Muchos se están preguntando, cómo es que se pueden salvar todos, también pareciera no tener sentido que vayan a salvarse quienes simplemente no quieren porque es contradictorio querer salvar a alguien en contra de su voluntad.
Sucede que quizás estemos viendo la realidad desde la perspectiva de los hombres y se nos imposibilita ver la salvación desde la perspectiva de Dios.
¿Cómo es que lo ve nuestro Padre y creador? y ¿Por qué es su voluntad que ninguno se pierda?
Dios Padre ve al hombre con toda la capacidad para redimirse, lo hizo a imagen y semejanza suya. Le otorgó lo que a nadie más en la creación dio; un espíritu similar al suyo, lo que le será suficiente para tener de guía hasta el final de sus días, y hasta el final de los tiempos.
El enemigo de Dios nota que aquel espíritu lo sostendrá es por eso que peca en contra del Espíritu Santo.
Es simple para Dios desechar al demonio, porque también es algo que hubo creado (no como tal, pero lo creó) y para Dios es posible hacerlo rápidamente; pero ¿Qué sucedería?
Se perderían algunos hombres, y Dios no quiere que ninguno se pierda. Esa es la verdadera voluntad de Dios, es el verdadero testimonio dado por Jesús a los hombres.
«Y los siervos del dueño fueron y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto”. Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?” Pero Él dijo: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis el trigo junto con ella. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: “Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero”.»
Y cuando vemos a un hombre negando todo esto, aquel no podrá salvarse o que merecimiento tiene él para salvarse. Acaso Dios podría llevarlo en contra de su voluntad.
Nadie merece salvarse, eso es claro, pero Dios mueve el espíritu de los hombres para lograr adquirir la salvación.
Si seguimos obstinadamente viendo nuestra voluntad humana por encima de la voluntad de Dios permaneceremos siempre ciegos, pero tranquilos todos permanecemos ciegos ciertamente para que el Santo Espíritu de Dios actúe y nos conduzca iluminando el camino.
Si vemos tal obstinación en un hombre; nosotros debemos dejar que Dios haga con él la manifestación que hizo en nosotros. Esa misma voluntad que lo movió a reconvenirnos a nosotros se manifestará en los hombres obstinados.
La gloria de Dios también se manifestará en aquel hombre que aún permanece distante.
«Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: —¡Apártate de mí, Satanás, ¡pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.»
Dejemos de ver bajo nuestra lógica humana; esta insignificante sabiduría es demasiado pequeña para notar la diestra de Dios moviéndose en favor de los hombres. Y si logramos ver a Dios aun en estas pequeñas personas pues he de percatarnos la manifestación de nuestra fe.
«Y decían: Entonces, ¿quién podrá salvarse? Pero Jesús, mirándolos, les dijo: Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible.»
El hombre sabe lo que es bueno, que no quepan dudas de esto. Nuestros razonamientos, ahora se ven movidos por la sabiduría que se nos reveló.
Jesús dijo todos sus pecados les serán perdonados, pero un solo pecado no se les perdonará pues el que peca contra el Espíritu Santo este no recibirá perdón. Y alguno dirá, ahora sí, solo se debe encontrar a aquel que peque contra el Espíritu Santo para echar abajo el razonamiento que se pretende dar aquí.
Aquel que peca contra el Espíritu Santo es el diablo.
«Ellos volvieron a vivir, y Dios les dio tronos para que gobernaran con el Mesías durante mil años. Ellos son los primeros que volverán a vivir; pues han recibido una gran bendición y forman parte del pueblo elegido de Dios. Nunca serán apartados de Dios, sino que serán sacerdotes de Dios y del Mesías, y reinarán con Él durante mil años. El resto de los muertos no volverá a vivir hasta que se cumplan los mil años.»
En el final de los tiempos se habrá polarizado los extremos del bien y del mal; solo habrá malos y buenos, no habrá personas en el intermedio de estos dos extremos. Quienes reconozcan a Dios se salvarán pues la verdad se manifestará hasta en el último día, pero son los tiempos finales o los días de retribución y los que hicieron el mal también podrán ver la verdad, verán al demonio actuando en ellos. Y verán el engaño del que hubieron caído presos.
«Hijo, acuérdate que en vida tú recibiste tu parte de bienes, y Lázaro su parte de males. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú sufres. Aparte de esto, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes; de modo que los que quieren pasar de aquí allá, no pueden, ni de allá tampoco pueden pasar aquí.»
Los hombres reconocerán claramente su comportamiento, llegan a conocer la verdad que les llega allí en que se les está retribuyendo su conducta. Siempre estuvo la verdad con ellos pues reconocen a Abraham de quienes son descendientes y piden calmar su sufrimiento.
Para que ellos lleguen a conocer la verdad plena deberán reconocer al demonio.
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Editado: 27.01.2024