(Punto de vista de Melian)
Abrí los ojos y todo era… distinto.
El aire olía a tierra mojada y tinta recién escrita.
No era nuestro mundo, pero tampoco era un sueño.
El cielo estaba teñido de un dorado pálido que nunca había visto, y el suelo parecía vibrar bajo mis pies, como si cada palabra que alguna vez hubiera escrito se hubiera vuelto materia.
Dorian estaba a mi lado, como siempre. Su presencia me daba fuerza y miedo a la vez. Su piel humana parecía demasiado frágil para contener lo que él era, pero lo hacía. Lo había hecho. Y eso me dejaba sin aliento.
—¿Dónde… estamos? —pregunté, con la voz temblorosa.
Él me tomó de la mano y sonrió, pero no había alegría completa en sus ojos, solo cautela.
—Entre lo que fue y lo que escribiste, Mel —dijo—. Este mundo… es tu historia. La reescribiste sin saberlo, y ahora estamos aquí.
Miré alrededor. Lo que antes eran edificios, calles, plazas, ahora eran ruinas de palabras que flotaban, letras que formaban estructuras incompletas. Parecía que alguien había arrancado la realidad y dejado solo los fragmentos más importantes: lo que necesitábamos para sobrevivir, para encontrarnos.
—Es… hermoso —susurré—, y aterrador al mismo tiempo.
—Como tú —me respondió, apretando mi mano.
Sentí calor en mi pecho, un fuego antiguo que no se apagaba. Pero no era solo amor. Era miedo.
Miedo de que cualquier error mío, cualquier palabra mal escrita, pudiera destruir lo que acabábamos de ganar.
—Dorian… —dije, bajando la mirada—. Esto… esto se siente frágil. Todo parece… sostenido con hilos de tinta.
—Porque lo está —me respondió con sinceridad—. Y eso incluye a Kael. No lo has eliminado por completo. Solo lo has empujado a otra forma. Dormido, pero listo.
Mi estómago se encogió.
—Entonces… todavía estamos en peligro.
Él asintió.
—Siempre lo estaremos. Pero por ahora… podemos respirar.
Caminamos entre los restos de la ciudad escrita, y cada paso hacía que las letras bajo nuestros pies se reacomodaran. Era como caminar sobre un libro vivo. Sentí que podía tocarlo, reorganizarlo. Una parte de mí quería gritar de emoción y miedo al mismo tiempo.
—Dorian… —dije, deteniéndome—. Todo esto… ¿lo sientes como yo?
—Sí —dijo, acercándose a mí—. Es como si el mundo mismo nos estuviera mirando, esperando que nos equivoquemos. Pero también nos protege.
Me apoyé en él. Su calor me calmó, pero al mismo tiempo despertó algo dentro de mí. El fuego que había sentido antes con él no era solo metáfora. Era real. Me consumía por dentro.
—No sé si estoy lista —murmuré—. Para esto. Para todo.
—No tienes que estarlo —dijo, inclinándose para rozar mis labios con los suyos—. Solo estamos aquí. Juntos. Eso es suficiente por ahora.
El beso fue dulce, urgente, y por un momento todo lo demás desapareció: las ruinas, el miedo, Kael, el equilibrio. Solo éramos nosotros, dos almas perdidas en un mundo que todavía no entendíamos.
—Te extrañé tanto —susurré entre sus brazos—. Te busqué en cada sueño, en cada línea que escribía.
—Yo también —dijo—. Incluso cuando no podía tocarte, sentía tu voz. Tu fuego me guiaba.
El calor entre nosotros creció. No era solo deseo, era necesidad, un impulso que venía de lo más profundo de nuestros cuerpos y almas. El mundo podría estar hecho de palabras y ruinas, pero en ese momento, no importaba nada más que nosotros.
Nos separamos un poco, y él tomó mi rostro con cuidado.
—No puedo prometer que todo será fácil —dijo—. Kael sigue ahí afuera. Y este mundo… no está completo.
—Lo sé —respondí, tomando su mano—. Pero podemos reconstruirlo. Palabra por palabra, línea por línea. Juntos.
Su mirada se suavizó, y por primera vez en mucho tiempo, vi en él algo que no había visto antes: esperanza. No la clase de esperanza que se sostiene con magia o fuego, sino la humana. La que surge cuando dos personas saben que dependen una de la otra para sobrevivir.
Nos sentamos en medio de una plaza formada por frases incompletas, y él me abrazó. Su calor me envolvió, y por un momento, el mundo entero desapareció.
Podía escuchar su respiración, sentir cada latido de su corazón, y todo lo que había pasado, todos los horrores y peligros, parecían lejanos.
Pero no podía ignorarlo por completo.
—Dorian… —dije, levantando la cabeza para mirarlo—. Esto… lo que hemos hecho, lo que Kael hizo… todo… ¿será suficiente para protegernos?
—Por ahora —respondió, apretando mis manos—. Pero siempre habrá peligros. Esa es la naturaleza del fuego. Y de la tinta.
Sonreí débilmente.
—Entonces tendremos que aprender a escribirlo bien.
Él me abrazó otra vez, y por un instante, me sentí segura. Real. Humana. Y divina al mismo tiempo.
Un ruido lejano nos sacó de ese momento.
Miré hacia arriba y vi figuras moviéndose entre las ruinas de palabras: sombras que no parecían totalmente reales, como si Kael hubiera dejado rastros de su influencia.
—Dorian… —murmuré—. No estamos solos.
Él se puso de pie, empujándome detrás de él.
—Eso parece —dijo, con la voz firme, pero sus ojos no dejaban de buscar alguna señal de lo que nos esperaba—. Prepárate. Esto no ha terminado.
El mundo bajo nuestros pies tembló. Una grieta se abrió en medio de la plaza, y del suelo emergieron formas oscuras, mitad tinta, mitad sombra. Las criaturas escritas por Melian, corrompidas por Kael, nos rodeaban lentamente.
—¿Lo ves? —dijo él, levantando las manos—. No solo yo estoy en peligro. Tú también.
—No me importa —respondí, agarrando su brazo—. Mientras estemos juntos, podemos enfrentarlo.
Él asintió, y por un instante, nuestras miradas se encontraron con una intensidad que no necesitaba palabras.
—Entonces no dejemos que nos separen —dijo—. Ni la tinta, ni el fuego, ni Kael.
—Nunca —respondí, y esta vez fuimos nosotros quienes nos lanzamos al peligro.
#3302 en Novela romántica
#711 en Fantasía
#amor #desamor #dolor esperanza, #amor # confusión # enamorado, #fantasia#amor#romance
Editado: 18.10.2025