veces atisbaba un cambio en ti... ahora que lo pienso te notaba más alegre ciertas noches... - sentí que me fulminaba con su mirada - en fin - terminó diciendo.
- No espero que me perdones - mi voz se escuchaba como una súplica - mereces saber la verdad - los latidos de mi corazón volvieron a incrementar. En la penumbra Diana me prestaba atención - desconocía tus sentimientos, desde el comienzo creí que estabas conmigo porque disfrutabas la intimidad y nada más, hojeaba tus cartas deduciendo que querías más - esperé alguna reacción. Por su silencio supe que quería saber más - lo que viste hoy es algo que llevo haciendo desde hace un año - Diana sollozó levemente - mientras te escuchaba caí en la cuenta de todo lo que sientes por mí, tu amor verdadero y sin medida, tu entrega, tu cariño y tantas cosas lindas que en este momento me agobian - hice una pausa solamente para que mis lágrimas brotaran - sé que te perdí.
Diana no dijo nada, se levantó de la cama y cogió su bolso, antes de que saliera de la habitación le dije - ¿Cómo le explico a mi corazón que ya no habrá más de tu amor? Te suplico, deja abierta la puerta para salir detrás de ti - Diana se había detenido para escucharme, pero continuó caminando. Me puse de pie para correr y abrazarla antes que dejara el apartamento, tropecé y caí estrepitosamente contra el suelo, escuché cuando cerró la puerta, supe que no había vuelta atrás. Lloré como nunca lo había hecho.