Esa tarde, mientras yo estaba ocupada con mis cosas, él apareció en mi pantalla con un mensaje que me hizo sonreír inmediatamente:
—Cuánto tiempo necesito estar contigo para que me dejen dormir allá contigoooo —escribió, con ese tono pícaro que siempre lograba sacarme risas.
Yo respondí rápido, jugando con él:
—Mmmmmm, bastante, lo suficiente como para que te dejen entrar.
Su reacción no se hizo esperar:
—Uyyyy… que difícil me la pusiste jaja.
—Por lo menos tu mamá no piensa que soy tan malo jajaj —añadió, y no pude evitar reírme de su ingenio y de esa manera tan suya de mezclar travesura con ternura.
Seguimos conversando, compartiendo detalles de nuestro día a día. Le recordé con cariño:
—Y acuérdate que eres mi gymrat favorito, para siempre y por siempre 💜
Sus palabras fueron dulces y sinceras:
—Esto 😳
Entre mensajes, cumplidos y pequeños gestos, la conversación se volvió más profunda. Me felicitó por mis esfuerzos y yo lo animé a seguir con los suyos:
—Te felicito poco a poco, sé que lo vas a lograr, mi vida.
Él me respondió con la misma calidez que siempre:
—Insuperable, no cambies nunca por nadie, esa personalidad y manera de ser tan linda.
—De nada, mi cielo hermoso. Sabes que eres muy especial para mí —le contesté, sintiendo cómo mis palabras lo envolvían con cariño.
No tardamos en intercambiar fotos y pequeños videos. Entre risas y emojis, él me mostró sus avances en el gym, y yo celebré con él cada pequeño logro, aunque fuera levantar un peso que no había logrado antes.
—La verdad no lo pude alzar 😔 —me dijo.
—Pero algo hiciste, amor —respondí, intentando animarlo.
Y, como siempre, nuestros mensajes tenían ese toque travieso y juguetón que tanto nos unía:
—Ahora me vas a dejar pensando que puedo probar 🐮 —escribí, con una mezcla de picardía y ternura.
—Pero me reencanta que te habrás así a mí para hacer cosas nuevas, aunque yo ni te lo haya pedido —respondió él, dejando ver que disfrutaba de nuestros pequeños juegos, de nuestra confianza y complicidad.
—Me gusta a veces que hagas cosas sin que te lo pida —añadió, y yo no pude evitar sonreír.
Cada palabra, cada emoji, cada pequeño gesto a través de la pantalla nos acercaba más. No importaba la distancia ni el tiempo; cada mensaje se sentía como un abrazo, como un recordatorio de lo que significábamos el uno para el otro.
—Hay, amor, tan lindo tú —le respondí, mientras veía su foto y sentía cómo mi corazón se aceleraba.
Entre mensajes, risas y muestras de cariño, esa noche pasó volando. Cada interacción era un pedacito de felicidad, un recordatorio de que, aunque no estuviéramos físicamente juntos, nuestro cariño encontraba la manera de sentirse presente, fuerte y real.
🌙
Y así, entre bromas, mensajes y confesiones, la complicidad que nos unía se hacía cada día más profunda. Cada pequeño detalle, cada palabra dulce y cada juego travieso era una pieza más de nuestra historia, una historia que seguía escribiéndose, mensaje a mensaje, corazón a corazón.