El amor que no llegó a tiempo

Náufrago

Pasaron solo dos días desde que mi entrada se volvió viral, y cada notificación nueva era una sorpresa.

No porque quisiera atención.
Solo… no sabía que tantas personas sentían lo mismo que yo.

Una tarde, después de clases, abrí el blog con las manos frías y el corazón latiendo fuerte.

Tenía un mensaje nuevo.
Privado.

El usuario se llamaba:

“Náufrago.”

No tenía foto. Ni biografía. Solo ese nombre y un mensaje que decía:

---

> “No sé quién eres, pero me estás salvando.”

“Leí todas tus entradas en una noche. Sentí que alguien por fin decía lo que yo no podía. Nunca me imaginé encontrarme en palabras ajenas.”

“No voy a preguntarte quién eres. Pero si algún día necesitas que alguien escuche lo que escribes en voz alta… estoy aquí.”

Náufrago

---

No respondí enseguida.

Lo releí como cinco veces. Sentí calor en la cara. Me pregunté si se trataba de una broma. De alguien burlándose.
Pero no había sarcasmo. No había emojis.
Solo sinceridad.

Una voz perdida, como la mía.
Un náufrago más.

Esa noche, no escribí una entrada. Escribí una respuesta.

---

> Cristina (anónima)

“Gracias por naufragar conmigo.
No sé por qué, pero tus palabras me hicieron sentir un poco menos invisible.

No tengo mucho que ofrecer.
Solo letras rotas y emociones que no puedo compartir con nadie más.
Pero si estás aquí, si estás leyendo esto...
Entonces ya no estoy tan sola.”

---

Marie me observó mientras escribía. Luego preguntó:

—¿Ya tienes fanáticos?

Sonreí sin mirarla.

—Uno. Se llama Náufrago.

Ella levantó una ceja.

—¿Y ya te enamoraste de él?

—No seas tonta —le dije. Pero mi estómago hizo algo raro.

—¿Es real? —preguntó, sentándose a mi lado.

—No sé… Pero es la primera vez que alguien me responde directamente, sintió algo con mis palabras. No conmigo, no con mi cara, no con mi ropa. Solo con lo que soy cuando no tengo miedo.

Marie me miró con ternura.

—Te juro que si Jhony no te mira, el que se lo pierde es él. Tú tienes un mundo dentro.

Le respondí con una sonrisa que dolía un poquito.

Porque ese mundo… aún giraba alrededor de alguien que no sabía que existía.

---

Entrada 3: No se trata de que me ames

> Solo quiero que un día, sin querer, me mires.

Y que ese segundo dure lo suficiente para que por fin me sienta parte del planeta en el que tú vives.

---

Al día siguiente, Jhony pasó frente a mí en la cafetería.
Rodeado. Sonriente. Perfecto.
Y, como siempre, no me vio.

Pero esa noche, Náufrago me respondió:

---

> “Tu entrada me hizo llorar. ¿Cómo haces para escribir tanto con tan poco?
No me conoces, pero cada palabra tuya me está salvando del silencio.”

– Náufrago

---

Y aunque no lo sabía, en algún rincón del mundo —tal vez incluso en la misma universidad— alguien sí me estaba mirando.
No con los ojos.
Sino con el alma.

Hay algo adictivo en sentirse leída.

Pero más aún en sentirse entendida.

Desde el mensaje de Náufrago, mi vida adquirió un pequeño rincón de luz. Un espacio donde ya no fingía. Donde podía ser yo sin miedo. Donde alguien, en alguna parte, esperaba mis palabras.

Esa noche, recibí otra notita privada.

---

> Náufrago

“¿Sabes qué es lo más difícil del silencio?
Que no lo eliges.
Se instala solo.
Y cuando te das cuenta, ya nadie sabe que estás allí.”

---

Le respondí sin dudar.

> Cristina (anónima)

“El silencio no siempre es soledad.
A veces, es un refugio.
Pero tú y yo sabemos que vivir escondidos duele.

¿Qué harías si te dieras cuenta que la persona que amas está cerca, pero no te ve?”

---

Marie notó mi distracción constante.

—¿Sigues hablando con Náufrago?

Asentí.

—¿Te está gustando?

Me detuve.

¿Me estaba gustando? ¿O solo era la emoción de ser descubierta emocionalmente por alguien?

—Me hace sentir real —le dije.

Marie sonrió.

—Eso, amiga, a veces es más que el amor.

---

Los días pasaban, y las palabras crecían como raíces entre nosotros.

No sabíamos nuestros nombres. No conocíamos nuestras caras.

Pero sabíamos el color del miedo del otro.
La forma exacta del dolor.

Una madrugada me escribió:

---

> Náufrago

“Me enamoré de ella en la preparatoria.
Desde el primer día.

La vi una vez, en la biblioteca.
Tenía una flor seca entre las páginas de un libro.

Nunca le hablé.

Porque ella brillaba de una manera que yo no merecía. Se que nunca se fijaría en alguien como yo.”

---

Me congelé.

Esa escena…

Yo había estado en la biblioteca… con flores que guardé en un sinfín de libros, era costumbre colocar flores en mis líbros favoritos.

Pero… ¿y si no era yo?

Quizá alguien más, quizá una coincidencia.

Aun así, mi corazón se aceleró.
Escribí con manos temblorosas:

---

> Cristina (anónima)

“¿Y si ella también pensaba que tú no la verías jamás?
¿Y si creyó que su lugar nunca iba a ser a tu lado?”

---

No obtuve respuesta inmediata. Pasaron horas.

Me dolió más de lo que debería doler algo escrito en una pantalla.

Hasta que llegó.

---

> Náufrago

“Entonces ambos fuimos cobardes.
Y quizá por eso ahora escribimos en lugar de vivir.



#4875 en Novela romántica
#1773 en Otros

En el texto hay: tragedia, autoestima, amorimposibledeolvidar

Editado: 21.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.