Desperté con la sensación de que algo estaba mal.
El sol se filtraba tímidamente por la ventana, dibujando franjas doradas sobre el suelo. El café humeaba olvidado sobre la mesa y la máquina de escribir estaba cerrada, inerte, como si nada hubiera pasado.
—Buenos días… dormilona —dijo Lyra, desde la cocina, con esa voz que intentaba sonar tranquila, aunque la tensión se le escapaba por los dedos.
Me incorporé lentamente, frotándome los ojos. La cabeza me daba vueltas y sentía un calor extraño en el pecho, un latido que no pertenecía a mi propio corazón.
—¿Qué pasó anoche? —pregunté, con voz ronca.
Lyra se acercó con un vaso de agua y un gesto de complicidad.
—Te desmayaste… demasiado estrés, un poco de vino y tu imaginación desbordada. Nada grave. —Sonrió, pero sus ojos brillaban con esa chispa que siempre me decía que no me contaba toda la verdad.
Me incorporé del sofá y noté algo que me heló la sangre: un pequeño rastro dorado, apenas visible, que brillaba suavemente sobre mi pecho. La marca del vínculo.
—Lyra… —susurré, intentando mantener la calma—. Esto… no estaba aquí antes.
—Simplemente… imaginaste cosas. Debe ser tu pulso, la luz de la mañana, algo… —dijo, desviando la mirada—. No busques complicaciones donde no las hay.
Pero no podía ignorarlo. Cada fibra de mi ser me decía que había algo más, algo que Lyra estaba intentando protegerme.
Caminé hacia la mesa y tomé mi cuaderno. La pluma estaba lista, como si me estuviera esperando. La abrí y empecé a escribir, tratando de calmar mi mente agitada. La letra fluyó, mecánica al principio, hasta que la historia de Dorian apareció frente a mí.
Me senté en la silla de siempre, mirando la primera página de mi novela. Pero algo estaba extraño. Muy extraño.
Dorian ya no era exactamente como lo había escrito. Su voz, sus gestos, incluso la forma en que me miraba desde las palabras, tenían algo diferente. Como si alguien hubiera respirado dentro de las páginas y alterado su esencia.
Leí un fragmento en voz alta:
"Dorian inclinó la cabeza y sonrió, un destello de fuego cruzando sus ojos oscuros. 'Siempre supe que me llamarías', dijo, y por un instante, el mundo entero desapareció a nuestro alrededor."
Fruncí el ceño. Esa frase no la recordaba. Yo no escribí eso.
—Lyra… esto… —dije, mi voz temblando mientras mis dedos recorrían el papel—. Esto no es mío.
Ella se acercó, tomando mi mano con suavidad.
—Tal vez… tu mente estaba más creativa de lo que recuerdas. El estrés, el sueño… —trató de explicarlo, pero su tono no me convenció.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. La tinta brillaba apenas bajo la luz del sol, y el olor a papel recién abierto parecía mezclarse con algo más: un aroma metálico, frío, que no pertenecía al departamento.
Mis ojos se movieron frenéticamente de una página a otra. Dorian hablaba de cosas que no recordaba escribir: lugares que nunca describí, gestos que jamás imaginé para él. Incluso mencionaba nombres que me resultaban desconocidos.
—No puede ser… —murmuré, cerrando el libro con fuerza.
Lyra inclinó la cabeza, preocupada.
—¿Qué sucede?
—No es… no es normal. —Tomé aire, tratando de que mi voz no temblara—. Es como si alguien más hubiera escrito esto. Como si… Dorian estuviera cambiando.
Lyra me miró, sus labios apretados.
—Melian… escúchame. Nada de esto pasó. Todo fue un sueño. La resaca, tu imaginación… —trató de calmarme, pero yo no podía ignorar lo que sentía.
—No es eso —respondí con firmeza—. Hay algo… algo vivo en este libro. Lo puedo sentir. Cada palabra late, cada frase respira. Dorian… está aquí, de alguna manera, pero no solo él. Hay algo más.
Un frío recorrió la habitación y sentí como si alguien me observara desde las sombras. La luz de la mañana ya no parecía suficiente para calmar mi miedo.
Abrí el libro de nuevo y, al pasar una página, una voz resonó en mi mente. Fría. Poderosa.
“Así que me has llamado…”
Me congelé. Esa no era la voz de Dorian. Era más… intensa, más oscura, cargada de ambición y peligro.
—Lyra… —susurré, mi corazón acelerado—. Hay alguien más. Alguien dentro de mi historia.
Ella frunció el ceño, su expresión cambiando a alarma.
—¿Cómo… cómo lo sabes?
—Lo siento. Lo siento tanto —murmuré, tocando el nombre de Dorian en el libro—. Pero puedo sentirlo. Kael. Es Kael. Él… él está aquí.
Lyra se llevó las manos a la boca.
—¡Maldita sea! —exclamó—. Eso significa que el equilibrio se está rompiendo de nuevo.
Me senté, abrumada, con la cabeza entre las manos. Todo lo que creía seguro, cada hechizo, cada protección, ahora parecía un castillo de arena frente a una tormenta.
—¿Y qué hacemos? —pregunté, la voz quebrada.
—Primero… respira, Melian. No puedes dejar que te domine el miedo. —Ella trató de ponerme de pie—. Segundo, no le des poder con tu miedo. Tercero… debemos vigilarlo. Kael no solo está en el libro; está intentando tomar forma en nuestro mundo.
Sentí un escalofrío recorrer mi columna. Cada palabra de Lyra confirmaba lo que mi intuición ya gritaba: no podía ignorar esta presencia. Kael quería algo de mí. Y yo no sabía qué.
—¿Y Dorian? —pregunté, aferrándome a la esperanza—. ¿Está… está bien?
Lyra suspiró.
—Dorian está vinculado a ti. La magia que creaste lo protege, pero ahora Kael también tiene un hilo hacia ti. Si no lo controlamos… ambos podrían perderse.
El libro en mis manos tembló. Las palabras empezaron a moverse, como si un viento invisible recorriera las páginas. Frases nuevas aparecían, describiendo acciones que yo jamás escribí, conversaciones que jamás imaginé.
Sentí la necesidad de cerrar los ojos, de escapar de la realidad, pero algo en mi interior me decía que debía enfrentarlo. Cada palabra escrita por Kael estaba buscando despertar algo dentro de mí, un poder que yo apenas comenzaba a comprender.
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Editado: 18.10.2025