El amor que escribí

Capitulo 29

✦ Capítulo 29 – “Ecos entre ruinas”

(Narrado por Melian)

El viento olía a ceniza y a lluvia recién caída.
Caminaba entre los restos del barrio, donde la ciudad parecía haber olvidado el tiempo, y cada edificio roto contaba historias de fuego, magia y secretos que nunca debieron salir a la luz.
Mi corazón latía con fuerza, pero no por el miedo; era una mezcla de ansiedad, alivio y algo que aún no podía nombrar del todo: amor.

Dorian estaba a mi lado.
Real, humano, pero con un aura que aún conservaba su fuego interior.
Cada vez que lo miraba, sentía la historia entera entre nosotros: los mundos destruidos, los hechizos prohibidos, la marca dorada en mi pecho. Todo estaba ahí, vibrando, recordándome que no podíamos retroceder.

—¿Estás segura de que podemos… sobrevivir a esto? —pregunté, más a mí misma que a él.

Dorian me tomó la mano, apretándola con suavidad.
—No se trata de sobrevivir, Melian. Se trata de elegir. Elegirnos una vez más, aunque el mundo quiera derrumbarse a nuestro alrededor.

El suelo tembló bajo nuestros pies. Una grieta serpenteó entre las calles, levantando polvo y restos de magia que aún flotaban en el aire.
Sabía que Kael seguía acechando, que sus manipulaciones no habían terminado.
Pero había algo diferente esta vez: ya no éramos solo víctimas. Habíamos aprendido.

—No dejaré que nos divida otra vez —dijo Dorian, con los ojos brillando—. Y si viene, lo enfrentaremos. Juntos.

Su cercanía me hizo olvidar el miedo por un instante.
Sus dedos rozando los míos, su aliento cálido, el aroma a humo y a su esencia…
Era un momento perfecto, como si el mundo hubiera decidido regalarnos un respiro en medio del caos.

Nos detuvimos frente a lo que quedaba de una biblioteca.
Los libros se dispersaban por el suelo, páginas arrancadas flotando en el aire.
Mi instinto de escritora me obligó a recoger uno.
Era mi libro, o lo que quedaba de él.
Las palabras que había escrito, mezcladas con el fuego de Dorian y los ecos de Kael, se habían transformado en algo que apenas reconocía.
Cada línea era un recordatorio de nuestra historia, de nuestros errores y de nuestras victorias.

—Parece que incluso los libros sienten nuestro caos —dije con una sonrisa débil.

Dorian rió suavemente.
—Y nosotros los hemos escrito. Literalmente.

Entonces lo vi: un rastro de luz negra entre las sombras.
Kael.
Su silueta, humana y perfecta, parecía moverse sin esfuerzo entre los escombros.
Sonreía, como si supiera exactamente cómo manipular nuestros miedos.

—No me mires así —dijo, con voz fría—. Solo quiero… asegurarme de que sigas escribiendo la historia correcta.

—¿La historia correcta? —dije, furiosa—. ¡No serás tú quien decida cómo vivimos!

Dorian se colocó delante de mí, como un escudo humano.
—Déjame hacerlo —susurró, con una intensidad que hizo que mi corazón doliera.

Kael avanzó un paso, y la tierra se estremeció bajo nosotros.
Criaturas surgieron de las sombras, sombras que parecían estar formadas por mis palabras, pero manipuladas por su poder.
Monstruos que yo había imaginado para mis historias… pero que él había hecho reales, peligrosos.

—No… no pueden ser reales —murmuré, horrorizada—. ¡Esto es imposible!

—Para ti son imposibles —replicó Kael—. Para mí son mi ejército.

Dorian respiró hondo, y algo en él cambió.
El fuego interno que había contenido por miedo, por equilibrio, se expandió.
Sus manos brillaron con un calor dorado que hacía temblar hasta las piedras.
Cada criatura que Kael lanzaba era detenida por la pura energía de Dorian, desintegrándose antes de tocar el suelo.

—¡Melian! —gritó—. No te alejes. No dejes que tus palabras sean su arma.

Sentí que mi pecho ardía, no de miedo, sino de amor, de desesperación y de fuerza.
Con un movimiento, tomé el libro en mis manos.
Las palabras se elevaron, brillando con tinta dorada.
Escribí rápido, casi sin pensar, mientras el mundo temblaba alrededor.
Cada frase era un hechizo, cada línea una barrera, cada palabra un refugio.

—¡Dorian! —exclamé—. Si crees en mí, confía en lo que puedo hacer.

Él me miró, y por un instante, el tiempo se detuvo.
No había fuego, no había monstruos, no había Kael.
Solo nosotros.
Nuestros dedos entrelazados, nuestros latidos sincronizados, el silencio antes de la tormenta.

—Confío en ti —dijo, susurrando al oído—. Siempre.

Y en ese instante, mientras las criaturas desaparecían bajo el poder de nuestras palabras y de su fuego, supe lo que significaba amar con todo.
No había miedo, no había culpa, solo la certeza de que, aunque el mundo se derrumbara, estábamos juntos.

Kael gritó, furioso, viendo cómo su ejército se disolvía.
—Esto no termina aquí —dijo—. No mientras yo tenga… poder.

Dorian lo enfrentó, cuerpo a cuerpo, fuego contra sombra, luz contra oscuridad.
Yo me concentré en escribir, en sellar, en proteger.
Las palabras y la magia se entrelazaban como un baile perfecto.

En medio de ese caos, sentí sus labios sobre los míos.
Un beso que no era solo deseo, sino promesa, desafío y salvación.
Todo el amor contenido en siglos de distancia y de pérdidas se condensó en ese instante.

El mundo tembló.
Las sombras gritaron.
Pero nosotros seguíamos, abrazados, escribiendo nuestra propia historia.

Cuando Kael finalmente desapareció entre los escombros, derrotado por nuestra unión, me senté junto a Dorian.
—¿Lo logramos? —susurré, aún con la respiración entrecortada.

—Por ahora —dijo, acariciando mi rostro—. Pero mientras estemos juntos, siempre habrá una manera.

Y en ese momento, entre ruinas y fuego apagado, comprendí que incluso en el caos más absoluto, el amor verdadero no solo sobrevive… sino que crea mundos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.