Hubo un momento en el que sentí la necesidad de demostrarle mi amor de una manera diferente, más profunda, más simbólica. No quería que mis sentimientos se quedaran solo en las palabras de siempre o en los gestos que ya conocía. Quería hacer algo que él recordara, algo que tuviera un pedacito de mi alma.
Así que, sin pensarlo mucho, tomé mi celular y le envié un mensaje con una frase que me parecía tan especial como lo que sentía por él:
「大好きだよ💜」
A los pocos segundos, me respondió curioso:
—¿Qué es eso?
Sonreí al imaginar su cara, con esa mezcla de sorpresa y ternura que siempre me sacaba una sonrisa, y le contesté:
—Significa te amo.
Hubo un silencio breve, de esos que se sienten aunque sea a través de una pantalla. Me imaginé su expresión, quizás sonriendo sin decir nada, o tratando de procesar lo que acababa de leer. Yo, por mi parte, sentía el corazón latiendo más fuerte, porque esas palabras no eran solo un mensaje en otro idioma, eran mi forma de decirle cuánto lo amaba, cuánto lo admiraba, y lo mucho que lo había llegado a necesitar.
Después le confesé que pensaba tatuármelo. Quería llevarlo conmigo de alguna forma, no como una marca, sino como un recuerdo bonito, un símbolo de lo que él me hacía sentir.
Él, con esa forma tan suya de cuidar incluso lo que no decía, me respondió:
—Eres muy top, pero no te lo tatúes. No sabemos si vamos a seguir juntos y no quiero que después lo veas y te pongas triste por habértelo hecho.
Sus palabras me tocaron el alma. No porque dudara de lo nuestro, sino porque entendí que hablaba desde el cariño, desde el deseo de no lastimarme. Era su manera de protegerme incluso de un futuro incierto. Y eso, aunque me dolió un poco, también me hizo quererlo más.
Le sonreí a la pantalla y le respondí:
—Bueno, quizás no me tatúe las letras, pero sí el corazoncito 💜.
Ese corazón morado era tan nuestro, tan lleno de significados que solo nosotros entendíamos. Era símbolo de lo que vivíamos, de los días en que reíamos hasta quedarnos sin aire, y de las noches en las que hablábamos hasta que el sueño nos vencía.
Él volvió a escribir:
—Tienes sentimientos muy bonitos.
Y esa frase, tan simple, se sintió como un abrazo. Porque no todos se detienen a reconocer la pureza del amor de alguien, pero él lo hizo. Lo leí varias veces, sonriendo como una tonta, y sin poder evitarlo sentí que me brillaban los ojos.
Luego, entre emojis y mensajes de cariño, me escribió:
“Ti amo.”
Dos palabras pequeñas, pero tan sinceras que se quedaron grabadas en mi mente. No fue un “te amo” común, fue su forma de decirlo, esa mezcla entre ternura y confianza que solo él tenía conmigo.
Esa noche, antes de dormir, pensé en todo lo que habíamos compartido. En cómo, poco a poco, habíamos construido algo tan nuestro, lleno de detalles que parecían simples pero que lo significaban todo.
Amar en otro idioma, pensé, no era solo usar otras palabras. Era sentir que el amor iba más allá de lo que se podía decir, que podía expresarse con gestos, con miradas, con silencios y hasta con un corazón morado en la pantalla.
Y antes de cerrar los ojos, con una sonrisa suave, volví a mirar el mensaje que le había enviado:
「大好きだよ💜」
Y en mi mente escuché su voz respondiendo bajito:
“Ti amo.”