Narrado por Cristina
Una chica diferente.
La vi antes de que él lo hiciera.
Era nueva. Eso se notaba por cómo miraba el edificio principal con cierto asombro y cómo sostenía su carpeta con una mezcla de seguridad y curiosidad. Cabello largo, negro azabache, labios gruesos con brillo, ropa perfectamente ajustada, y una sonrisa que parecía ensayada, pero genuina. De esas que cautivan.
Marie la notó también.
-Prepárate, acaba de llegar competencia a la liga de Jhony -murmuró con su tono teatral de siempre.
Yo no dije nada. Solo observé. Ya sabía lo que iba a pasar.
Y pasó.
Al terminar la clase, Jhony salió al pasillo, riendo con sus amigos. Ella estaba ahí, fingiendo buscar algo en su mochila. Fue tan fácil. Como si el universo los hubiera coreografiado con semanas de anticipación.
Se chocaron.
Ella soltó un "¡ay!" tan dulce que me dolieron los dientes.
Él le sonrió. Le preguntó si estaba bien.
Ella le respondió con una risa musical y una mirada directa.
Y en ese momento, lo supe:
Ella sí era de su mundo.
Yo no.
---
Esa tarde fuimos a la cafetería. Pedí lo de siempre. Marie cambió su pedido a un café con vainilla. Dijo que necesitaba algo "más dulce que la escena romántica que acabábamos de presenciar".
-¿Te molesta? -me preguntó con cuidado.
-No. -Mentí.
Ella me miró. Ya me conocía demasiado.
-Cristina, no se trata de ella. Ni siquiera la conoces.
-Lo sé.
-Se trata de ti... y de lo que tú crees que te falta para gustarle a él.
Guardé silencio. Porque era verdad.
La chica no tenía la culpa de brillar. Pero yo... yo solo quería ser vista. Por él.
-¿Y si nunca lo soy, Marie?
Ella dejó su taza y me tomó la mano.
-Entonces vas a tener que aprender a verte tú primero. Porque si pasas toda tu vida esperando que te validen desde afuera, te vas a romper por dentro.
La miré. No por sus palabras, sino por cómo las decía.
Tan convencida. Tan segura.
Yo quería esa seguridad. No para gustarle a Jhony. Sino para dejar de dolerme sola.
-¿Y si la elige a ella?
Marie suspiró.
-Tal vez lo haga. Y tal vez ella sea la chica perfecta para su historia. Pero eso no significa que tú no seas perfecta para la tuya.
---
Esa noche me encerré en mi cuarto. Puse música suave y me miré al espejo.
No era como ella.
Pero tampoco era invisible.
Solo era... yo.
Y quizás, algún día, eso sea suficiente.
A las once de la noche, recibí un mensaje de Marie:
"¿Sigues viva o ya te lanzaste por la ventana?"
Sonreí. Le respondí con una selfie despeinada y la frase:
"Nivel de drama: 80%. Sobreviviré."
Ella me puso un corazón y un sticker de una bruja con capa. Me hizo sentir mejor.
Apagué el teléfono y me recosté, con la cabeza llena de preguntas que nadie iba a responderme.
¿Y si me acercara yo? ¿Y si dijera algo? ¿Y si él me mirara... y no sintiera nada?
Tal vez eso dolería más que esta distancia segura.
---
Al día siguiente, entré al aula antes de que comenzara la clase. Escogí mi sitio de siempre: al fondo, junto a la ventana. Era mi lugar favorito, porque ahí podía ver el cielo y fingir que el mundo era más grande que este amor imposible.
Marie no vino. Tenía una entrega en otra facultad.
Y entonces, entraron ellos.
Jhony. Ella. Y su grupo.
Riendo. Hablando. Vibrando en esa frecuencia donde yo no existía.
La nueva -que después supe que se llamaba Valeria- se sentó justo frente a él. No al lado. Enfrente. En esa posición estratégica donde todo contacto visual parece casual. Ella sabía lo que hacía.
Y Jhony... también.
No me atreví a mirar mucho. Solo lo justo para torturarme con elegancia.
Ella sacó una libreta color rosa pastel. Tenía mariposas.
Él le pidió un bolígrafo. Ella le pasó uno y sus dedos se rozaron.
Nada de eso debería dolerme.
Pero dolía.
Doler no requiere permiso.
---
Después de clase, mientras recogía mis cosas en cámara lenta para no salir al mismo tiempo que ellos, escuché su voz. Jhony.
-¿Te está gustando la universidad?
Valeria rió, como si todo en el mundo fuera perfecto.
-Muchísimo. Me encanta cómo explican aquí... y cómo me explicas tú.
Él soltó esa risa suya. Esa que yo conocía incluso sin mirarlo.
-Si necesitas ayuda con algo, ya sabes. -Y su tono cambió, más bajo, más... protector.
Cerré los ojos.
Qué fácil se le daba ser el héroe. Qué fácil se le daba no verme.
---
Esa tarde no quise ir a la cafetería. Me inventé una excusa y me fui directo a casa. Caminé con los audífonos puestos y la canción más triste de mi lista. Esa que solo uso cuando mi corazón necesita llorar sin hacer ruido.
Llegué, me cambié de ropa, y me acosté boca abajo en la cama, abrazando mi almohada como si pudiera absorber mi dolor.
No lloré.
Porque no tenía lágrimas.
Solo un nudo en el pecho y un pensamiento que se repetía como eco:
"¿Qué se siente ser vista?"
---
Esa noche abrí un documento nuevo en mi computadora. Lo titulé:
"Cosas que no puedo decirle a Jhony."
Y escribí la primera línea:
"Hoy te vi enamorarte de otra... sin saber que yo me enamoré de ti hace años."
Guardé el archivo. No sé por qué. Tal vez porque escribirlo me dolía menos que pensarlo.
Tal vez porque era la única forma de decirlo sin romperme.