Un año antes.
«Allá están, yo los puedo oír, seguro están hablando de mí». Ese era mi constante pensamiento; no era nada nuevo. Pero, ¿Qué me importa a mí lo que otros pensaran?
Ese día, en específico, las cosas serían diferentes. Sin embargo, yo no lo sabía y quizá fue por eso que seguí viendo esa novela que estaba tan buena. Repentinamente mis ojos y mi oído, el perceptivo me hicieron desconcentrar. Entonces fue cuando suspiré y me puse a pensar. ¿Qué podía yo hacer, sabiendo que un grupo de personas estaba hablando de mí?
Por un momento regresé mi vista a la pantalla de mi celular, para seguir viendo esa serie asiática que tan enviciada me tenía. Y es que si, en 15 años no pude encontrar un hombre latino digno de mí. ¿Acaso no podría yo encontrar un caballero asiático de esos galanes de TV? Uno que me hablara en mandarín coreano o chino y que, obviamente entendiera español. Ya saben, para poder decirle estúpido o desgraciado en su cara, sin decírselo. Y para que él me sonriera inocentemente, aunque no entendiera. Pues sí, como lo decía mi familia: "Mientras haya vida, hay esperanza" ¿Y no dicen también por ahí que la esperanza es lo último que se pierde?
Escuché pasos y, aunque no sabía quién, era mejor esperar. Segurísimo era uno de los 6 personajes que allá, en el cuarto que quedaba a poca distancia de mi cuarto había estado reunido y segurísimo quien se acercaba era persona que había convocado la reunión.
Noté que la persona no aparecía y pensé con pesar que se trataba del menos conflictivo de mi familia. Seguro era Harry, mi hermano favorito.
Sí, seguro era él porque nunca apareció en mi cuarto. Incluso pude escuchar sus pasos mientras se alejaba.
Suspiré y como había perdido el hilo de la historia asiática que seguía reproduciéndose en la pantalla de mi teléfono. Estuve la historia, entonces empecé a pensar en mi propia historia.
Siempre quise escribir libros, pero, aunque ese sueño poco a poco se desvanecía, yo seguía teniendo un poco de fe de que algún día publicaría todos los libros que había escrito.
¿Debía elegir vender libros en digital o era mejor publicar mis libros en físico?
— Oye, tú, Hemit, dime una cosa. ¿Tú de casualidad no quieres volver a estudiar? Ya estás vieja y te la vives escribiendo. No te has casado, no tienes hijos, y aunque posiblemente te quedes solterona, al menos vuelve a estudiar algo distinto a lo que estudiaste. Tantos libros van a terminar por volverte loca. ¿Y quién querría una hermana loca? Tal vez los indigentes.
¡Oh, era uno de mis hermanitos menores! Era Daniel quien a sus veintiocho años había empezado a trabajar en una compañía de tecnología y solo un año después de haber sido contratado, ascendió a supervisor. ¿Pero quién se creía él para hablarme así? ¡Qué chico tan irrespetuoso! ¿Acaso se le había olvidado que, en su peor momento, yo había estado vigilándolo mientras él dormía? ¿Se le olvidó que, además de mi padre y Andy yo también le di apoyo y comprensión cuando él más lo necesitaba?
Pues ya había llegado mi momento de darle una lección a mi hermano más pequeño. Él debía recordar quién era la primogénita.
— Daniel, dime algo. ¿Dónde estaban tus supuestos amigos cuando estabas pasando por el peor momento de tu vida? ¿Quiénes te cuidaban en las noches y madrugadas? ¿Lo olvidaste? Pues yo no. Chico, que ahora tengas trabajo y que tengas preñada a esa extraña mujer que te conseguiste, no te da derecho a pisotear mis sueños. No te lo permito; respétame que sigo siendo mayor que tú —suspiré, lo miré fijamente durante un par de segundos y luego sonreí—. Pero si tanto quieres ayudarme, si tan millonario te crees, entonces ayúdame a cumplir uno de mis tantos sueños frustrados. Sí hay algo que quiero estudiar, quiero ser doctora. ¿Puedes tu pagarme la carrera de medicina?
Él se quedó callado, abrió su boca, la cerró, la volvió a abrir... Y finalmente dio media vuelta y se largó. Por suerte haberme dedicado a escribir, me ayudó a utilizar mi cerebro y de paso mi lengua.
Yo: 1000 vs Daniel: sigue intentando. Cuando tu cagabas, ahí estaba yo, utilizando la cima de mi pie para lavarte el trasero.
Días después.
Iba volando, sí así iba y yo solo repetía: ¡Libranos Jesucristo! Es que no podía ir más lento, no, al joven no se le pasó por la cabeza aumentar la velocidad. Quizá esos k/h no eran suficientes. No, no fueron suficientes, es que le faltó un poco más para que chocara directamente con esa otra motocicleta que de repente se nos atravesó. Fue solo un roce, eso sentí en mi pierna derecha. ¿Ya te imaginas quién podría inspirar tales palabras? ¡Oh sí! Daniel, Daniel. ¿Acaso querías ocasionar un gran accidente?
Bajé tan rápido como pude de esa moto y le sonreí a mi pequeño hermano.
— Gracias Daniel, ahora debo irme. Cuídate.
Le di el dinero que tenía disponible y le sonreí a mi altruista hermano. Digo altruista porque, al menos fue rápido y los kilómetros eran pocos. No me quiero imaginar si el recorrido hasta esa institución hubiera sido más largo. No, mejor evitar la imaginación.
Afortunadamente mi hermanito se fue y con él también se fueron mis ganas de volver a subirme en su motocicleta.
#323 en Joven Adulto
#1802 en Otros
#579 en Humor
romance primer amor cosas de la vida, humor amistad, prejuicios amor y posesividad
Editado: 01.10.2025