El timbre del departamento sonó como un trueno en un día soleado.
Mi primer pensamiento fue: ¿Ahora qué? ¿Viene otra resaca a reclamarme mi dignidad?
Pero Dorian no pareció sorprendido. Caminó hacia la puerta con esa calma que me enfurecía y fascinaba a la vez.
—Parece que tenemos visitas —murmuró, cruzando los brazos—.
—¿Visitas? —pregunté, intentando sonar firme mientras me aferraba a mi taza de café como si fuera un escudo—. Lyra, ¿ya activaste algún hechizo de protección?
Ella rodó los ojos.
—Más vale que sí… —susurró, mientras comenzaba a trazar símbolos en el suelo con un poco de sal, chocolate y… ¿tinta? No quería preguntar.
Abrimos la puerta. Dos figuras se encontraban en el pasillo.
Altos, vestidos de negro y con un aire que gritaba “no somos tus amigos”. Sus ojos brillaban con un destello que no era humano.
—Detectives místicos —susurré a Dorian.
El más alto habló primero, su voz grave y firme.
—Dorian Eidryn, ha sido detectada una alteración de la línea interdimensional. Debe regresar a su mundo. Ahora.
Dorian arqueó una ceja, divertido.
—¿Ahora? Pensé que teníamos al menos un café de margen —bromeó, con la calma de quien sabe que domina la situación.
El segundo detective, más bajo pero con una mirada que podía atravesarte hasta los huesos, añadió:
—No hay margen. La alteración puede causar un colapso si no regresa.
Lyra suspiró y lanzó una mirada a mí.
—Te dije que esto no sería un picnic —dijo, murmurando—.
—Bien, entonces —dije, intentando mantener la calma mientras mi corazón se aceleraba—. ¿Y cómo planean llevárselo? ¿Portales, hechizos, una orden judicial interdimensional?
—Por todos los medios necesarios —respondió el alto, con tono que no aceptaba discusión.
Dorian se inclinó hacia mí, sus ojos chispeando con un destello travieso.
—Melian… parece que nuestros problemas apenas comienzan. Pero no temas. Te protegeré.
Mi corazón hizo un salto mortal, y no solo por la tensión del momento. Su cercanía era intoxicante, peligrosa y completamente real.
—Está bien —susurré—. Pero si alguien toca mi cafetera, juro que…
—No tocarán tu cafetera —interrumpió Dorian, con una sonrisa que podía ser mortal o un poema—. Solo tú y yo… resolviendo esto.
Lyra puso los ojos en blanco.
—¡Oh, sí! Muy heroico, muy romántico… hasta que los detectives lanzan rayos interdimensionales o hechizos de contención.
Dorian inclinó la cabeza y sus labios se curvaron en una sonrisa que me hizo perder el aliento.
—Déjalos intentar. Nada puede separarme de ti mientras tú me sostienes aquí.
—¡Ey! —exclamé, algo molesta y fascinada a la vez—. ¡Yo no elegí esto!
—Claro que elegiste —dijo Dorian, acercándose más—. Elegiste invocarme. Y ahora… elegiste tenerme cerca.
Sentí cómo el calor subía a mis mejillas. Intenté mantener la compostura, pero era inútil. La combinación de resaca, café y un hombre que existía gracias a mis propias palabras me tenía al borde de un colapso emocional.
Lyra suspiró y lanzó una advertencia:
—Melian, si vamos a sobrevivir a esto, necesitamos un plan. Y rápido.
—Plan —repetí, tratando de sonar firme—. Sí, claro. El plan es:
1. Mantener a Dorian vivo y alejado de los detectives.
2. Evitar que los hechizos se vuelvan locos.
3. No romper el equilibrio interdimensional.
4. Sobrevivir a la resaca.
Dorian rió suavemente, ese sonido grave y cálido que hacía que mi corazón se acelerara sin razón.
—Me gusta tu plan —dijo—. Aunque añadiría un punto cinco: proteger a quien me trajo aquí.
Suspiré, resignada y fascinada al mismo tiempo.
—Bueno… supongo que ser protagonista de novela también tiene sus desventajas.
Los detectives dieron un paso hacia la sala. Lyra extendió una mano, trazando símbolos en el aire.
—No pasarán —dijo, con una confianza que bordeaba lo temerario—. Esto es territorio protegido.
—Ah —dijo Dorian, cruzando los brazos—. Entonces jugaremos.
Y así, entre café, resaca y hechizos improvisados, entendí algo: nunca antes había vivido algo tan peligroso… ni tan emocionante.
Mi vida estaba totalmente fuera de control.
Y la idea de que Dorian estuviera aquí, tan cerca, tan real… hacía que cada riesgo valiera la pena.
Los detectives místicos avanzaron, sus ojos brillando con determinación.
Lyra murmuró palabras en un idioma que no reconocí, y de repente un campo de energía se extendió por el salón, formando un escudo invisible.
—Perfecto —susurré—. Esto es… caos absoluto.
Dorian se inclinó hacia mí, sus labios apenas a centímetros de los míos.
—Melian… si esto es nuestra historia, prometo que no me alejaré de ti.
Mi corazón latió como un tambor desbocado.
—Entonces… que comience el caos —susurré.
Y mientras los detectives golpeaban el escudo invisible, y Lyra recitaba hechizos mientras yo sostenía la taza de café como si fuera un arma, entendí algo: había invocado al amor más peligroso de todos.
Y Dorian estaba listo para luchar por mí… y por nosotros.
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Editado: 18.10.2025