Pasar más de dos horas en el automóvil de uno de mis tres hermanos menores, eso no era algo que tenía planeado. ¿Negarme? Bueno, eso lo hubiera podido hacer, pero para hacer eso, tendría que aceptar la extraña condición del señor Mikel, condición que, en la teoría, consistía en aceptar que él encontrara un marido para mí.
Mi padre es mi héroe, esa es la verdad, pero cuando me puso esa condición de encontrarme marido a cambio de aceptar a las parejas de mis hermanos, empecé a verlo como un rival. Mi adorado viejo no se daba por vencido. Y bueno, aunque mis hermanos no tienen prisa por casarse, ellos se volvieron aliados de mi padre. Y el mayor aliado de mi padre es mi hermano, el menor de todos.
¿Por qué Daniel era el aliado número uno de mi padre? Pues porque él consiguió pareja, tan pronto como empezó a trabajar. Y "por un descuido", ella quedó embarazada. Y esa era la razón por la que mi hermano quiso pedirle matrimonio. Petición que no cuenta con el apoyo de mi padre y, obvio, con mi bendición tampoco cuenta. No es que sea una metida, es intuición de mujer, mi ilegal cuñada, ella no sería mi legal cuñada.
— ¡Es horrible! No sé qué me molesta más, el hecho de que Daniel ande presentándome a todos sus colegas, para así cumplir con la condición que, hace seis años, me impuso papá o esto, estar vomitando en medio de una carretera.
— Papá te puso una condición, condición que no te importa. Pero somos tus hermanos quienes sufrimos las consecuencias —expresó mi hermano.
— Andy, si decidiera vomitar dentro de tu adorado automóvil, ¿Seguirías riéndote?
— Enana, soy más fuerte que tú, más grande que tú, más ágil que tú y hasta más listo que tú. Cuando quieras llegar a la puerta de mi vehículo, yo ya te habré detenido.
— Sigue repitiendo esa mentira hasta que te la creas —dije entre sonrisas. Mi hermanito a veces era tan ingenuo.
— ¿Dije mentiras?
— Andy, pequeño Andy. ¿Por qué mejor no buscas en el diccionario la definición de grandeza? Pero si lo que quisiste decir es que eres un hombre autopista, vale, es cierto; lo eres.
Afortunadamente mi organismo empezó a normalizarse y dejé de vomitar. Definitivamente no debí comer antes de salir de casa, pero bueno, vomitar por el hecho de estar más de dos horas encerrada en un vehículo, eso era algo con lo que había aprendido a vivir. Solía controlar esos sucesos evitando viajar. Pero no podía dejar de viajar ese día, ya que se trataba del cumpleaños de mi mamá. A ella no se le ocurrió otra idea que organizar una gran fiesta. 50 años, esa era la edad que cumpliría.
También era una fortuna para ella, el hecho de que ella me tuviera a sus 16. Sí, era una adolescente inexperta cuando me tuvo. Tan inexperta como para abandonarme pocas horas después de haberme dado a luz. Suerte tuve yo de que ella decidiera dejarme con mi padre. De no ser así, nunca la habría perdonado.
Pero fue su abandono lo que me hizo resistirme tanto a una reconciliación. Es que no podía evitar recordar ese día en el que ella apareció, de repente, en mi casa, pretendiendo llevarme con ella de vuelta a España. ¡Oh sí, mi madre es española!
Sin embargo, las cosas no se dieron como ella lo imaginaba. Ese día el que intentó robarme, mi padre se negó a entregarme y la amenazó con demandarla por el delito de tráfico de personas. Es que mi progenitora era toda una villana de película. ¿Cómo no pensó que tratar de llevarse por la fuerza a una niña que justo estaba en la fiesta de su décimo cumpleaños era un mal plan?
Ese fue el día más oscuro de mi vida. Es que creí que una española que se dedicaba a la trata de personas, me quería vender a uno de esos peligrosos hombres rusos, chinos, árabes o de donde sea que provengan esos depravados hombres que utilizan a criaturas inocentes para satisfacer sus instintos humanos más bajos.
Aquel día yo ni siquiera tuve que gritar, fue mi pequeño hermano quien grito. Estoy hablando de Andy, mi hermanito quien por ese tiempo tenía casi siete años y poseía unas cuerdas vocales dignas de admirar.
— Sé que no debo preguntar, pero, ¿Qué cosa quieres decir con hombre autopista? —preguntó mi hermano y fue cuando pensé que era mejor no pensar en el pasado.
Miré a mi hermano y fruncí el ceño. ¿De qué me estaría hablando? Entonces recordé lo que previamente había dicho y sonreí.
— Ya, mejor no digas nada. No me gusta tu sonrisa de mala.
— Pero si soy buena. ¿No he sido buena contigo?
— Conmigo sí, pero con mi pequeño hermano no.
— Bien trillizo mayor, tú lo preguntaste y ahora te toca escucharme. Cuando dije hombre autopista, estaba pensando en las carreteras nuevas, las mismas por las que, últimamente todos los viajeros de este país andamos recorriendo.
— Ah, es eso. Bueno, nuevo si soy, ya que hace tan solo dos meses mis hermanos y yo cumplimos nuestros 28. Tú en cambio…
— Andy, no me dejaste terminar —le interrumpí—. No es por lo nuevo que te dije hombre autopista, es por tus 190 centímetros de estatura y por esa vida de soltero que llevas.
— ¿Estás criticando mi estatura y mi autorregulación?
#323 en Joven Adulto
#1802 en Otros
#579 en Humor
romance primer amor cosas de la vida, humor amistad, prejuicios amor y posesividad
Editado: 01.10.2025