El amor que escribí

Capitulo 7

El aire se quebró antes que la puerta.
Una ráfaga de energía invisible barrió el salón, arrojando los muebles contra las paredes y apagando las luces en un solo parpadeo. Todo olía a ozono y hierro caliente, como si un rayo hubiera caído dentro de la casa.

Vi las siluetas de los agentes del Departamento de lo Oculto entrando: seis figuras encapuchadas, armadas con runas brillando en sus brazos. No eran simples humanos. La magia vibraba en ellos como una corriente viva, un fuego que reconocí al instante.

Dorian me empujó detrás del escritorio, su mirada ardiendo.
—Quédate ahí. No intervengas.

—¡No puedo dejar que te lo lleven! —grité, pero ya se movía.

La energía brotó de sus manos, un torbellino de fuego y sombra que estalló contra el suelo. Los agentes respondieron lanzando sellos dorados que giraron como cuchillas de luz. El choque de fuerzas hizo temblar las paredes.

El mundo se volvió ruido, calor y color.

Vi a Lyra en una esquina, trazando símbolos con sangre en el aire. Intentaba reforzar el escudo, pero algo se quebró antes de que pudiera hacerlo.
Un rugido resonó en todas direcciones. No provenía de Dorian ni de los agentes. Venía de algo… detrás.

Una grieta se abrió en el aire, como si el espacio mismo se desgarrara. De su interior surgió una sombra líquida, alta como el techo, con ojos que ardían como brasas. Su voz fue un eco grave que heló mi sangre.

—Así que aquí estás, Dorian. El hijo del fuego que quiso jugar a ser humano.

Dorian se detuvo en seco.
Su expresión cambió, una mezcla de furia y miedo.

—No puede ser —susurró.

—Oh, sí —respondió la sombra, emergiendo por completo.
Era una figura encapuchada, su cuerpo hecho de humo y ceniza, pero con un rostro apenas visible: el de un hombre joven, con la piel gris y marcas brillantes recorriéndole la mandíbula—. ¿Creíste que podrías escapar de mí, hermano?

Hermano.

Esa palabra resonó como un trueno.
Yo lo había escrito así en mi libro: “Dorian, el híbrido del fuego, creado a partir del alma de un guerrero caído y el fragmento oscuro de su hermano, Kael.”

Kael.
Mi mente dio vueltas.
Ese nombre lo había inventado yo. No existía. No podía existir.

Lyra gritó:
—¡El equilibrio se rompió! ¡La grieta trajo consigo a su opuesto!

El suelo vibró.
Kael extendió una mano y la oscuridad brotó de ella, extendiéndose como raíces por las paredes. Todo lo que tocaba se marchitaba.

—Este mundo es débil —dijo—. Y ahora me pertenece.

Dorian se interpuso entre él y yo.
—No la toques.

Kael sonrió.
—¿La humana? No me digas que te has encariñado. Qué patético.

Dorian no contestó. En su lugar, liberó una llamarada azul desde su pecho, un fuego que no quemaba, sino que iluminaba. El fuego de los antiguos guardianes.
El choque entre la oscuridad de Kael y la luz de Dorian iluminó la sala como un amanecer distorsionado.

Yo solo pude cubrirme el rostro, mientras la energía me atravesaba el cuerpo. Sentí el vínculo despertarse, latiendo fuerte, tan fuerte que creí que mi corazón iba a estallar.

Vi recuerdos que no eran míos: el nacimiento de Dorian, el juramento que compartió con Kael, el día en que su hermano fue consumido por la sombra.
Y luego, su voz.
“Si cruzas la línea por amor, yo te destruiré.”

Cuando abrí los ojos, Dorian estaba arrodillado, sangrando fuego por la boca, pero aún en pie. Kael lo observaba con una sonrisa cruel.

—Sigues igual de débil —murmuró—. Te alimentas de emociones, Dorian. De amor, de compasión… ¿de ella? —Sus ojos se clavaron en mí—. Interesante. Tal vez si la destruyo, te liberes.

—¡No! —grité.

Sin pensar, me lancé hacia Dorian.
Y entonces sucedió algo imposible: la energía del vínculo estalló.
Una onda dorada nos envolvió a ambos, expulsando a Kael y a los agentes hacia atrás. Las runas de contención se apagaron. Todo el departamento tembló.

Sentí que el fuego y la oscuridad se mezclaban dentro de mí.
Dorian me sujetó, su piel ardiendo, su voz apenas un susurro:
—Melian… ahora puedes verme de verdad.

Y lo vi.
No como un personaje, sino como lo que realmente era: un ser hecho de fragmentos de mundos olvidados, de deseos humanos, de mi propia tristeza.

Kael rugió.
—¡No! ¡El equilibrio no puede inclinarse hacia la luz!

Extendió ambas manos, abriendo una grieta más grande detrás de él.
Vi destellos de otro universo: un reino roto, fuego y ceniza cayendo como lluvia, y cientos de figuras mirándonos desde el otro lado. Criaturas que yo misma había creado en mis libros. Estaban despertando.

Lyra gritó algo, pero su voz se perdió en el rugido.
Dorian se incorporó con dificultad.
—Si esa grieta sigue abierta, ambos mundos se colapsarán.

—¿Qué hacemos? —pregunté, desesperada.

—Solo hay una forma de restablecer el equilibrio —dijo, mirándome con una mezcla de ternura y tristeza—. Debo regresar… pero contigo.

—¿Qué?

—Eres mi ancla. Si me separo de ti, muero. Si te dejo aquí, el vínculo me arrastrará de vuelta, pero incompleto. No puedo irme sin ti, Melian.

Kael rió.
—¿Crees que la llevarás contigo? No pertenece a nuestro mundo. Si cruzas con ella, ambos serán destruidos.

Las sombras se alzaron de nuevo.
El fuego de Dorian respondió, formando un círculo alrededor de nosotros.

Yo no sabía qué hacer. Parte de mí quería huir. La otra parte… solo quería quedarme con él.

—Si te vas, ¿volveré a verte? —susurré.

Él alzó la mano y la apoyó en mi mejilla.
—Nos veremos en cada historia que escribas. Pero si te quedas conmigo… el precio será tu mundo.

Mi mente gritaba que debía decir que no.
Pero mi corazón ya lo había decidido.

—Entonces que arda el mundo.

El beso fue un incendio.
Una llamarada que rompió el aire y cerró la grieta durante un segundo. El fuego se volvió blanco, puro, y la oscuridad retrocedió. Kael gritó, su cuerpo fragmentándose en mil sombras. Pero antes de desaparecer, sus palabras resonaron en mi mente:
“El equilibrio siempre cobra su deuda. Si él vive, algo más debe morir.”




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