El amor que escribí

Capitulo 5

El aire vibra. Literalmente.
Como si el universo estuviera intentando respirar dentro de mi sala.

El escudo que Lyra había levantado parpadea con destellos azulados, y los dos detectives del otro lado parecen figuras de humo y furia.
Uno de ellos levanta la mano, murmura algo en un idioma que suena a trueno, y el escudo tiembla.

—¡Lyra! —grito—. ¡Tu barrera está… flaqueando!

—No está flaqueando —responde ella, aunque su voz suena más a “estoy a segundos de desmayarme”—. Solo se está… reajustando.

—¿Reajustando? —repito—. ¡Parece que está a punto de explotar!

Dorian está frente a la ventana, observando el cielo con expresión sombría. Su cuerpo emite un leve resplandor, como si la luz lo reconociera.
Y ese brillo… me preocupa.

—¿Qué está pasando contigo? —pregunto, acercándome.

Él me mira.
Y por un segundo, juro que veo tristeza en sus ojos.

—El tejido entre mundos se está tensando —dice, con voz baja—. No debería haber podido cruzar. Algo… o alguien… permitió que el hechizo me trajera por completo.

—¿Y eso es malo? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

Dorian sonríe sin humor.
—Digamos que estar aquí es como intentar respirar bajo el agua. Por ahora resisto, pero el mundo que me creó… lo está sintiendo.

Lyra nos interrumpe, lanzando un grito mientras el escudo se desintegra con un estallido de luz.
Los detectives entran, sus ojos brillando como lunas negras.

—¡Retrocedan! —advierte Dorian, extendiendo la mano.

Un viento oscuro, pesado y lleno de energía surge de su palma.
Los detectives se detienen en seco, pero uno logra murmurar algo que hace que el suelo tiemble.

Yo, por supuesto, hago lo más lógico: me agacho detrás del sofá con mi taza de café aún en la mano.

—¡Esto no estaba en mi contrato de escritora deprimida! —grito.

Lyra se arrastra hacia mí, con la cara empapada en sudor.
—Si sobrevivimos, me vas a comprar un altar entero de cuarzos, ¿me oyes?

—Te compraré una tienda entera —respondo, justo antes de escuchar el rugido.

No sé si sale de Dorian o del aire mismo, pero todo se vuelve luz y ruido.
El suelo se agrieta.
Las cortinas se agitan como si un huracán invisible hubiera entrado.
Y de repente, los detectives salen despedidos hacia atrás, golpeando la pared con un estruendo sordo.

Dorian cae de rodillas.
Su respiración es irregular.
Y su cuerpo… comienza a desvanecerse.

—¡Dorian! —corro hacia él, ignorando el caos.

Sus dedos, antes cálidos, ahora están fríos como la piedra.
Su piel se vuelve translúcida, dejando ver una red de luz que pulsa bajo la superficie.

—No puedo… mantenerme —susurra—. Algo está empujándome de regreso.

—¡No! —digo, tomándole la cara entre mis manos—. ¡No te atrevas a desaparecer!

Lyra corre hacia nosotros y lanza polvo de luna (sí, eso existe) sobre el suelo.
Un círculo de energía se forma alrededor.
—¡Escúchame, Mel! —dice ella—. No puede regresar todavía. Si cruza el umbral ahora, se perderá en el vacío.

—¿Vacío? —pregunto, temblando—. ¿Qué vacío?

—El espacio entre los mundos —explica ella rápidamente—. Donde nada existe. Si se va ahora… nunca volverá a ser quien era.

El corazón me da un vuelco.
—Entonces, ¿qué hacemos?

—Necesitamos un ancla —responde Lyra—. Algo que lo conecte completamente a este mundo hasta que podamos estabilizar su energía.

—¿Un ancla como…?

Ella me lanza una mirada significativa.
—Tú, Mel.

Silencio.
El tiempo se congela.

—¿Yo? —pregunto, con voz débil.

—Sí. Tú lo trajiste. Tú lo creaste. Si alguien puede mantenerlo aquí, eres tú. Pero… —sus ojos se nublan— el lazo entre ambos se volverá más fuerte. No solo emocionalmente. Energéticamente. Si lo anclas aquí… una parte de ti también quedará ligada a él.

Trago saliva.
Miro a Dorian, que me observa con esa mezcla de ternura y oscuridad que me desarma.
Y entiendo que ya estoy perdida.

—Hazlo —digo.

Lyra asiente. Extiende las manos y comienza a recitar palabras antiguas.
El aire vibra.
Dorian me toma la mano. Su tacto arde y congela al mismo tiempo.

—Melian —susurra—. No tienes que hacerlo.

—Sí, tengo que hacerlo —respondo, mirándolo a los ojos—. Te traje aquí. No voy a dejar que desaparezcas.

Sus labios tiemblan.
—Si haces esto, no podrás romper el vínculo. No del todo.

—Entonces… supongo que tendré que aprender a vivir con eso.

Lyra alza la voz, y una luz blanca nos envuelve.
Siento cómo una corriente eléctrica atraviesa mi pecho y se une con el de Dorian.
Es como si nuestras almas chocaran, se reconocieran y luego se entrelazaran.

Él jadea, y yo también.
Y por un instante, todo desaparece: el ruido, los detectives, la luz.
Solo estamos él y yo.
Su mirada, mi respiración.
Un universo entero contenido en un solo segundo.

Luego, el silencio.

Cuando abro los ojos, Dorian ya no está desvaneciéndose.
Su piel ha recuperado el color, su cuerpo la solidez.
Pero hay algo nuevo: una línea de luz dorada, como un tatuaje, que conecta su muñeca con la mía.

Lyra cae exhausta sobre el suelo.
—Listo… —susurra—. El vínculo está hecho. Ahora está atado a ti.

Miro la marca, aturdida.
—¿Y eso… se va a quitar pronto?

—Depende —responde ella, sonriendo débilmente—. Si sobreviven a lo que viene.

Dorian me toma la mano, observando el hilo de luz entre nosotros.
—Puedo sentirte —dice, como si no supiera si eso era un milagro o una condena.

—Sí, bueno —respondo, intentando sonar casual—. Bienvenido al club de los vínculos emocionales desastrosos.

Él ríe suavemente, esa risa grave que me derrite.
Pero hay algo más detrás: miedo.
Y también deseo.

—Melian… —dice, acercándose—. No sabes lo que acabas de hacer.

—Probablemente no —respondo, bajando la mirada—. Pero si eso te mantiene con vida, vale la pena.




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