El amor que escribí

Capitulo 21

Capítulo 21 – “Entre la llama y la sombra”

El silencio que siguió a la explosión no era natural.
Era un vacío hambriento. Un hueco que devoraba los sonidos, la luz, la esperanza.

El suelo bajo mis pies se resquebrajaba, y un rugido profundo —como si la tierra misma gritara— recorrió el aire. Dorian estaba frente a mí, sangrando.
La herida en su abdomen ardía con un brillo dorado.
Era el precio de lo que había hecho.

—¡Dorian! —corrí hacia él, pero el espacio entre nosotros se doblaba, deformándose como un espejo roto.

—No te acerques —jadeó—. Está intentando arrastrarme de vuelta.

Una corriente oscura lo envolvía. La tinta del mundo, esa sustancia viva que Kael había liberado, lo estaba reclamando. Dorian era parte de la anomalía… y el equilibrio quería corregirse.

No lo permitiría.

—No voy a dejarte, ¿me oyes? —grité, extendiendo la mano hacia él.

El suelo tembló.
El aire se llenó de destellos de fuego dorado y relámpagos de tinta negra.
Todo lo que alguna vez fue sólido se convertía en líquido o vapor.

Dorian sonrió débilmente.
—Siempre tan terca…

—Cállate. No me despidas.

Me lancé hacia él, aunque cada paso dolía como si caminara sobre vidrio. La energía me desgarraba por dentro, pero no importaba.
Cuando por fin lo alcancé, su cuerpo estaba a medias materializado. Sentí cómo la oscuridad lo jalaba hacia un abismo invisible.

—No puedes salvarme, Melian —susurró, con la voz quebrada—. Esto es lo que soy. Fuego condenado.

Lo golpeé en el pecho, llorando.
—¡Entonces arderé contigo!

La frase rompió algo en el aire.
Una onda de energía se liberó, envolviéndonos a ambos. La tinta se apartó por un instante, como si temiera nuestra locura.

Dorian me miró con una mezcla de sorpresa y dolor.
—No entiendes lo que estás haciendo.

—Sí lo entiendo —dije, tomándolo del rostro con ambas manos—. Entiendo que prefiero desaparecer contigo a seguir viva en un mundo sin ti.

Y lo besé.

El beso fue una implosión.
El fuego dorado y la tinta negra se mezclaron, girando en torno a nosotros, formando un torbellino de pura energía.
La luz nos atravesaba, pero no nos destruía. Nos unía.

Por un momento, vi fragmentos de su alma: su pasado, su soledad, el peso del poder que lo había consumido.
Y él vio el mío: las noches escribiendo a la deriva, los vacíos que llenaba con historias, el miedo a no ser suficiente para nadie.

El fuego nos reconoció.
Y en ese reconocimiento, algo cambió.

Dorian respiró con dificultad.
—Melian… tú… tú estás absorbiendo parte del vínculo.

No supe qué significaba hasta que miré mis brazos.
Las líneas doradas que antes lo marcaban ahora se extendían por mi piel, vivas, ardientes.
Su energía fluía hacia mí.

—¡No! —intentó apartarse—. Si tomas esto, te destruirá.

—Demasiado tarde —sonreí entre lágrimas—. Ya estoy ardiendo.

Una carcajada resonó alrededor.
Kael.
Su voz se filtró desde todas partes, como un eco distorsionado.

—¿Creyeron que el amor podía desafiar la estructura misma del universo? —rió—. Qué poético… y qué inútil.

El cielo se partió.
Del abismo cayeron nuevas criaturas, nacidas de la mezcla entre fuego y tinta: cuerpos serpenteantes, alas fragmentadas, ojos que lloraban luz.
Eran hermosas y horribles. Y venían hacia nosotros.

Dorian me empujó detrás de él, su energía aún oscilante.
—Aléjate. No podrás contenerlas.

—Tampoco tú —le respondí—. Pero juntos… sí podemos.

Un destello recorrió el suelo cuando nuestras manos se unieron.
El fuego dorado se fusionó con la tinta viva de Kael, formando un nuevo tipo de energía: luz líquida, que respondía a nuestra voluntad.

Dorian la controló primero, extendiendo su brazo hacia las criaturas.
Una ola de energía pura las golpeó, desintegrando a varias.
Pero otras se regeneraron, más fuertes, más feroces.

Una de ellas se abalanzó sobre mí, y sin pensar, levanté la mano.
La luz dorada brotó de mi piel, formando una barrera que la criatura no pudo atravesar.
Me quedé mirando mi mano, temblorosa.

—Dorian… puedo usarlo.

Él me observó con asombro.
—Eres fuego, Melian. No solo lo escribiste. Lo eras desde el principio.

Las palabras me dieron fuerza.
Una tras otra, las criaturas comenzaron a caer ante nosotros. Cada movimiento era una danza entre destrucción y deseo.
Él a mi lado, su poder latiendo al ritmo del mío.

Pero Kael no se detuvo.
Su voz se hizo trueno.
—Si insisten en ser uno, entonces morirán como uno.

El suelo se abrió bajo nosotros.
Caímos.

El vértigo fue infinito.
Solo había viento, fuego y oscuridad.

Hasta que Dorian me abrazó en pleno descenso.
—Confía en mí.

Cerré los ojos.
Y cuando los abrí, estábamos en medio de un campo de fuego líquido, rodeados de columnas de luz.

Era un limbo, una grieta entre mundos.
Y allí, en medio de ese caos ardiente, Kael se manifestó en su forma más pura: un gigante de tinta viva, con ojos blancos como lunas.

—Última oportunidad —dijo, extendiendo una mano—. Entrégamela y tal vez conserve tu esencia.

Dorian me miró.
—Nunca.

Saltó hacia él, envuelto en fuego, y chocaron con una fuerza que estremeció todo.
Yo corrí tras ellos, invocando la energía que me quedaba.
Mi cuerpo dolía, pero el miedo había desaparecido. Solo quedaba un propósito.

Kael levantó una torre de sombra, atrapando a Dorian.
Vi cómo su fuego se apagaba poco a poco.

No lo pensé.
Extendí ambas manos y grité desde lo más profundo de mi alma:

—¡Devuélveme lo que es mío!

Una ola de fuego estalló desde mi pecho, alcanzando a Kael y atravesando su cuerpo.
La sombra gritó.
Dorian cayó libre, envuelto en llamas que ya no lo quemaban.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.